10/31/2006

El nuevo canal del gobierno
Por Pedro Rodiz

Han notado que el nuevo canal del Gobierno de Puerto Rico es el Canal 11. Y el de los médicos también. No bromeo. Cada vez que visito una agencia pública para alguna gestión burocrática, innecesaria y absurda me topo con un televisor que sintoniza el canal de Univisión. ¿Alguien me podría explicar esto? ¿Acaso el Estado Libre Asociado de Puerto Rico no tiene un canal, WIPR Canal 6? ¿Acaso ese Canal no nos cuesta a los contribuyentes más 20 millones de dólares al año?
Con razón el once tiene tanto “rating”. Es un descaro y una desfachatez que en algunas oficinas médicas te metan, como enema, la programación del 11. Pero ellos son empresas privadas y ponen lo que les dé la gana. Si a uno no le gusta ese médico, busca a otro, y ya. Pero que lo hagan en las agencias gubernamentales es simplemente inconcebible. Ahí no hay opción. ¿Cómo es posible que el gobierno nuestro auspicie un canal mexicano? ¿Se imaginan a los mexicanos poniendo WIPR en sus agencias gubernamentales?
Lo único que ponen en ese canal son novelas. Y eso es violencia… por lo menos para mi inteligencia que no tolera esa clase de porquería. ¿No será que en es nuevo plan de reestructurar el gobierno, por el Secretario de la Gobernación Jorge Silva Puras, está el de mexicanizarnos? Ándale manito, y no nos avisaron.
Hablando de novelas, vi algunos capítulos de Dueña y señora. Y lo que sentí fue vergüenza ajena. ¡Qué clase de mierda! Y la gente sigue siendo tan generosa que la respalda. Si lo que querían era abrir un taller, por qué no empezar con un mejor producto. ¿Acaso aquí no tenemos buenos escritores? Si el gobierno es el que está invirtiendo en ese taller, ¿por qué no exigió que se utilizaran guionistas de patio? ¿Por qué tiene que venir un venezolano a escribir sobre nosotros? ¿Alguien me puede explicar? Porque yo no lo entiendo.
Y la culpa no la tienen los actores, ellos hacen lo que pueden. Pero con esos parlamentos de espanto, ¿quién actúa? Se les nota la frustración. El guión es ofensivo. Cuando hablan parecen retardados mentales. Y encima ponen a protagonizar a modelitos que no son actores. Se nota el desbalance actoral. Y algunos de los que son actores están actuando como en las novelas de los setenta. Corrijan eso
¿Qué les costaba a los productores hacer una convocatoria para elegir la mejor idea para escribir una novela? Se seleccionaba la mejor historia y también se contrataban, como guionistas, a los otros proponentes para dialogar la trama.
Pongo por ejemplo a Betty la fea. Confieso que la vi muy pocas veces, y esas por obligación porque a donde quiera que me paraba la ponían, hasta en el preámbulo de un juego de baloncesto de la liga superior. Una enorme cantidad de personas sí la vieron completa. Eso era una comedia de situaciones pero con extensión de una novela. Y su éxito fue evidente, hasta una versión en inglés se está haciendo. ¿Acaso nosotros no tenemos la capacidad para igualar o superar ese tipo de trama?
Nuevamente el gobierno auspicia trabajos extranjeros. Y nuestras ideas duermen el sueño de los justos. Y nuestros actores siguen en la espera de que vengan mejores tiempos.

10/29/2006

Gracias
Por Pedro Rodiz
Mi agradecimiento a todas aquellas personas que sacaron de su tiempo para ver Tu ternura Molotov allá en el Arcelay. Los que no la han visto, tienen otra oportunidad del 17 -19 de noviembre en el Teatro Francisco Arriví. De verdad que vale la pena.

10/27/2006

Hoy sube el telón
Pedro Rodiz

Después de varios meses de ensayos, por fin estrena Tu ternura Molotov. Sorpresivamente el autor me escribió lo siguiente:
-Por favor, hazle llegar al elenco mi felicitación y diles que este fin de semana estaré con ellos en Caguas. No físicamente, pero sí de alma. Un abrazo para ti. Gustavo.
Los que asistan se encontrarán con una escenografía justa. Sin excesos. Un mobiliario que sugiere una influencia árabe. El ciclorama estará expuesto pues se harán proyecciones fílmicas. Verán una comedia que nos hace reflexionar sobre los prejuicios, sobre los secretos, sobre nuestras vidas pasadas, sobre nuestros esqueletos en el clóset.
Le juro que me gusta mucho esta obra. Algunos dirán que se supone que me guste. Pero no siempre esto cierto. Hay ocasiones en que uno lee una obra que te encanta, y en cuanto sube al escenario, la obra se desinfla, se hace arena entre los dedos. Pero este no el caso de esta pieza. Mientras más la veo, y la veo todos los días, más me agarra.
Hacer comedia es un riesgo terrible, ya que la gente tiene unas expectativas bien altas. Y no siempre se logra complacer a un público sediento de risas. La obra tiene unas situaciones que es para arrastrase. Pero no es una obra de astracán, es decir, de esas que todo se logra por medio de golpes o por comentarios insulsos pero jocosos, su argumento es sólido, máxime cuando solamente hay dos actores en escena. ¿Cómo mantener al público cautivo y atento todo el tiempo que dura la obra? La trama te envuelve, pero la actuación de Carlos Miranda y de Kisha Tikina Burgos es simplemente espectacular. Han logrado una química tan especial que en ocasiones me olvido de que son actores y me creo que son una pareja, un matrimonio, al que yo espío por el roto de alguna ventana. En algunos ensayos simplemente me dejo cautivar por la situación. Este es uno de esos trabajos en los que estoy completamente satisfecho por el resultado. Y esto no siempre se logra.
Si tienen la oportunidad, vayan a verla. Si no la ven en el Arcelay, véanla en el Arriví. Y si la ven, déjeme saber qué les pareció. Mi norte es la excelencia. Así que cualquier comentario es bien recibido.

