07/16/2006

ADN: Auspicia la dramaturgia nacional
Por: Pedro Rodiz

Quiero comentar sobre el ADN. Esto es un compuesto químico cuya función es transmitir la información genética de un organismo a otro. El ADN es vital para el desarrollo de cualquier especie. Si alguien comete alguna fechoría, se le puede identificar e inculpar por el ADN de un cabello. Si se le quiere devolver la vida a alguna especie ya extinta, lo que se necesita es su ADN. Si se realizara una clonación humana, tema que enfrenta una serie de debates éticos y morales, se recolecta el ADN del donante y comienza el proceso.
Traducido esto al teatro, lo que transmite la información genética de una puesta en escena es el texto. Todo lo que se necesita lo tiene el libreto. Aunque bien es cierto que es el actor el que realiza la mayor carga de trabajo, es el texto lo que le da coherencia a la representación. Y el donante lo es el dramaturgo. ¿De qué se nutre el escritor dramático? ¿Cuál es el genoma teatral? Las circunstancias políticas, sociales, económicas y culturales.
Dicen que no hay nada nuevo bajo el sol, que todo está hecho y dicho. Pero esto no es del todo cierto. Si bien es verdad que en la forma de representar ya se ha experimentado con todo o con casi todo, es en la combinación de recursos y elementos que hace que un proyecto artístico teatral sea único e irrepetible. Es ahí que interviene el escritor dramático.
El dramaturgo contemporáneo tiene la dicha (o la desgracia) de enfrentar los nuevos adelantos tecnológicos nunca antes vistos por la humanidad. Lo acelerado del proceso científico y técnico propicia un análisis más profundo. A grandes rasgos podemos mencionar la simple posibilidad de que se pueda duplicar o clonar a otro ser humano y esto supone nuevos retos. Ya no es importante cuestionar la existencia de Dios, ya el ser humano se cree Dios. ¿Cuántos “monstruos” se crearán o quedarán en el camino antes de poder clonar a un ser humano? ¿Qué se hará con esos seres vivos que son un punto intermedio entre lo abominable y lo humano?
Por otro lado está la contaminación planetaria. ¿Cuánto podrá resistir el mundo antes de que colapse? ¿La naturaleza nos pasará la factura por los daños? Parece que ya empezó porque cada vez los fenómenos atmosféricos son más violentos.
El combustible es uno de los mayores contaminantes, ¿durará el petróleo para siempre? De la forma en que se utiliza o se consume deberá durar unos 20 o 30 años más o menos. ¿Y después qué? ¿Surgirán otras fuentes de energía o será muy tarde?
El planeta tiene, en este momento, más habitantes que los que ha tenido en toda su historia y sigue en aumento. ¿Habrá suficiente alimento para todos? ¿Suficientes viviendas? ¿Suficiente agua potable? ¿Suficiente espacio para convivir con otras especies que son las que crean el balance ecológico?
Se estudia la posibilidad de establecer colonias de humanos en Marte. Los hijos de esas personas, ¿serán marcianos? Nuestros cuerpos son como son por nuestra relación-conexión con nuestro medio ambiente, por la distancia del planeta con relación al sol y por la gravedad, entre otras razones. ¿Acaso los niños humanos-marcianos no sufrirán algún tipo de mutación? El medio ambiente es otro. Esto supondrá cambios drásticos en la forma de ver y de relacionarse con el mundo o los mundos.
Las guerras del futuro, por ejemplo, ya no serán por territorios. Probablemente seamos ciudadanos del planeta con ¿una cultura global? Tampoco serán para defender “la democracia y la libertad”. Las guerras del futuro serán por el agua. El que tenga el control del agua tendrá el control de la región o ¿del planeta? Por otro lado cada vez están más contaminados nuestros cuerpos de agua. ¿No les parece relevante la obra Un enemigo del pueblo de Henry Ibsen?
Surgirán nuevas enfermedades, de las que no sabremos cómo enfrentarlas. Se busca con desesperación nuevos antibióticos. De hecho, tanto detergente antibacterial lo que ha acarreado es que las bacterias se vuelvan más resistentes y nuestros cuerpos más vulnerables.
Por otro lado las farmacéuticas producen medicamentos que sólo las grandes potencias pueden comprar, más no así las mal llamadas potencias del tercer mundo. ¿Evolucionaremos como especie? ¿Quién nos salvará, los niños índigos?
El dramaturgo es un ser con una sensibilidad especial. Está pendiente a todo lo que sucede en su entorno, tomando la temperatura ambiental para avisar o denunciar lo que nos atañe a todos.
Aparte de lo mencionado, hay que entretenerse mirando y participando de la vida en Puerto Rico. Por ejemplo, ¿no les parece sumamente sospechoso que por unas cuantas ventiscas de una tormenta tropical haya colapsado todo el sistema eléctrico? ¿Por qué si el país está lleno de agua no fluía la misma por las tuberías? La respuesta que dan las autoridades competentes es que no hay luz para hacer funcionar las plantas de tratamiento. Y yo me pregunto, si estamos la mitad del año en temporada de huracanes, ¿a nadie se le ha ocurrido en los últimos 50 años poner plantas eléctricas cerca de las plantas de tratamiento? ¿Es acaso un problema nuevo?
