02/27/2007

La villana
Por Pedro Rodiz

Cuando fui a ver la obra Los títeres de Cachiporra me enteré que el Teatro Rodante participaría del Festival de Teatro del Siglo de Oro Español en Chamizal, Texas. Viajarán con la obra La villana de Villegas de Tirso de Molina. ¿Qué importancia tiene esto? Más de lo que se imaginan.
Hace como doce años atrás, cuando pertenecía al Teatro Rodante Universitario, viajamos al mismo Festival. Para aquellas fechas, participamos con una obra de Tirso de Molina: La villana de la Sagra. Lo recuerdo todo claramente.
Dean Zayas nos comentaba que cuando ese Festival estaba en sus inicios, se competía. Habían dos categorías: profesional y universitaria.
Dean llevó, para esos entonces, la obra Los melindres de Belisa de Lope de Vega.
La producción arrasó con casi todos los premios, el mejor actor principal, mejor actriz principal, mejor dirección, mejor vestuario. Y también se llevó la mayor de las distinciones: “The Best Overall Productions”, por encima de las compañías profesionales.
Con los ojos llenos de ilusión y con las manos llenas con mi maleta y parte de la escenografía –todos cargamos pedazos de ella-, nos dirigimos a Texas, esta vez no para competir, la Universidad había recibido una invitación de honor.
El teatro donde se celebra el Festival es en forma de pirámide, es un sueño de teatro. Teníamos un día para montar, ensayar y presentar. Dean llevó el espectáculo completo: Loa, Primera jornada, Entremés, Segunda jornada, canciones, Tercera jornada y el Fin de fiesta. Yo salía en la Loa, en la obra y en el baile del Entremés.
Comenzamos el ensayo como a eso de las dos de la tarde. Durante el ensayo noté a Dean muy tenso, de hecho, ahora que lo pienso, nunca lo había visto tan nervioso. Al acabar el ensayo general, nos reunió para darnos las correcciones. Me dio muchas correcciones y pero terminó diciendo que no se iba a meter en mi interpretación del personaje. Cuando terminó de dar las correcciones de la Primera jornada, se viró, me miró y dijo algo así: “Pedro, es que me tengo que meter en la interpretación, estás haciendo, esto mal, y aquello mal y lo otro…” Nunca mejor ubicado el dicho de “trágame tierra”.
Ese momento fue trascendental para el desarrollo de mi carácter como artista. Tenía dos opciones: o me frustraba o resolvía. Y me dije a mi mismo: “si lo que estoy haciendo está mal, lo voy a corregir” Esto pasó después de que habíamos realizado montones de funciones el primer semestre, montones de funciones el segundo semestre, más las presentaciones que habíamos hecho por los pueblos. Y esa cogida de cuello me la daba tres horas antes de hacer un estreno en Chamizal.
Puse mi utilería en su lugar, me maquillé, me arreglé el vestuario y en esos instantes antes de la función, ensayé, ensayé, y exploré. Mis compañeros estaban a punto de matarme porque el micrófono del escenario, que daba hacia los camerinos, estaba prendido. Así que tuvieron que aguantarme. Demás está decirles que fue la mejor función que hice del personaje. Fue una gran lección. Y el maestro Dean Zayas, que sabía cuando presionar y a quién, me dio la clase de lo que debe ser un artista, que ante las adversidades, ante la presión, tienes que sacar lo mejor de ti o quitarte, no hay puntos medios.
Cuando la función se acabó, sentí por primera vez lo que es un aplauso de pie. La gente no paraba de aplaudir y de gritar, salimos otra vez al escenario como pasmados porque nadie había experimentado eso acá en Puerto Rico. Fue una sensación de placer casi orgásmica.
Luego vino el foro. Ahí entendí porque Dean estaba tan nervioso. Y es que allá, el ES el Profesor Dean Zayas, y es respetado como una autoridad mundial en montajes de teatro del Siglo de Oro. Él no quería fallar y nosotros no lo hicimos quedar mal.
Participamos en esa obra, y espero que la memoria no me falle, David López, Yamaris Latorre, Sergio Antonio, Olga Sesto, Frankie Miranda, Alfredo Galván, Roberto Gorbea, Ivonne Arriaga, Joselo Arroyo, José Montoyo, Joksan Ramos,- que decía como dos líneas en toda la obra-, Alexis Beltrán, Edna de Jesús, -que tocaba la mandolina-, y este servidor. La escenografía fue de Checo Cuevas, que también nos acompañó, y María Bertólez como coordinadora de vestuario,-que en toda su vida no ha planchado tanto como lo que planchó allá-, las luces estuvieron a cargo de Wanda Álvarez y regía Mayra Papaterra.
Tiempo después, Dean me comentó, con su característico humor, que siempre lo presentaban como el que se inventó una formula para montar Teatro del Siglo de Oro Español, y que él no se había inventado nada, que simplemente usó su sentido común, estudió las pinturas y los grabados, estudió las forma de los vestuarios, el mobiliario y dedujo cómo era que caminaban. Así que sus movimientos son en forma de S y de C para crear la gracia, y combinado con los versos, -que había que romper el sonsonete rítmico-, crea montajes alucinantes.
Y por supuesto que me enamoré de ese estilo de actuación. El que domine Siglo de Oro Español, puede actuar en cualquier obra y en cualquier estilo.
Hace unos años atrás volvieron a invitar al Teatro Rodante Universitario pero ya me había graduado. Dean me dio la oportunidad de dirigir la Loa y el Entremés de la obra Mañana será otro día. De esa experiencia no les puedo hablar porque no fui. Pero presumo que también fue un palo.
Así que cada vez que el Teatro Universitario asiste a Chamizal, representan a Puerto Rico, para orgullo de todos. Por cierto, los proyectos que Dean lleva, suelen ser lo más granado del Festival. Dean Zayas tiene un don para la dirección escénica. Pudo haber sido rico en cualquier parte del mundo pero decidió regresar a la Isla a pasar vicisitudes y malos ratos. Pero dejó un legado: sus estudiantes. Somos muchos los que le tenemos una gratitud eterna por compartir sus conocimientos.
Por último, cuando la gente en el extranjero ve sus montajes dicen maravillados:
“¿cómo hacen para romper el verso? Parece que hablan en prosa”.