10/22/2006

La música árabe
Por Pedro Rodiz

Anterior a los años noventa, antes de que se formara el revolú de la Guerra del Golfo Pérsico, lo único que sabíamos sobre el Medio Oriente es que había petróleo, que era un desierto con mucha arena, que las mujeres usaban batas que las cubren de pies a cabeza, que adoran a un dios que se llama Alá, que Mahoma es su profeta y que algunos hombres tenían harenes.
Luego de la guerra, en la que murieron soldados puertorriqueños, en el que se volcó la prensa internacional en noticias que fueron filtradas por el Pentágono, lo que podemos de decir de esa región es que hay petróleo, que es un desierto con mucha arena, que las mujeres usan batas que les cubren de pies a cabeza, que adoran a un dios que se llama Alá, que Mahoma es su profeta y que algunos hombres tienen harenes.
Posterior a eso, tan reciente como varios años atrás, los Estados Unidos invadieron nuevamente a Irak supuestamente porque tenían bombas de destrucción masiva. Todos sabemos que hicieron el ridículo, que no encontraron nada y que ahora no saben cómo salir de ahí, si es que esas son sus intenciones ya que no conocemos los pormenores de las compañías multinacionales que se están beneficiando de esta guerra. En fin, no sabemos más del Medio Oriente de lo que sabíamos antes de las dos invasiones. Por tanto, se mantienen nuestros prejuicios.
En fin, si los musulmanes fundamentalistas, esos que trabajan con Osama Bin Laden, los mismos que fueron entrenados por la CIA, matan a inocentes son actos terroristas. Si los estadounidenses matan civiles se les llama daño colateral.
Quiero dejar bien claro que me opongo al terrorismo, venga de donde venga. Pero me parece que son pueblos mal interpretados. Si no tuvieran petróleos, ¿hubiese habido invasión? ¿No les parece que la Iliada, con Guerra de Troya, aún continúa?
Para la obra Tu ternura Molotov, he tenido que leer sobre los musulmanes. Y por todos lados, lo único que encuentro es que son gente de paz, que son extremadamente hospitalarios, para todo se lavan las manos y que Dios está por encima de todas las cosas, más allá de la razón y del ser. Que la vida sin Alá no vale nada, carece de sentido.
Pero siempre hay grupos que se descarrilan de los preceptos del Islam y hacen unas interpretaciones barbáricas. Acá en occidente ocurre lo mismo. En aras de la paz y la libertad se pisotean a los más débiles.
Digo todo esto para comentar que he estado escuchando música del Medio Oriente, que es la que voy a utilizar para varias partes de la obra, porque conceptualmente me funciona que a ella, a Victoria, le fascine todo lo relacionado a los árabes y él, Daniel, no sepa por qué, y he quedado fascinado por su melodía. Las fusiones de ritmos, incluyendo el de la salsa, son sumamente contagiosos. Los arreglos son de primera. Las voces armoniosas y con registros respetables. Es toda una nueva experiencia para mí. Compré varios CD’s para ver si alguna me gustaba y ahora resulta que casi toda me agradan y se me ha dificultado la selección. Les recomiendo que compren algún disco compacto de la música árabe, no se arrepentirán. Y lo más probable, queden tan embelesados como yo. Lo único que lamento es lo mucho que tardé en dar con esta música. Y los que vayan a la obra, sabrán de mi selección.