¿No les parece interesante que las uniones de trabajadores que se opusieron a las prácticas del gobierno pasado eran considerados héroes nacionales y ahora que se oponen a las medidas de esta administración los investigan en el Departamento de Hacienda y les radican cargos criminales por ser evasores contributivos? ¿No son las mismas uniones? ¿Hay una doble vara o es que estamos ante una nueva mordaza?
¿Qué pasó con Vieques? La marina todavía no ha limpiado el cagadero ese que dejaron. Dicen que aprobaron 20 millones. ¿Serán suficientes para remover el material radiactivo? Luego que la marina se fuera ya casi nadie se acuerda de la Isla Nena. De hecho, los otros días se quedó varada una lancha a un kilómetro de Fajardo. ¿Y las promesas que se hicieron para mejorar la calidad de vida de los viequenses? ¿Dónde están los que usaron a Vieques para adelantar sus intereses políticos?
Pero hay más. En este país se utilizó la figura de Sila M. Calderón como si fuera la Virgen Madre de Dios, que nos redimiría y la de Pedro Roselló como el Mesías, el Salvador. ¿A quién le oramos para que nos salve del desmadre administrativo que nos han dejado éstas dos divinidades?
Recientemente se descubrió que varios empleados civiles, en la base Roosevelt Road salieron con plomo en la sangre. ¿Plomo? ¿Civiles? ¿Cómo les pasó esto? ¿Quién va a responder por la salud y la vida de estos ciudadanos? ¿Quién está investigando esto? ¿Dónde está la prensa? ¿Haciéndole las relaciones públicas a los partidos políticos?
No han notado la gran cantidad de medicamentos nuevos que han salido al mercado. Los propagandistas médicos los llevan a los consultorios y los doctores no los regalan o nos lo recetan a nosotros. Y uno se los traga sin cuestionarse nada. ¿Será que todavía están experimentando con los puertorriqueños? ¿Quién investiga esto? ¿Dónde están los periodistas? Esto se parece a otro acto de la obra premiada Miénteme más de Roberto Ramos Perea. Todo esto, entre otros asuntos, que por falta de tiempo no puedo enumerar, es material nuevo y maravilloso para la dramaturgia nacional.
He pensado mucho en esto desde el año pasado, justamente después que el Instituto de Cultura Puertorriqueña me rechazara dos obras de teatro. Una la sometí como compañía y la otra al Certamen de dramaturgia. Nunca me explicaron las razones para rechazarlas… ni las pedí tampoco. Me dio mucho coraje, lo admito. Lo primero que pensé fue en dejar de escribir teatro y dedicarme a escribir cuentos. ¿No se supone que el Festival de Teatro Puertorriqueño sea para estrenar las obras de los dramaturgos? Si el ICP es el responsable de velar por el quehacer cultural niega la entrada a propuestas nuevas, ¿qué nos queda?
Luego me calmé. Decidí que no me iba a quedar callado y que tenía que hacer algo para quitarme el golpe. Hablé con dos amigos, Joselo Arroyo y Freddy Acevedo y les planteé lo siguiente: “Es necesario que se diga lo que se tenga que decir en el foro que nos correspondes, en el escenario”. Trabajamos dramaturgia colectiva. A mitad del proceso me preocupé por las repercusiones que esto traería. Y se los dejé saber a ellos, que si se querían retirar del proyecto yo lo entendería. Ni se inmutaron. Los tres estábamos convencidos de que había que hacerlo. Así surgió El Local. Trata de tres actores desconocidos, (desconocidos por no tener exposición en la prensa) compran un local para hacer teatro. Pero les va mal. Como no tienen recursos deciden pedir dinero al ICP pero tampoco ellos les ayudan. Terminan reconociéndose como si fueran los personajes de Los soles truncos de René Marqués. Luego de concluido este proyecto vino la paz a mi vida. Dije lo que tenía que decir y terminamos riéndonos de nuestras propias desgracias.
Ahora veo la situación de diferente manera. Era necesario que rechazaran las dos obras para que yo cambiara el enfoque. Algún día las podré montar, y claro, ese día voy a invitar al comité evaluador, o sea, a la junta asesora del teatro del ICP para que las vean y sacarles en cara de lo que se perdieron.
Actualmente estoy trabajando en otro proyecto de dramaturgia colectiva, con otros artistas. No puedo adelantar detalles porque el proyecto está en una etapa preliminar. Lo que si puedo adelantar es que la trama tiene que ver con Loíza.
No creo que lo que ocurre a nuestro alrededor sea para desanimar, al contrario, son buenas cosechas. Son buenos tiempos para las ideas. Es necesario sacar el ADN de nuestro entorno y ponerlo a reproducir una criatura nueva. Hay que dejarle saber a la gente que nos siga con nuestro ADN, o sea, que Auspicien la Dramaturgia Nacional. Si los dramaturgos no hacemos las denuncias, ¿quién las hará?


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