02/25/2007

V de Victoria
Por Pedro Rodiz

Fui a ver la obra Los títeres de Cachiporra de Federico García Lorca a la Universidad de Puerto Rico. La dirección fue de la maestra de maestros Victoria Espinosa. El montaje se realizó al aire libre frente a la Torre de la Iupi. Parecía como si estuviera en un festival de teatro en el extranjero, por lo mágico del espectáculo. El público, de todo tipo, abarrotó la plaza y no era para menos.
No se sabe a ciencia cierta cuántos años tiene Vicky. Algunos, en forma de vacilón cariñoso comentan, que estrenó las obras de Sófocles. Su verdadera edad realmente importa poco. Lo importante, lo trascendental, es que todavía siga dirigiendo obras. ¡Y qué clase de dirección presentó! Ese montaje fue una escuelita de cómo se debe dirigir. Fue una dirección ágil, ingeniosa, refrescante, creativa, limpia, con composiciones interesantísimas, con dominio pleno de la técnica y de los recursos, que son esenciales para contar, de forma amena y efectiva, una trama.
En el artículo que escribí sobre Francisco Arriví expuse que existen hombres y mujeres que por su aportación a un país, se convertían en Hombre y Mujeres de Estado, y Victoria Espinosa indudablemente lo es una de ellas.
Es una de las personas más generosas que conozco. Se pudo haber refugiado en sus innumerables logros, -esta página jamás le hará justicia a todo lo aportado, al legado que nos continúa dando a nosotros los artistas, pero sobre todo, a los puertorriqueños-, tampoco este escrito tiene esa pretensión. Su generosidad estriba en que siempre está enseñando, ya sea en un salón de clases, dirigiendo una obra, y más que nada, con su ejemplo. ¡Ya quisiera que a su edad poder haber realizado una cuarta parte de su trabajo!
Quisiera mencionar aquí que los dos elogios más hermosos que me hayan dado en mi vida profesional, y que me inspiraron a continuar en la dirigiendo, me los dio Vicky. Y los dos me los dijo cuando aún era estudiante universitario.
El primero ocurrió luego de un montaje que hice al aire libre. La obra se titula Kasha y Devayani, escrita por Aravind Advantaya. Luego de que vio la puesta en escena, se me acercó y me dijo: “buen trabajo, colega”. Que ella, la mujer más intrépida de la historia del teatro puertorriqueño, la que se atrevió a romper con todos los estereotipos de su tiempo -no sólo por ser mujer si no por ser negra-, la que realizó los estrenos mundiales de dos obras de Lorca –Así que pasen cinco años y El público-, la que se adelantó en su tiempo, la que dirigía las obras de René Marqués y que su montaje de Los soles truncos ES el montaje que enmarca todos los montajes de esa obra, la que presentó desnudos artísticos en sus obras cuando aquí eso era impensable, la visionaria, la sacerdotisa que con su vida y ejemplo enseña que el teatro es un templo, me haya dicho colega… me elevó a una categoría que no merecía ni merezco.
El segundo elogio me lo dio luego de un montaje que realicé de la obra Ligazón de Ramón del Valle-Inclán en el teatro Julia de Burgos. Se me acercó y me dijo: “yo he visto montada esa obra de todas las formas posibles y jamás imaginé que existiese otra forma de montarla”. Y me lo dijo la directora más osada, talentosa y creativa que he conocido.
Me honra y me regocija conocerla. Verla caminar por la Iupi. Saber que está a punto de publicar su libro Lorca en mí y yo en Lorca, me conmueve. Que todavía sigua recopilando datos para su libro sobre la historia del teatro puertorriqueño contemporáneo, que incluye los montajes del teatro universitario, me estremece. Es un gozo que todavía la tengamos.
Los cristianos dicen que una persona está en victoria cuando vive con la gracia de Dios. Y nosotros los teatristas también vivimos con nuestra Victoria. Para ella un aplauso de pie y gritándole: ¡Bravo!