Casi un palestino
Por Pedro Rodiz

Si lo ves por la calle, juras que es un palestino. Si lo ves en un aeropuerto, ruegas al cielo para que se monte en otro avión. Pero nada que ver. Criollo como la alcapurria, ese Arí Maniel Cruz.
Es cineasta por vocación. Cuando se habla con él, se tiene la sensación de que ha visto todas las películas del mundo. ¿Con qué tiempo? Ni idea. Porque para conseguirlo se necesita, por el mucho trabajo que tiene. Las ganas que dan es salir a un club de video a alquilar los miles de películas a las que hace referencia.
Da la apariencia de esos tipos que están frente a las discotecas, listos para darle una bofetá al más guapo. Pero es todo lo contrario, es pausado, no le gustan los revoluces, y todo su tiempo libre lo emplea o en ver cine, o en escribir guiones, o en grabar para Cultura Viva o para filmar sus proyectos. Lo que queda lo pasa con su compañera Kisha. Es un hombre de convicciones sólidas, fiel a sus principios y fajón como él sólo.
Le pedí ayuda para grabar tres segmentos que van incluidos dentro de la obra Tu ternura Molotov. Nos reunimos en El Obrero. ¡Imagínense! Hacía años, desde que estudiaba en la Iupi, que no visitaba ese sitio. Y él tampoco. Para los que no han comido ahí, es un chinchorrito, frente al Terminal de la AMA, en la avenida Barbosa de Río Piedras. Se come bueno y barato. Y te sirven como si fueras un obrero. Le expliqué lo que tenía en mente. Asustado, le pregunté cuánto me iba a salir la grabación, ya que sé cuán caro es. Con la tranquilidad que lo caracteriza me dijo:
- Yo no te voy a cobrar. El presupuesto que tienes, se lo das a los actores.
Así que podrán recrear mi cara de sorpresa. Y por supuesto que acepté. Es un trato más que justo. Esa es la clase de persona que es Arí.
Un domingo fuimos, literalmente al Bar de la esquina, en una calle de Santurce, a grabar. Él se había puesto deacuerdo con la dueña. Con la cámara en la mano, Kisha con el “boom”, Carlos Miranda de actor principal y yo de extra, como bartender, a lo Tarantino. Grabó la misma escena desde tres ángulos diferentes. Luego, por la noche, lo editó. Fue una grabación, tipo guerrilla: llegamos, grabamos y nos fuimos. Quedó estupenda. Y le va a dar un toque bien especial a la obra.
Yo no soy partidario de incluir cine dentro del teatro. A través de la historia se ha experimentado bastante con eso. La decisión de incluir la grabación surge por un asunto puramente técnico. La obra tiene mucho diálogo. Dejar que los actores lo dejaran todo en el escenario, iba a significar que ya al final iban a estar agotados. Y los necesito frescos y lozanos.
Para otro de los segmentos grabados, que se supone ocurra en Teherán, Irán, se puso a investigar. Resulta ser que esta cuidad, contrario a lo que nosotros creemos, es una gran metrópolis, muy occidentalizada. Así que a él se le ocurrió grabar la escena dentro de un auto, como si fuera en un tapón. Rápido le compré la idea porque rompe con los estereotipos que tenemos con los del medio oriente, en el que creemos que viven en el desierto, con camellos y en piscinas llenas de petróleo.
En fin, ha sido muy dedicado para con la producción. Máxime cuando está donando su talento. Ya quisiera tener un pozo de petróleo en el patio de mi casa para poder financiarle todos sus proyectos.
Así que, pensándolo bien, debe ser descendiente de palestinos. Como ellos pelea por un espacio que entiende le corresponde y que luchará, impulsado por todas sus convicciones del alma, para obtenerlo. Va hacia la tierra prometida. Va en busca de la meca… del cine.

Bajo el cenital
Por Pedro Rodiz


A María Cristina Fusté la conocí en la UPR. Hasta llegué a pensar que vivía allí, que dormía en alguna covacha preparada por Alfonso, el gran amigo ausente que manejaba el área técnica del Teatro Universitario.
Ella, que tiene un carácter afable, hacía de todo: actuaba, construía escenografía, utilería, regía escena, en fin, lo hacía todo. Curiosamente no la recuerdo haciendo luces, área en la que se especializó y que se destaca actualmente.
Es vivaracha, de sonrisa fácil, solidaria y una trabajadora incansable. Ella es de estas personas que se pasa uniendo gente, que trazan puentes. A la menor provocación coordinaba una fiesta. Cuando alguien se iba del País, ella convocaba a todos para llorar su partida. Si esa misma persona regresaba, otra fiesta para gozar la llegada. Cualquier cosa era un motivo para reunirnos y gozar.
Entonces emigró a Nueva York. Allí se fue a estudiar Diseño de luces. ¿De dónde salió ese gusto por la iluminación? No lo sé. Siempre que le voy a preguntar terminamos hablando de otras cosas, de otra gente, de otros tiempos.
Aún por allá, mantenía contacto con los de acá. Si querías saber del paradero de alguien la fuente obligada era ella. Eso siempre me llamó la atención, que hay personas que viene al mundo a unir. Tiene lo que se llama el don de gente. Siempre tiene un cuento o una anécdota, y todos igualmente graciosos.
Luego de muchos años coincidimos en la primera obra que realicé para la compañía teatral Deikélestai. La obra era Des-tierro, de mi autoría, y se presentó en el Teatro Luis M. Arcelay allá en el año 2000. Ella estaba en Puerto Rico de visita y Joselo Arroyo, mi compadre Kamikaze con el que he montado obras imposibles, tipo universitario tratando de detener un tanque como en la Plaza Tiananmen, me dijo que la invitáramos. Al principio tuve mis recelos, pues como había mencionado, no la conocía en esa faceta. Fue amor a segunda vista. De inmediato nos conectamos, artísticamente hablando, por supuesto.
Ella de instantáneamente entendió lo que yo quería lograr. Y con los cinco focos que hay en el Arcelay, hizo maravillas. Esos son los mejores cinco focos que yo he visto funcionar. Luego, por motivos económicos y de distancias, no volvimos a encontrarnos hasta el año pasado que trabajó las luces de dos obras: del proyecto mal criticado Tres historias del mar y el de Ícaro. Para la primera me ofreció un mar que iba a entrar a escena, es lo único que me debe, pero creó una atmósfera bien interesante y que enriqueció considerablemente la puesta en escena. Y para la segunda supo iluminar el laberinto de forma magistral, dando esa sensación de encierro.
Ella tuvo que soportar muchas críticas injustas. Un fenecido crítico teatral, lo que tenía era un “field day” con su trabajo. Nunca entendió creatividad, ni su sensibilidad, ni su conocimiento, ni de su esmero ni de las dificultades naturales de los teatros del patio. Quizás ese doño estaba acostumbrado a ver proyectos con iluminación simple, sin riesgos ni experimentos.
Ahora está de vuelta, sin fronteras, en su nueva faceta de productora. Está produciendo, junto a su comadre Lynnette Salas la obra Cinco tipos de silencio. Le deseo lo mejor. Tiene la entereza, la confianza, el conocimiento y la experiencia necesaria brillar con luz propia tanto en Borinquen como en Nueva York. Ansío el momento en que podamos armonizar de nuevo nuestras agendas.

