10/13/2006

Kisha del encanto
Por Pedro Rodiz

A Kisha Tikina Burgos la conocí cuando estudiaba en el Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico. Lo que me acuerdo de ella, en aquellos años locos, es que siempre estaba como aparte. La veía muy poco. Pero de lo que sí tengo claro es que era una despistada. Tan es así, que ella conserva el dudoso honor de que se le haya compuesto una canción en la que se le hacía referencia a eso. Tenía que ver con algo así como “Bienvenidos al mundo de Kisha”. Recuerdo que eso la prendía. Porque hasta coreografía le hacían.
Para ese tiempo coincidimos en el Teatro Rodante Universitario. Actuamos en Los melindres de Belisa de Lope de Vega, dirigida por Dean Zayas en su reposición número seis, y que recorrió medio país. También participamos en Sueño de una noche de verano de Shakespeare. Fuera de eso, tengo muy pocos recuerdos de ella. Sé que participaba en las obras del grupo Agua, Sol y Sereno, el mejor grupo de nuestros tiempos en hacer teatro popular. Par de años después la vi en la obra Una de cal y una de arena, del mencionado grupo y que para mí es la obra más espectacular de teatro callejero que he visto. Después le perdí el rastro. Pensé que se había dedicado a otra cosa, a hacer talleres, ser enfermera, qué se yo.
Entonces escuché que fundó el grupo Baobabs, en la que se dedicó a escribir, actuar, dirigir, producir, entre otras tareas, pero no le presté atención hasta que realizó la obra Nívia del Encanto, la misma que se presentó el fin de semana pasado en Caguas.
Verla en ese proyecto fue revelador. Cambió por completo mi forma de percibirla. De pronto ante mis ojos vi a una artista completa. La obra es un proyecto inmenso, con mucho de todo. ¿Ésta es la misma chica despistada que había conocido en el los pasillos de drama?
Su sentido estético, su intuición actoral, su compromiso social y cultural, su visión de mundo, su sensibilidad, en fin, todo ella me cautivó. Se ganó mi respeto –que es el más alto calificativo que le puedo brindar a otra persona. Hay que ser bravo de verdad para concebir, parir, lactar y criar un proyecto como el de Nívia del Encanto.
Como profesionales no nos habíamos reencontrado. Cuando cayó en mis manos la obra Tu ternura Molotov, de inmediato me imaginé a Kisha interpretando el personaje de Victoria. ¿Qué cómo surge esta premonición? Instinto. Y no me equivoqué. Durante los procesos de ensayos he podido comprobar que hay muchas cosas de Kisha en Victoria y mucho del personaje en Kisha. Y esa suerte no se encuentra todos los días.
Mirando hacia atrás me he percatado que ella es una actriz subestimada. Recorrió un largo camino para poder hacer lo que hace sobre el escenario. Es mejor de lo actriz de lo que ella misma se imagina. Y está en su punto. Se ve madura, -que no es sinónimo de vieja- segura de sí misma, con mucha disciplina y disposición. Es interesantísimo trabajar con una actriz que ha tenido que labrarse una carrera a fuerza de pulmón. En donde la vida, la conciencia, la experiencia y la sabiduría se combinaron para que sea lo que es hoy. Las vicisitudes de nuestro arte la han llevado a tener que recurrir a auto dirigirse, a confiar en su intuición, a explorar más allá de lo evidente. Eso mezclado con una dirección firme, exigente y embelequera como la mía se ha creado una experiencia explosiva, casi como una bomba Molotov.
Con quien ha logrado desarrollar una química escénica interesantísima es con Carlos Miranda. Y eso es lo más difícil de alcanzar entre compañeros, que no se conocían, y que tienen estilos de actuación diferentes. Verlos en escena es un privilegio, un deleite para los sentidos. Si los van a ver sabrán a lo que me refiero.
Eso sí, lo único que aún conserva intacto, es su despiste.


Free Web Site Counter