02/18/2007

Lo inédito se publicó
Por Pedro Rodiz

La semana pasada recibí una llamada de José Luis Figueroa, de Teatro Uno, para invitarme a la presentación de las obras dramáticas inéditas de Manuel Zeno Gandía que dirigió el maestro Dean Zayas en la Sala Experimental Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes.
La edición impresa contiene tres obras: El demonio son los celos o Un matrimonio a oscuras, Entre diez y doce y Federico Trenk. La puesta en escena consistía de las primeras dos interpretada por estudiantes del Teatro Rodante Universitario.
Ante la inesperada y agradable invitación, decidí devolverle el favor y pasé por la librería a comprar el libro. Y cuando hablo de librería me refiero a la Librería Isla. Sus dueños los son el propio José Luis junto Marvia López. La misma está ubicada en el casco de Río Piedras, en un segundo piso, arriba de una perfumería que ha sobrevivido a todos los embates de este pueblo.
Mi sorpresa fue mayor cuando llegué al lugar. La tienda la atendía el dramaturgo Abniel Marat. Me alegró mucho verlo. Hace tiempo que estaba fuera de las tablas debido a un asunto familiar. Me contó que está a punto de salir una edición que recoge varias de sus obras. ¡Enhorabuena!
La librería todavía huele a barniz. El sitio está recién estrenado. Abniel, tan ingenioso como tan franco, me explicó la división, en que por anaqueles, se colocaron los libros y los múltiples usos que se le pueden dar al local, como por ejemplo, como lugar de ensayos.
Lo interesante de esta librería es que tanto Marvia como José Luis, a la par, fundaron la Editorial Tiempo Nuevo. La misma es para publicar libros de teatro. Por tanto, publican, venden y montan obras. Ellos son muy laboriosos. Así que les auguro mucho éxito.
Una de mis pasiones son los libros. Invierto, de mi presupuesto familiar, una cantidad considerable al año para la compra de libros de todo tipo. Mi amor por la literatura, que no es lo suficientemente grande como para ser bibliotecario, pero si lo necesario como para trabajar en una Editorial. Ese ha sido uno de mis sueños. Se me adelantaron.
Al fin aparece una alternativa comercial para la publicación de nuestras obras de teatro. Y me consta que los dueños de la Editorial Tiempo Nuevo están sumamente comprometidos con la dramaturgia nacional. Imagínense, que hasta publicaron dos obras de Walter Rodríguez. Muy poca gente sabía que él escribió una obra que se titula La descomposición de César Sánchez y que tuve la oportunidad de verla representada en la universidad cuando era estudiante. Claro, no fue la versión original, no soy tan viejo. Fue una que montó mi querido amigo Manolo Castro.
Demás está decir que fui a ver las obras de Manuel Zeno Gandía. Me moría de curiosidad. Fue un montaje a tres lados. Impecablemente dirigida. Un trabajo limpio. Los jóvenes actores universitarios estuvieron muy bien.
La experiencia fue buena. Todo trabajo arqueológico es una buena oportunidad para disfrutar de lo que se escribía en ese momento histórico.
Según explicó el maestro y director Dean Zayas en el programa sobre las obras, y cito: “El teatro que hoy presentamos de Zeno Gandía no es una obra costumbrista, pero sí de ‘costumbres’ (en inglés ‘comedy of manners) y también lo que los españoles en el periodo neorromántico (1874-1881) denominan ‘alta comedia’. Atrás queda el melodrama y nos vamos acercando a un momento, que a pesar del uso común del verso, apunta hacia el realismo.”
Mi impresión de las obras, distanciándome del placer que me produce ver estos proyectos, es que a Zeno Gandía como dramaturgo lo prefiero como novelista. Aclaro que este comentario no le resta valor al trabajo, se trata exclusivamente de una apreciación.
Cabe destacar que La charca compite de tú a tú con las mejores novelas naturalistas del mundo. Y que conste, que este último comentario no es una opinión.