Vanguardia o ¿retaguardia?
Por Pedro Rodiz

Llegué a las siete en punto como pedía la invitación a la inauguración del 42do Festival de Teatro Internacional del Instituto de Cultura Puertorriqueña. No me podía perder el acto protocolar la Institución que auspicia Tu ternura Molotov. En el vestíbulo, repartían conos con antipasto, croquetas de pollo y jamón, galletitas, entre otros piscolabis. Para mi asombro, no conocía a casi nadie. Esto es bueno porque, como había mencionado en otro de los artículos, significa que otra gente está asistiendo a nuestras puestas en escena.
Luego de un rato, llegaron dos amigos con los que conversé, sobre el teatro, por supuesto, en lo que daban las ocho y treinta. El tan esperado acto protocolar nunca apareció. No es que yo esperara la gran cosa, pero por lo menos que mencionaran las obras, presentaran el cartel, hablaran del ICP, del teatro, de lo que sea, pero que diera la sensación de que iniciaba un Festival. Nada. Sólo se levantó el señor Rafael Cruzado, dio la bienvenida y las gracias por estar allí y comenzó la obra Aliento. Este trabajo consta de cuatro piezas cortas de Samuel Beckett, el mismo que escribió Esperando a Godot.
Cuando comenzó la primera obra corta, Acto sin palabras II, me quedé sin aliento…, me quedé sin palabras. Debe ser que estaba cansado de los días que llevo sin dormir porque mi pequeño saltimbanqui se despierta cada dos horas para que le dé de comer y lo cambie, o quizás fue el sentimiento de culpa que me embargó por haber dejado a mi esposa en casa, que también lleva días sin dormir y que está más agotada aún, mientras yo estaba, esperando a Godot en la “celebración”. No me gustó. No porque estuviese mal montada, no lo estaba, sino porque no entendí la pertinencia o la vigencia del trabajo. Me pareció absurdo, no la pieza, que pertenece a ese estilo, sino la decisión de montarla para abrir un Festival. Confieso que me levanté y me fui. No vi el resto porque no hubiese podido. A lo mejor me perdí lo mejor del trabajo.
Montar una pieza exactamente como se concibió en el 1956 me parece que no se está a tono con lo que ocurre en nuestros tiempos, con las nuevas corrientes teatrales que se dan en otras partes del mundo. Ese tipo de trabajo, que una vez fue de vanguardia, en estos días parece sacado de algún baúl de los abuelos.
No me mal interpreten. No es que las obras del Teatro de Vanguardia no se deben montar, se deben hacer pero tienen su espacio, que es el de la Universidad. Allí los profesores, que son los que muestran el camino, y los estudiantes, que están en formación, deben reproducir este tipo de trabajo.
Como único hubiese estado justificado esta puesta en escena era si lo hubiesen actualizado, se tomara alguna angustia existencial contemporánea como base o como metáfora para realizarlo. Reponer estas obras debe servir para la reflexión y para el análisis de nuestros tiempos. De otro modo es arqueología.
Me imagino que los eruditos saldrán a reprochármelo y a decirme que soy un pedante de mierda, y quizás lo sea. Pero las puestas en escena de un Festival Internacional deben estar a tono con lo que se hace en otros lugares, con las nuevas tendencias y corrientes teatrales para que nos influencie y nos aliente. Porque un festival de teatro es una muestra. Hasta se debe considerar traer compañías extranjeras. Eso enriquece nuestro quehacer.
No quiero que piensen que le estoy tirando piedras al ICP o a su Comisión Asesora. Ellos no tienen la culpa, ellos eligen de entre las propuestas que se les envía. Y si ellos entendieron que eso era lo mejor, pues quién soy yo para cuestionarlo. Todo es un asunto de gusto y de percepción.
Mis disculpas al director y a los actores y amigos que participaron en ese trabajo si este comentario fue fuerte y los ofendió. Mi señalamiento no es para la propuesta en sí, a la que tienen derecho de montarla de la manera que les dé la gana, sino que no entendí qué tipo de aportación hace a nuestros tiempos.
Nada, lo que es igual no es ventaja, vayan a ver Tu ternura Molotov y barran el piso conmigo.

