10/22/2006

Casi un palestino
Por Pedro Rodiz

Si lo ves por la calle, juras que es un palestino. Si lo ves en un aeropuerto, ruegas al cielo para que se monte en otro avión. Pero nada que ver. Criollo como la alcapurria, ese Arí Maniel Cruz.
Es cineasta por vocación. Cuando se habla con él, se tiene la sensación de que ha visto todas las películas del mundo. ¿Con qué tiempo? Ni idea. Porque para conseguirlo se necesita, por el mucho trabajo que tiene. Las ganas que dan es salir a un club de video a alquilar los miles de películas a las que hace referencia.
Da la apariencia de esos tipos que están frente a las discotecas, listos para darle una bofetá al más guapo. Pero es todo lo contrario, es pausado, no le gustan los revoluces, y todo su tiempo libre lo emplea o en ver cine, o en escribir guiones, o en grabar para Cultura Viva o para filmar sus proyectos. Lo que queda lo pasa con su compañera Kisha. Es un hombre de convicciones sólidas, fiel a sus principios y fajón como él sólo.
Le pedí ayuda para grabar tres segmentos que van incluidos dentro de la obra Tu ternura Molotov. Nos reunimos en El Obrero. ¡Imagínense! Hacía años, desde que estudiaba en la Iupi, que no visitaba ese sitio. Y él tampoco. Para los que no han comido ahí, es un chinchorrito, frente al Terminal de la AMA, en la avenida Barbosa de Río Piedras. Se come bueno y barato. Y te sirven como si fueras un obrero. Le expliqué lo que tenía en mente. Asustado, le pregunté cuánto me iba a salir la grabación, ya que sé cuán caro es. Con la tranquilidad que lo caracteriza me dijo:
- Yo no te voy a cobrar. El presupuesto que tienes, se lo das a los actores.
Así que podrán recrear mi cara de sorpresa. Y por supuesto que acepté. Es un trato más que justo. Esa es la clase de persona que es Arí.
Un domingo fuimos, literalmente al Bar de la esquina, en una calle de Santurce, a grabar. Él se había puesto deacuerdo con la dueña. Con la cámara en la mano, Kisha con el “boom”, Carlos Miranda de actor principal y yo de extra, como bartender, a lo Tarantino. Grabó la misma escena desde tres ángulos diferentes. Luego, por la noche, lo editó. Fue una grabación, tipo guerrilla: llegamos, grabamos y nos fuimos. Quedó estupenda. Y le va a dar un toque bien especial a la obra.
Yo no soy partidario de incluir cine dentro del teatro. A través de la historia se ha experimentado bastante con eso. La decisión de incluir la grabación surge por un asunto puramente técnico. La obra tiene mucho diálogo. Dejar que los actores lo dejaran todo en el escenario, iba a significar que ya al final iban a estar agotados. Y los necesito frescos y lozanos.
Para otro de los segmentos grabados, que se supone ocurra en Teherán, Irán, se puso a investigar. Resulta ser que esta cuidad, contrario a lo que nosotros creemos, es una gran metrópolis, muy occidentalizada. Así que a él se le ocurrió grabar la escena dentro de un auto, como si fuera en un tapón. Rápido le compré la idea porque rompe con los estereotipos que tenemos con los del medio oriente, en el que creemos que viven en el desierto, con camellos y en piscinas llenas de petróleo.
En fin, ha sido muy dedicado para con la producción. Máxime cuando está donando su talento. Ya quisiera tener un pozo de petróleo en el patio de mi casa para poder financiarle todos sus proyectos.
Así que, pensándolo bien, debe ser descendiente de palestinos. Como ellos pelea por un espacio que entiende le corresponde y que luchará, impulsado por todas sus convicciones del alma, para obtenerlo. Va hacia la tierra prometida. Va en busca de la meca… del cine.


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