REDGUM
Por Pedro Rodiz

No están tratando de inventar la rueda. Ni siquiera son los primeros en hacerlo. Y por supuesto vendrán otros más atrevidos que ellos. Me refiero a una nueva página, Redgum, creada por unos colegas, y que está anclada en Myspace.com. La misma sirve para darle promoción a algunas obras de teatro: las mías.
Myspace.com se ha convertido en la alternativa real de promoción. Es ágil, directa, informal, pero sobre todo, divertida. Lo interesante es que uno tiene el control total del contenido. Es una mogolla en el que se funde el idioma inglés con el español, la imagen con la palabra, el vídeo con la caricatura, la música con el ruido. Es gratis y la puede acceder todo el que tenga Internet.
Lo de REDGUM surge porque queríamos buscar un nombre que fuera pegajoso. Y que más pegajoso que un chicle rojo. La idea del chicle la provoca la proximidad del estreno de la obra El chicle de Britney Spears, escrita por este servidor y que ganó una Mención Honorífica en el Certamen de Dramaturgia que auspició el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Así que por qué no usar algo con chicle.
La página, la que pueden acceder en www.myspace.com/redgumpr, está dividida en dos partes. Una parte exclusivamente de vídeos y la otra de imágenes.
Los vídeos se prepararon exclusivamente para promocionar otra de mis obras: Cualquier martes ceno en París, que estrena en marzo en el Teatro Coribantes. Se filmaron varias situaciones graciosas y poco a poco irán apareciendo en la página. Toda persona que se registre y que también tenga una página en Myspace, lo puede recibir directamente. Créanme, los vídeos son breves, apenas unos segundos, están bien locos y muy ingeniosos. La otra parte de la página se creó una especie de galería en “homenaje” a la princesa del pop, que últimamente está más loca que una cabra, y se llama El hamper de Britney, por aquello de poder depositar la ropita sucia, porque a ella le gusta quitársela con bastante frecuencia. Allí comenzarán a aparecer caricaturas y curiosidades de la nueva calva.
Este lugar es un oasis. Tratar de comprar la publicidad en los medios ya establecidos es inmoralmente caro. Y no necesariamente llega la promoción a las personas que uno quiere que llegue. Las compañías de teatro independientes tienen que hacer malabares para que la gente se entere de las producciones. O depender del buen corazón de algunos periodistas que te hacen el favor de publicarte algún comunicado de prensa.
Así que cuando quieran, dénse la vuelta por esa página. Allá, como es un espacio más informal, se presentará la publicidad. Por este blog, que es más formal, les daré más información detallada y de las experimentaciones que se hacen con los textos.