10/17/2006

A lo Walenda
Por Pedro Rodiz

Cada vez que comienzo un proyecto siento esa sensación de que voy a caer al vacío. Es como si fuese Walenda tratando de cruzar entre dos edificios, con un viento fuerte y sólo una vara para mantener el equilibrio. Y no me refiero al proceso creativo, de ese tengo mucha seguridad, sino al cómo la gente se va a enterar de la puesta en escena: a la publicidad.
¿Cuál es la forma más efectiva de hacer publicidad? ¿Comprar un anuncio en el periódico? ¿Pautar un espacio en la radio? ¿Hacer un anuncio para televisión? ¿Poner un gigantesco “Billboard” frente a Plaza las Américas? ¿Asfixiar a todos los contactos en Internet? De todas, esta última es la más costo-efectiva pero la que me provoca la mayor vergüenza. Es como invadir la privacidad de alguien que no te ha dado permiso para hacerlo. Me parece que envío un “spam”. Las otras alternativas son demasiado costosas. Por ejemplo, si quisiera poner un anuncio en El Nuevo Día, a página completa y a todo color, saldría aproximadamente como en $6,000. Si divides el anuncio a media página sale como en $3,000 y así sucesivamente. Y te corres el riesgo de que se pierda en un mar de anuncios.
Una de las estrategias más utilizada es mandar a imprimir las famosas “post card”. El problema es que todo el mundo lo hace y cada día que pasa pienso que son poco efectivas. Siempre se ponen en los lugares menos frecuentados o en sitios dónde a nadie le interesa lo que uno hace.
Intentar hacer un anuncio de televisión es un disparate. Primero tienes que recurrir a pedir favores a tus amigos que manejan cámaras porque no tienes el dinero para pagarles. Luego comprar un espacio de treinta segundos, -ni siquiera voy a decir cuánto cuesta treinta segundos- en algún programa que vaya más o menos a tono con tu propuesta y orar, para que cuando lo pasen, los televidentes no hayan cambiado de canal.
Luego de evaluar las alternativas, se está en el mismo lugar: sin alternativas. Así que recurres a la buena fe de algunos periodistas de la cultura, recurres al “publicity”. El “publicity” no es otra cosa que un comunicado de prensa, artículo, reportaje, entrevista que algún reportero le encuentre algún valor noticioso o cultural y te lo publican bajo su nombre. Esto es en el periódico, porque en televisión, dentro de los noticiarios, es casi imposible lograr algo. A menos que seas panita de ese reportero(a) o que en tu elenco haya alguien que tenga algún reconocimiento público o que tú seas Miss Universe. Claro hay sus excepciones como en Cultura Viva o en Contigo, ambos del canal 6 o en Prende el fogón con Susa y Epifanio en el 1320 AM. En estos espacios los conductores son sumamente generosos. Yo pregunto, ¿si nadie me da publicidad, como la gente me va a reconocer?
Sin embargo, me revienta como la gente que no necesita “publicity”, que puede pagar los anuncios, son a los primeros que cubren. A los exponentes del “regguetón”, a la menor provocación, les hacen un reportaje. Y yo no sé ustedes, pero a mí todos ellos se me parecen. Cuando los escucho hablar siento que ninguno tiene nada interesante que decir o lo que es peor dicen los mismo.
Y que me dicen de las “misis”. Cuando compiten en el extranjero, no hay espacio para nada más. Es como un culto al faranduleo. Y a las cosas importantes, al arte en general, siento que se desplaza cada vez más. A veces siento que hay que mendigar para que hagan algún reportaje corto, sobre lo que se supone sea una de las actividades más importante del ser humano.
Con esto no quiero decir que no existan periodistas serios y concientes que siempre sacan tiempo y espacio para dar ayuda a los proyectos teatrales. Tampoco quiero que este comentario se vea como que yo le estoy diciendo a los periodistas que deben o no deben publicar. Eso siempre estará bajo su discreción y criterio.
Quiero destacar a Tatiana Pérez, de El Nuevo Día, que consistentemente publica sobre el teatro. Y me consta que va más allá de sus responsabilidades. En muchas ocasiones nos regala una página completa a color. Página que no podemos pagar. Así que se me antoja, que esta periodista, a la que no conozco en persona, es más, si me la encuentro en alguna fila, en alguna gestión de alguna oficina gubernamental no reconocería, es una persona sensible y comprometida con nuestro arte. De ella, lo único que reconozco, es su voz por las veces que hemos dialogado por teléfono. Es amable, gentil y respetuosa.
Así que mi agradecimiento público a Tatiana, por las veces que se ha preocupado por indagar, no sólo por mis producciones sino por las de mis colegas, que también pasan penumbras y vicisitudes a la hora de hacer llegar su promoción.
Esa aportación que tanto Tatiana como de tantos otros y buenos periodistas es lo que han contribuido a mantener a flote el teatro puertorriqueño.

