10/11/2006

La limosina de Carlos Miranda
Por Pedro Rodiz

Después de un ensayo en el Centro de Bellas Artes de Santurce, tanto Carlos Miranda como yo coincidimos en el estacionamiento con el comediante Luis Raúl. Éste acababa de salir de una función. Nos comentaba sobre que se le pinchó un testículo en medio del show, acto que le sacó punta de inmediato y que los asistentes pensaron que era parte de la rutina del “stand up comedy”. Nosotros, luego de reírnos de sus ocurrencias, vimos llegar una limosina. Luis Raúl se despidió y se montó en ella. Carlos se dirigió a su modesto auto. Instantáneamente tuve que comparar. El que debió subirse en esa limosina era Carlos Miranda. Ironías de la vida que hace que los actores talentosos, en ocasiones, vivan al filo de la navaja, económicamente hablando, por supuesto. Esto lo digo sin quitarle méritos a Luis Raúl, que en lo que hace, es de lo mejor.
La primera vez que vi a Carlos Miranda actuar fue en la obra Calígula, una producción de Vicente Castro y que se escenificó en el patio interior del antiguo Convento de los Dominicos. Su trabajo de actuación fue simplemente memorable. Es uno de esos actores que dan mucho gusto verlo actuar y que la mala fortuna los ha condenado a vivir en este País que no valoriza a sus actores.
Tiempo después lo fui a ver al Colegio Universitario de Cayey en un unipersonal de pantomima. Al finalizar la presentación, formidable por demás, se dirigió al público y dijo algo parecido a esto: “Esto va a ser mi última presentación. He encontrado al Señor y ahora sólo actuaré para Él”. Fue como un bofetón. ¿Cómo es posible que un actor de ese calibre se retirara? ¿Qué tiene que ver lo religioso con la actuación? ¿Acaso en ambas ramas no se busca la perfección? La religión nuevamente pulseó para mantener su monopolio, el monopolio de la salvación. ¿Cuándo dejarán de meterse en la intimidad de los individuos?
Muchos años después, luego de que recorriera el sendero que entendió que debía recorrer, volvió a la actuación. Coincidimos en un proyecto, el de Ícaro de Tere Marichal. Al principio estaba receloso, esquivo, como tanteando el terreno. Lo normal cuando se enfrenta un director joven y poco conocido a un actor experimentado. Poco a poco decodificamos nuestros estilos de trabajo y todo comenzó a fluir –no el amor sino el proceso artístico.
Los que han trabajado con él lo describen como un animal, pero no en el sentido peyorativo de la palabra, sino reconociendo la cantidad de recursos con los que cuenta. Y verlo trabajar es verdaderamente alucinante. Aborda los personajes desde todos los ángulos a la vez. Lo experimenta todo: se deja llevar por el instinto, estudia las líneas, explora el subtexto de cada parlamento, estudia el contexto histórico y social, aborda el personaje desde los atributos físicos, desde su sicología, desde sus emociones, desde sus víceras pero todo a la vez. Junto a esto, es un compañero de escena solidario y paciente.
No podría decir que es el mejor actor del País porque eso sería pretencioso. Además de que no existe tal cosa como el mejor histrión, sino que cada proyecto tiene su encanto, y cada actor tiene la capacidad para hacer excelentes interpretaciones. A mí me gusta evaluar a los actores por los recursos que tienen para interpretar diferentes estilos de actuación y de personajes. Y en esto, Carlos es un camaleón. Eso sí, habla que se acabó. Y no para. Le surgen tantas y tantas ideas a la vez que necesita expresarlas todas. A mí, en lo personal, no me molesta porque trabaja bien, es respetuoso y se compromete con los proyectos.
Dirigirlo en la comedia Tu ternura Molotov es toda una aventura. Tiene unos momentos que son simplemente geniales y extremadamente graciosos. Los que quieran comprobar lo que digo, vayan a verlo en el escenario, tanto en el Luis M. Arcelay como en el Francisco Arriví. Lo único que espero es que este trabajo le sirva para que otros productores lo vean y contraten. Es de esos actores que uno tendría siempre en todos los proyectos.
La limosina que está reservada para él todavía no lo ha recogido. Quizás nunca llegue. Pero esto no importa mientras su auto lo siga llevando a los distintos escenarios.


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