02/14/2007

¿La guerra de los “blogs”?
Por Pedro Rodiz

Da la impresión que Roberto Ramos Perea y este servidor nos hemos enfrascado en una guerra sin cuartel por el control de los puntos de “blogs”. Nada más lejos de la verdad. En lo personal, Roberto y yo nos llevamos muy bien. Mantenemos una relación cordial y de respeto mutuo. Mientras él me siga nombrando Pedrito y yo a él Roberto, no hay problemas. Cuando comencemos a llamarnos de otra forma, esto se jodió.
Roberto se ha convertido en un colaborador de esta bitácora. Esto surgió de manera espontánea. Y me parece que él coincidirá conmigo que el teatro puertorriqueño en general pasa por una especie de marasmo, de un pesimismo colectivo del que se nos está haciendo difícil salir. Nunca antes fue tan profético el relato de que si pones a una langosta en una olla de agua hirviendo tratará de escapar, pero que si le vas calentando el agua poco a poco termina cocinada sin luchar. Estamos sumergidos en una olla, cocinándonos a fuego lento.
No podemos perder las esperanzas. Las crisis son cíclicas. No permitamos que el pesimismo nos paralice. Podrán cerrarnos los teatros, podrán quitarnos el financiamiento, el público podrá escasear, pero nadie nos quitará las ganas de hacer y de decir lo que tengamos que decir y hacer. En el artículo anterior, Más, presenté una situación histórica para explicar la intervención de un director en una obra, con los escasos detalles que tenía a la mano, -y así mismo lo hice saber, que podrían ser cuentos de caminos-. En los comentarios, Roberto aclaró y amplió la información sobre la intervención de Leopoldo Santiago Lavandero sobre la obra de Manuel Méndez Ballester. Era necesario que se supiera esa información, porque contiene una proyección histórica.
Me hizo pensar en cuánta información existe de la tradición oral, y de primera mano, que no está documentada ni en los libros de Angelina Morfi, ni en los de Emilio Pasarell, ni en los de Antonia Sáez, ni en la tesis doctoral de Myrna Casas. Parten de las conversaciones espontáneas que Roberto ha sostenido con nuestros grandes dramaturgos a través de los años. ¿Quién ha documentado eso? Eso es parte de nuestra historia del teatro y se está perdiendo. Al leer los comentarios, con un interés voraz, inmediatamente comprendí que esos relatos no se pueden perder. Todos tenemos derecho a conocerlos. ¿Y quién mejor que él que además es el custodio del Archivo Nacional de Teatro y Cine?
Así que le hago una exhortación al distinguido compañero Roberto Ramos Perea a que nos cuente, por ejemplo, sobre las conversaciones sostenidas con Manuel Méndez Ballester, que podría incluir su concepto de dirección de la obra Tiempo Muerto. También podría comentar en su blog sobre la obra La muerte no entrará en palacio de René Marqués, del por qué aún no se ha estrenado en Puerto Rico, de su reunión secreta con Luis Muñoz Marín y del nacimiento de la obra Los soles truncos. Es fascinante ese cuento. Podría incluir parte de las reflexiones que compartió con Francisco Arriví. De las legendarias “discusiones” que tuvo René Marqués con Victoria Espinosa por los conceptos de montajes. Es más, podría hablarnos de cómo concibió la adaptación para teatro del Inspector. Sería interesantísimo conocer sobre la experiencia del montaje de la obra Avatar en Oriente. De sus conversaciones con los grandes dramaturgos latinoamericanos, que son sus buenos amigos, en fin, son tantos los relatos, que no están documentados que podría presentar. Todo esto es una información extra periodística. Ni la prensa ni los historiadores se han interesado en investigar, pero que todos tenemos ansias de conocer.
Esto no se trata de que si el “blog” de Roberto es mejor que el mío, o que si el mío es mejor que el de Roberto. Esto no es la guerra de los “blogs” para ver quién tiene el sable de luz más potente. Esto de lo que se trata es que ahora la gente tiene dos opciones para leer sobre el teatro puertorriqueño, dos nuevas herramientas.
Quisiera enterarme de la historias de los nuestros. Eso sí es importante. Además es una manera ingeniosa, creativa e interesante de promocionar las obras. Ya me hartan los esqueléticos comunicados que me llegan a mi correo electrónico.
Los “blogs” son las revistas del futuro, hoy. Lo que allí se escriba, lo leerán en cualquier parte del planeta y perdurará hasta que haga implosión el ciberespacio.
Creo que es hora de llevar estos “blogs” a otro nivel.