10/13/2006

Kisha del encanto
Por Pedro Rodiz

A Kisha Tikina Burgos la conocí cuando estudiaba en el Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico. Lo que me acuerdo de ella, en aquellos años locos, es que siempre estaba como aparte. La veía muy poco. Pero de lo que sí tengo claro es que era una despistada. Tan es así, que ella conserva el dudoso honor de que se le haya compuesto una canción en la que se le hacía referencia a eso. Tenía que ver con algo así como “Bienvenidos al mundo de Kisha”. Recuerdo que eso la prendía. Porque hasta coreografía le hacían.
Para ese tiempo coincidimos en el Teatro Rodante Universitario. Actuamos en Los melindres de Belisa de Lope de Vega, dirigida por Dean Zayas en su reposición número seis, y que recorrió medio país. También participamos en Sueño de una noche de verano de Shakespeare. Fuera de eso, tengo muy pocos recuerdos de ella. Sé que participaba en las obras del grupo Agua, Sol y Sereno, el mejor grupo de nuestros tiempos en hacer teatro popular. Par de años después la vi en la obra Una de cal y una de arena, del mencionado grupo y que para mí es la obra más espectacular de teatro callejero que he visto. Después le perdí el rastro. Pensé que se había dedicado a otra cosa, a hacer talleres, ser enfermera, qué se yo.
Entonces escuché que fundó el grupo Baobabs, en la que se dedicó a escribir, actuar, dirigir, producir, entre otras tareas, pero no le presté atención hasta que realizó la obra Nívia del Encanto, la misma que se presentó el fin de semana pasado en Caguas.
Verla en ese proyecto fue revelador. Cambió por completo mi forma de percibirla. De pronto ante mis ojos vi a una artista completa. La obra es un proyecto inmenso, con mucho de todo. ¿Ésta es la misma chica despistada que había conocido en el los pasillos de drama?
Su sentido estético, su intuición actoral, su compromiso social y cultural, su visión de mundo, su sensibilidad, en fin, todo ella me cautivó. Se ganó mi respeto –que es el más alto calificativo que le puedo brindar a otra persona. Hay que ser bravo de verdad para concebir, parir, lactar y criar un proyecto como el de Nívia del Encanto.
Como profesionales no nos habíamos reencontrado. Cuando cayó en mis manos la obra Tu ternura Molotov, de inmediato me imaginé a Kisha interpretando el personaje de Victoria. ¿Qué cómo surge esta premonición? Instinto. Y no me equivoqué. Durante los procesos de ensayos he podido comprobar que hay muchas cosas de Kisha en Victoria y mucho del personaje en Kisha. Y esa suerte no se encuentra todos los días.
Mirando hacia atrás me he percatado que ella es una actriz subestimada. Recorrió un largo camino para poder hacer lo que hace sobre el escenario. Es mejor de lo actriz de lo que ella misma se imagina. Y está en su punto. Se ve madura, -que no es sinónimo de vieja- segura de sí misma, con mucha disciplina y disposición. Es interesantísimo trabajar con una actriz que ha tenido que labrarse una carrera a fuerza de pulmón. En donde la vida, la conciencia, la experiencia y la sabiduría se combinaron para que sea lo que es hoy. Las vicisitudes de nuestro arte la han llevado a tener que recurrir a auto dirigirse, a confiar en su intuición, a explorar más allá de lo evidente. Eso mezclado con una dirección firme, exigente y embelequera como la mía se ha creado una experiencia explosiva, casi como una bomba Molotov.
Con quien ha logrado desarrollar una química escénica interesantísima es con Carlos Miranda. Y eso es lo más difícil de alcanzar entre compañeros, que no se conocían, y que tienen estilos de actuación diferentes. Verlos en escena es un privilegio, un deleite para los sentidos. Si los van a ver sabrán a lo que me refiero.
Eso sí, lo único que aún conserva intacto, es su despiste.

10/11/2006

La limosina de Carlos Miranda
Por Pedro Rodiz

Después de un ensayo en el Centro de Bellas Artes de Santurce, tanto Carlos Miranda como yo coincidimos en el estacionamiento con el comediante Luis Raúl. Éste acababa de salir de una función. Nos comentaba sobre que se le pinchó un testículo en medio del show, acto que le sacó punta de inmediato y que los asistentes pensaron que era parte de la rutina del “stand up comedy”. Nosotros, luego de reírnos de sus ocurrencias, vimos llegar una limosina. Luis Raúl se despidió y se montó en ella. Carlos se dirigió a su modesto auto. Instantáneamente tuve que comparar. El que debió subirse en esa limosina era Carlos Miranda. Ironías de la vida que hace que los actores talentosos, en ocasiones, vivan al filo de la navaja, económicamente hablando, por supuesto. Esto lo digo sin quitarle méritos a Luis Raúl, que en lo que hace, es de lo mejor.
La primera vez que vi a Carlos Miranda actuar fue en la obra Calígula, una producción de Vicente Castro y que se escenificó en el patio interior del antiguo Convento de los Dominicos. Su trabajo de actuación fue simplemente memorable. Es uno de esos actores que dan mucho gusto verlo actuar y que la mala fortuna los ha condenado a vivir en este País que no valoriza a sus actores.
Tiempo después lo fui a ver al Colegio Universitario de Cayey en un unipersonal de pantomima. Al finalizar la presentación, formidable por demás, se dirigió al público y dijo algo parecido a esto: “Esto va a ser mi última presentación. He encontrado al Señor y ahora sólo actuaré para Él”. Fue como un bofetón. ¿Cómo es posible que un actor de ese calibre se retirara? ¿Qué tiene que ver lo religioso con la actuación? ¿Acaso en ambas ramas no se busca la perfección? La religión nuevamente pulseó para mantener su monopolio, el monopolio de la salvación. ¿Cuándo dejarán de meterse en la intimidad de los individuos?
Muchos años después, luego de que recorriera el sendero que entendió que debía recorrer, volvió a la actuación. Coincidimos en un proyecto, el de Ícaro de Tere Marichal. Al principio estaba receloso, esquivo, como tanteando el terreno. Lo normal cuando se enfrenta un director joven y poco conocido a un actor experimentado. Poco a poco decodificamos nuestros estilos de trabajo y todo comenzó a fluir –no el amor sino el proceso artístico.
Los que han trabajado con él lo describen como un animal, pero no en el sentido peyorativo de la palabra, sino reconociendo la cantidad de recursos con los que cuenta. Y verlo trabajar es verdaderamente alucinante. Aborda los personajes desde todos los ángulos a la vez. Lo experimenta todo: se deja llevar por el instinto, estudia las líneas, explora el subtexto de cada parlamento, estudia el contexto histórico y social, aborda el personaje desde los atributos físicos, desde su sicología, desde sus emociones, desde sus víceras pero todo a la vez. Junto a esto, es un compañero de escena solidario y paciente.
No podría decir que es el mejor actor del País porque eso sería pretencioso. Además de que no existe tal cosa como el mejor histrión, sino que cada proyecto tiene su encanto, y cada actor tiene la capacidad para hacer excelentes interpretaciones. A mí me gusta evaluar a los actores por los recursos que tienen para interpretar diferentes estilos de actuación y de personajes. Y en esto, Carlos es un camaleón. Eso sí, habla que se acabó. Y no para. Le surgen tantas y tantas ideas a la vez que necesita expresarlas todas. A mí, en lo personal, no me molesta porque trabaja bien, es respetuoso y se compromete con los proyectos.
Dirigirlo en la comedia Tu ternura Molotov es toda una aventura. Tiene unos momentos que son simplemente geniales y extremadamente graciosos. Los que quieran comprobar lo que digo, vayan a verlo en el escenario, tanto en el Luis M. Arcelay como en el Francisco Arriví. Lo único que espero es que este trabajo le sirva para que otros productores lo vean y contraten. Es de esos actores que uno tendría siempre en todos los proyectos.
La limosina que está reservada para él todavía no lo ha recogido. Quizás nunca llegue. Pero esto no importa mientras su auto lo siga llevando a los distintos escenarios.

10/08/2006

El “Sales tax” y otros cargos por servicio.
Por Pedro Rodiz

El próximo 15 de noviembre inicia el cobro de 7% a todos los productos de consumo y de servicio. Todos los productores de teatro tenemos que registrarnos en Hacienda. El proceso es muy sencillo. Se llena un insípido formulario en el que establece que somos comerciantes. Todos los productores hemos sido degradados a simples vendedores. Están los “hotdongueros” y nosotros. Claro, si lo que vendemos es fritangas y mondongo.
No solamente la gente que acude al teatro tendrá que preocuparse por su economía familiar sino que ahora, el tratar de distraerse va a conllevar más gastos. ¿Qué hacer? ¿No registrarse?
Al que cojan sin registrarse le impondrán una multa de $10,000. Y luego que se nos rían en la cara, dirán: “El registrarse era gratis”. Con $10,000 se hace una producción, una pequeña, con uno o dos actores, poca escenografía y una modesta publicidad, pero una producción digna. ¿Imagínense tener que pagar esa multa, cuando a duras penas en boletería, en un fin de semana con bastante público, se saca para pagar la nómina? Y eso que la libre expresión es un derecho constitucional, tanto en la Constitución de los Estados Unidos de América como en el Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Es decir, que para expresarse hay que pagar. La expresión cuesta un 7% y no lo pagaremos nosotros sino que lo pagará el escaso público que asiste a nuestras propuestas artísticas.
Al final del mes se llena una planilla y se envía el 5.5% al estado y el 1.5% al municipio correspondiente. Los productores de teatro con gusto vamos a contribuir para pagar los sueldos de los Jefes de Agencia Públicas, el estilo de vida de los Legisladores y los trajes de diseñador del Gobernador. También contribuiremos para que todos los funcionarios –funcionario es un término que de su raíz se deriva el funcionar, cosa que les ha olvidado hacer a estos trogloditas- pagaremos sus viajes, sus celulares, sus tarjetas de crédito, sus autos, sus choferes, sus gastos alegres y sus dietas. En fin, ¿dónde estamos los productores de teatro en esta cadena alimenticia llena de depredadores? Nosotros estamos abajo, por supuesto, y la vida nos ha puesto en el mundo para cargarlos, a ellos, que están en la cúspide. Hacer lo contrario es ir contra natura. No hacerlo es ir en contra de los designios de Dios.
Encima de eso, ¿no habían notado que tanto Ticket Center y Ticket Pop cobran al consumidor tres dólares por cargos por servicio? Si el costo de un boleto real es de $20, con el cargo por impresión de boleto cuesta $23. Pero si la obra es en el Centro de Bellas Artes de Santurce, ellos ya cobran tres dólares como cargo. Pero si el consumidor lo compra en uno de esos ticketeros le aplican $3 adicionales a los que les había cobrado el CBA. Con esto ya el boleto va por $26. Pero desde el 15 le aplicarán el 7%. Así que el boleto saldrá en $27.82. Más los $3 por el estacionamiento. Por lo general nadie va solo a la sala así que todo sale al doble. Esta pareja se sentará a ver una obra de teatro que para ellos es como una cajita de “Cracker Jacks” ya que lo que verán es una sorpresita, no saben lo que van a encontrar.
Y por supuesto, el espectáculo teatral estará tan caro, por tantos cargos e impuestos, que la gente acudirá en manada a auspiciar nuestras propuestas que son más importantes que hacer la compra.
¿Qué hacer en este caso? ¿Bajar los precios? ¿Hacernos de la vista larga? ¿Nada? Lo curioso es que da vez hay más espectáculos artístico-musicales en el Choliceo y cada vez están más caros. Pero a esos la gente no ha dejado de asistir. Esos productores sí que aumentan sus ganancias mientras que para nosotros lo único que sube son las deudas.