02/13/2007

Más
Por Pedro Rodiz

En días recientes fui a ver la obra Lucas y Lucía de Carlos Vega al teatro del Ateneo Puertorriqueño. Entendí que lo más correcto era ver ese proyecto primero, a pesar de la variedad de ofertas teatrales que se presentaban en ese fin de semana, porque era una propuesta nueva y del patio. Yo no voy a hacer una reseña ni una crítica de la puesta en escena, yo no soy crítico teatral, ¡Dios me libre de semejante maldad!
Cuando voy a ver una propuesta teatral, lo que más me interesa, por encima del montaje, es el texto. Eso es una manía que no he podido quitarme. La única excepción son las obras de Broadway, a las que voy a ver únicamente por los efectos especiales y/o escenográficos, es decir, por el espectáculo.
Por eso debo enfatizar que me quedé con las ganas de ver más. La obra duró apenas unos cincuenta y cinco minutos y entiendo que la trama aguantaba mucho más. Deseé seguir viendo el desarrollo de la historia y el crecimiento de los personajes. El texto, y ese es mi parecer como espectador, no debió terminar como terminó. Desde mi punto de vista fue un final abrupto y hasta cierto punto, no le hizo justicia a la pieza.
No me malentiendan, la obra tiene muchas posibilidades y el rato que estuve, lo disfruté mucho. Lo que pasa es que quedé con la sensación de que ese final no se parecía a un final que, quizás, pudo haber sido la transición para un segundo acto. Es difícil hablar sobre un final de una obra sin comentar de qué trata la trama. En síntesis, una pareja joven trata de sobrevivir en un país que cada día aprecia menos a sus artistas y con una economía que en cada momento ahoga más a los que quieren hacer la diferencia en la calidad de vida de los ciudadanos. Al final, cada cual toma la decisión de continuar por su lado, pero la forma de presentarlo fue por medio de una narración. Y no quería que me contaran nada, quería verlo sobre el escenario. ¿Qué pasó después? ¿Se volvieron a encontrar? Es más, ¿qué hubiese pasado si ella hubiese regresado al apartamento un año después? Claro, probablemente sería otra obra.
Aclaro que estos comentarios los hago con el mayor respeto posible, sabiendo que lo que expreso es un atrevimiento de mi parte porque él no me ha preguntado mi opinión sobre la obra y a lo mejor él está complacido con el resultado.
Por lo cual no dejo de preguntarme: ¿cuándo es que una obra de teatro está terminada? ¿Quién lo decide? ¿El dramaturgo? ¿El director? ¿Ambos? ¿Los actores? ¿El público?
Me parece que un libreto no está terminado hasta que se prueba en el escenario. Que pase por todo un proceso de ensayos, de experimentación, de exploración de posibilidades. Mientras tanto, no es más que un instrumento de trabajo.
Me acuerdo de un cuento que me hizo el gran dramaturgo argentino Mauricio Kartún cuando le mencioné que su obra La casita de los viejos era simplemente una obra genial. Y él me dijo que cada vez que la montaba le hacía cambios porque según pasaba el tiempo se le ocurrían nuevas ideas y que su madurez como persona le hacía ver el texto de manera diferente, enriqueciéndolo con esas experiencias de vida ya que él era una persona distinta a cuando concibió la obra. Y eso a pesar de que la obra está publicada. Que él no se cansaba de corregirla. Además de esto, pienso que la aportación del director es importantísima, porque éste ve los aciertos del texto, pero también le descubre las debilidades.
Si un director es talentoso, creativo y con deseos genuinos de que el resultado sea lo mejor, tendrá la encomienda de discutir su punto de vista con el dramaturgo y negociar, como creador que es, lo que irá al escenario. Negociación que debe darse en ambas direcciones. Y eso no es fácil. Todos los dramaturgos, como cualquier padre con un hijo, no le ven defectos a su creación. Esto lo digo porque me considero más director que dramaturgo. Así que quizás mi punto de vista está un poco viciado. Digo, tampoco los directores son muy fáciles que digamos.
También están los casos extremos. Por ejemplo, según cuentan, Leopoldo Santiago Lavandero le cambió el final de Tiempo Muerto de Manuel Méndez Ballester. Y eso lo hizo cuando don Manuel apenas era un dramaturgo que despuntaba y don Leopoldo era El gran director del momento. Y se atrevió con probablemente una de las mejores obras del teatro puertorriqueño. Los detalles exactos no los conozco, y de si esto es completamente cierto o si es simplemente un cuento de caminos. Lo utilizo de ejemplo para ilustrar que hay veces que el director se impone sobre el dramaturgo.
Por otro lado está el caso de René Marqués que escribió, hasta el hastío, todas las acotaciones que debían regir la puesta en escena, impidiendo así que el director pueda utilizar algún concepto innovador. Lo cual pregunto, ¿y cuándo se va a experimental con sus obras? Sería interesantísimo que Los soles truncos lo actuaran hombres, por mencionar una posibilidad. Pero creo que moriré primero de viejo antes de ver esto.
Así que en el caso de Lucas y Lucía, sería una buena oportunidad para que Carlos revise el texto y decida si lo que se presentó en escena era lo que deseaba o si hay espacio para mejorarlo. Si él está conforme, que no se hable más del asunto.

02/11/2007

Hombre de Estado
Por Pedro Rodiz

Existen hombres y mujeres, que por su aportación a un país, no importa la rama, dejan de ser individuos privados y se convierten en Hombres y Mujeres de Estado. Es el más alto escalafón al que puede aspirar un ciudadano. Estos hombres y mujeres dejan un legado que se convierte en la ruta a seguir de las siguientes generaciones. Y este es el caso de Francisco Arriví.
Algunas personas mueren y se les olvida rápido. Hay otras, que con su fallecimiento, desencadenan una energía creadora que impulsa replanteamientos sobre la forma acomodaticia en que se vive. Él vivió con el deseo que ver floreciente una industrial teatral. Estamos muy lejos de eso. Cada cual hala para su propio lado. No hay una agenda definida de hacia dónde debemos llevar al teatro puertorriqueño.
Pero lo que me llenó de regocijo fue que en el día de su muerte, se presentara una oferta de proyectos teatrales, que es tan vasta como variada, como hacía años que no veía. Así que su muerte pudiese convertirse en el nacimiento de una nueva esperanza para las producciones del patio. Y espero que el público lo reciba de la misma manera.
Lo que no pude entender fue la poca asistencia al funeral de Arriví. Lo menos que se podía hacer es declarar un duelo nacional oficial. Es como si la gente, y hasta el mismo gobierno, no se identificara con él. Y eso es lamentable por demás. Aunque fue bien reseñado por la prensa escrita, ¿fue suficiente?
¿Conoce la gente del legado de don Paco? ¿Qué se está haciendo en los salones de clases de español de las escuelas, tanto públicas como privadas, para evocar a nuestros grandes hacedores de teatro? ¿Qué hacemos los maestros de teatro para difundir su trabajo? Es evidente que lo que se hace no es suficiente.
Siempre recuerdo, con pesadumbre, que el curso que se da en la Universidad de Puerto Rico, que no es uno de historia, si no que es uno que lleva el nombre de Panorama de Teatro Puertorriqueño, y electivo para colmo, a duras penas asistíamos unos cuantos gatos. Si a los que estaban y están estudiando teatro no les interesa conocer su historia, ¿a quién le va a importar?
A don Paco no tuve el honor de conocerlo. Siempre me lamenté de eso. Sólo conozco su trabajo. Se atrevió a plantear temáticas controvertibles. Habló sobre el racismo, cuando todavía en nuestros tiempos, se trata el tema como algo que no es real.
Hasta el día de hoy me molesta que el Centro de Bellas Artes, que del que fue su autor intelectual, no lleve su nombre. Menos mal que en el Instituto de Cultura Puertorriqueña se dieron cuenta de la metida de pata y nombraron al antiguo teatro Matienzo con su nombre.
Así que, con la bandera a media asta, me despido de un visionario. Que su muerte nos estimule a reflexionar sobre la importancia de encaminar al teatro puertorriqueño hacia un mismo rumbo. Y que no se quede en pensamiento, que se pase a la acción. Y lo hagamos todos juntos, como si entonáramos el himno de la Universidad de Puerto Rico.

02/08/2007

XXX
Por Pedro Rodiz

Está próximo a iniciar el XXX Festival de Teatro del Ateneo, que no es lo mismo que el Festival de Teatro (Triple) XXX. Del mismo me llama la atención tres cosas: que se le dedica el mismo al Teatro Nuyorican, la inclusión de dos obras de Carlos Vega y la muestra de Teatro Escolar.
Lo del teatro nuyorican me parece muy acertado. Los que no tenemos la oportunidad de viajar a Nueva York con frecuencia, nos beneficiaremos de este intercambio. Y digo intercambio porque vienen tres producciones: La gringa de Carmen Rivera; Las sillas y el Asalto de Aleyda Morales y los Nenes de mamá de Cándido Tirado; y una lectura dramatizada, Pelaje, de Migdalia Cruz.
Lo que sí me pareció extraño es que si se va a hacer una muestra del teatro de los del otro lado del charco, ¿por qué ni Roberto Ramos Perea ni Edgar Quiles eligieron obras de allá? En cambio Roberto montará una adaptación de Nicolai Mogol, El inspector, y Quiles hará una versión libre de La Orestiada de Esquilo. Creo que era una excelente oportunidad para que seleccionaran alguna obra de algún nuyorican. Digo, porque obras demás habrán, ¿no?
Para el dramaturgo Carlos Vega hay que hacer una distinción aparte. Yo juraba que Roberto Ramos Perea era el que más obras estrenaba en Puerto Rico. Pero qué equivocado estaba. El que más monta obras es Carlos Vega. Lo menos que estrena son cuatro obras al año. ¡Es una máquina de escribir! ¿De dónde le surgen tantas ideas? Y lo que es más asombroso aún, ¿cómo convence a tanta gente para que se las produzcan? ¿Cómo lo hace? ¿Cuál es el truco? Esto suena a envidia, ¿verdad? ¡Es envidia!
La primera obra que va a estrenar, y es en este fin de semana como una adhesión al Festival, es Lucas y Lucía. Me imagino que lo de adhesión es porque no podía presentar dos obras en un mismo festival, eso sólo lo puede hacer Roberto. Y la otra obra es La asesina. Cabe señalar que Carlos Vega escribe, y esto confesado por él mismo, “para poder actuar”. Es decir, que el es un actor que escribe. Y esto me parece, más que correcto, simpático. Cada cual se busca las habichuelas como pueda. Pues, que disfrute el guiso. Un comentario de júbilo es que la obra de Carlos es la primera de la dramaturgia nacional que se estrena este año. Así que para mí, con Lucas y Lucía, se inicia la temporada de teatro puertorriqueño y la del Festival del Ateneo.
Lo que sí me pareció desacertado es la inclusión del teatro escolar. Un Festival que lleva tanto tiempo, y que es el laboratorio para la experimentación y la vanguardia, lo que hace con estos trabajos de escuela, es degradarlo. No porque las obras escolares sean malas o porque sea un problema que el Ateneo las patrocine, es que cada cosa tiene su lugar y su espacio. El teatro escolar tiene su mérito. Pero ése no era el foro. Si el Ateneo Puertorriqueño deseaba premiar estos trabajos, debió separarle unas fechas fuera del Festival. Si ellos usan ese teatro como seis meses nada más, siete como mucho. Fechas demás tienen para que se presenten obras aficionadas. Es más, deberían sacar una temporada para eso mismo, para patrocinar al teatro escolar. Pero mezclarlo con el otro teatro, con el profesional, no me parece propio. El mensaje que envían, no es que las obras escolares están al mismo nivel que las profesionales, si no que las profesionales están al nivel de las escolares. Y estoy convencido de que esa no era la idea. Y cada cosa tiene su tiempo, su espacio y su curso.
El que mucho aprieta poco abarca. Toda la atención debió recaer en el Teatro Nuyorican. En fin, digo esto conciente que no me incumbe las decisiones de los organizadores del Festival. Ellos hacen con el mismo lo que les salga de forro. Es de ellos.
Pegaron dos de tres, es un buen por ciento.