10/04/2006

Instrucciones para hacer una molotov
Por Pedro Rodiz

Lo más importante de la obra Tu ternura Molotov de Gustavo Ott es su pertinencia y actualidad. Vivimos en guerra. Los estadounidenses le han declarado la guerra al terrorismo. Por tanto, nuestros soldados también participan de esta guerra. Luego del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, nos percatamos de lo vulnerable que se ha vuelto el mundo. No hay lugar seguro. Independientemente de que nos opongamos a la guerra y que pensemos que la invasión a Irak sea una soberana estupidez, no es menos cierto que el terrorismo es un asunto serio y no se puede menospreciar. Son tiempos de inestabilidad motivado por la intolerancia, el fanatismo y las ansias de poder y destrucción. Los teatristas no estamos exentos de aportar, desde lo que somos y hacemos, a la paz mundial.
Esta comedia, que cada descubrimiento es como una bomba estilo Molotov, es incendiaria, provocadora y por tanto reflexiva. Es una risa amarga. Decía Pascal que: “todas las grandes diversiones son peligrosas para la vida cristiana; mas entre todas las que el mundo ha ingeniado, ninguna existe que haya tanto que temer como la comedia”.
Todo lo que quiero presentar está en el texto. Rico en imágenes y en provocaciones. Equívocos y líneas graciosas eso es lo que es el texto.
El lugar de acción es la casa de Daniel y Victoria. Un matrimonio que se va afectado por el pasado de cada cual. Mi interés es crear un ambiente en el que se le saque mayor partido a la relación, a los enredos de la trama pero sobre todo quiero señalar y ampliar los detalles que nos llevan al prejuicio contra los islámicos. Culpar a toda la comunidad musulmana por lo que hacen ciertos fanáticos de la fe es ser un obtuso.
Es necesario crear un ambiente contradictorio. Por un lado Daniel y Victoria quieren tener un hijo, lo cual significa nueva esperanza. Pero sus respectivos pasados los atan y los llena de desesperanza.

Una molotov con ternura
Por Pedro Rodiz

La obra lleva por nombre Tu ternura Molotov. Escrita por el dramaturgo venezolano Gustavo Ott. Daniel es un abogado exitoso y Victoria una periodista reconocida. Quieren tener un hijo. Su vida, al parecer, no tiene ningún problema grave. De repente llega un paquete por correo en el que contiene unos artículos que le pertenecen a Victoria. Ella los había perdido hacía 12 años en Nueva York. Se los devuelve el FBI. Esto desencadena una madeja de enredos en los que se presentan el pasado nebuloso de Victoria. Todo se complica porque Daniel, que creía que conocía todo sobre su esposa, ahora resulta que podría también ser una ¿terrorista? Victoria, para tratar de arreglar el asunto, decide comunicarse con una persona de su pasado. Al final, cuando todo parece resuelto, llega un segundo paquete en el que se revela el pasado nebuloso de Daniel.
Es un montaje que te hace reflexionar sobre la posición que tenemos referente al terrorismo. También nos muestra la estupidez de la guerra en Irak. Presenta los prejuicios que se tienen sobre la comunidad islámica en la que se les etiqueta como terroristas. Es una comedia incendiaria que te hará explotar, pero de la risa. Actúan:
Carlos Miranda como Daniel
Kisha Tikina Burgos como Victoria
Dirección Pedro Rodiz
Asistente de dirección y regiduría: Cristina Robles
Escenografía: Lorena Nazario
Relaciones Públicas y publicidad: Joa Tous
Luces: Kiko González
Todo lo demás bajo la producción de ADN-R

Se presentará en el Teatro Luis M. Arcelay de Caguas, del 27 al 29 de octubre de 2006. Viernes y sábado a las 8:30 p.m. y domingo a las 3:30 p.m.

También habrá funciones en el Teatro Francisco Arriví del 17 al 19 de noviembre de 2006 como parte del 42do Festival de Teatro Internacional. Viernes y sábado a las 8:30 p.m. y el domingo a las 4:30 p.m.

Para más información pueden llamar al (787) 292-7799. Me pueden escribir a adnrodiz@yahoo.com

10/02/2006

Las obras ignoradas
Por Pedro Rodiz

El fin de semana pasado se repuso, ante casa llena, la obra Máscaras afuera de Joselo Arroyo en el Festival de Teatro de Caguas. Eso no es noticia. Esa obra fue a participar a un Festival de Teatro en Cuba. Ya es noticia vieja. También fue considerada la mejor obra del Festival de Teatro Gay. Eso ya lo había mencionado. Lo que muy poca gente sabe, y eso sí es noticia, es que esa obra fue sometida al Certamen de Dramaturgia del Instituto de Cultura y no quedó nada. ¿Por qué una obra, que fue ignorada por una Comisión Evaluadora de Teatro, es un éxito rotundo donde quiera que se presenta?
Las dos obras ganadoras, a las que se les dio bastante dinero para que se produjeran, ya se estrenaron y nadie habla de ellas, y eso es lamentable. ¿Alguien recuerda el nombre de las ganadoras? Y esto no lo pregunto irónicamente sino con pesadumbre. Por otro lado, la obra El chicle de Britney Spears de este servidor, ganó una mención y que nadie se enteró, por cierto, está por estrenarse en enero del 2007 en el Teatro Coribantes sin ningún tipo de auspicio. ¿Curioso, no?
¿Por qué el Instituto de Cultura Puertorriqueña convoca a un Certamen de Dramaturgia, selecciona un segundo y un tercer lugar, dejando el primer premio desierto, -ofensivo por demás- hace una mención honorífica pero suspende la ceremonia, primero por el cierre del gobierno y luego... a saber, en la que reconocería los méritos de los ganadores al País? Como diría Cervantes: “Cosas veredes, Sancho”.


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