02/06/2007

Razones para seguir fumando
De: Pedro Rodiz
(Con motivo de que el próximo 2 de marzo de 2007, el Gobernador de Puerto Rico pretende implantar una ley en la que se prohibe fumar prácticamente en cualquier parte, les presento este artículo que escribí en la maestría.)

Este artículo es solamente para fumadores. Si no fumas, deja de leer. Pero te advierto que es necesario leerlo con un cigarrillo en la mano. Préndelo. Si estás en un lugar abierto, métete uno que no lo sea. Si puedes cerrar las ventanas mejor. Viola la ley, ¡qué importa!, inhala. Siente el humo. Aguántalo dentro. Mientras más resistas, mejor. Es necesario poblar de brea, lo más rápido posible, a los pulmones. ¿No sientes el cianuro? Sí, brea, negra, como la de la calle, ¡qué rico! Tenemos derecho a matarnos lentamente. ¿A quién le importa? Ahora exhala. Ahora date otro pase de humo, avanza, es necesario que te sientas un poco mareado.
No puedes hacer trampa, tienes que acabarlo lo antes posible. Para que prendas otro. Si tienes hijos, mételos contigo en ese espacio cerrado. Es bueno que aprendan desde chiquito. Pero no le des un cigarrillo, les das a probar del tuyo. Que se consigan su propio dinero para sus cigarrillo, tú necesitas el dinero para comprar los tuyos. Si pudieses conseguir a una mujer que esté embarazada para echarle el humo en la cara, eso sí que sería estupendo. ¡Qué se acostumbre esa criatura al placer de fumar! Si el bebé nace antes y enfermo mejor, así el gobierno te proporcionará más dinero, lo que significa que tendrá el dinero suficiente para seguir tus pasos. Eso es ser un modelo.
Si comienzas a sentir taquicardia, súper. Eso quiere decir que está funcionando. No vayas al médico. Dinero que pagues, es dinero que no tendrás disponible para la cajetilla. El médico es rico, tú no. Así que te fumas otro. Ese dolorcito de pecho, con un eructo se te quita.
Sigue fumando. Tú tienes derecho. No les hagas caso a las personas que dicen que te vas a morir. Todos nos vamos a morir algún día. El mundo está sobre poblado. Es necesario ayudar a bajar el número de la humanidad, y esa es tu razón de ser en la vida: fumar para que queden menos personas. Eres un ángel de Dios, el segundo jinete del Apocalipsis. Ese acto desinteresado de aniquilar la humanidad es un don divino. Eso te convierte en un terrorista, casi como Osama Bin Laden.
Cada vez que compras una cajetilla de cigarrillos, contribuyes con los dueños de estas grandes tabacaleras. Ellos tienen que mantener sus estilos de vida. ¿Quién eres tú para atentar contra sus intereses? Acaba de una vez con ese cigarrillo que tienes en la boca, no ves que tienes que fumar otro.
La vida es corta, aprovecha. Si te sientes un poco asfixiado, es que es tiempo de que te metas otro en la boca. No te tardes, que somos muchos los que te esperamos en el cementerio. Aprovecha para despedirte de los tuyos y de asegurarte de que sigan tus pasos para que disfrutemos todos en familia. Mientras más fumadores hayan, mejor.

02/01/2007

Rugido
Por Pedro Rodiz

Es polémico. No habla, ruge. Es de convicciones fuertes. Su larga barba evoca a los próceres. Es apasionado y de armas tomadas. Es todo intensidad. Por supuesto que hablo de Roberto Ramos Perea.
Él está dirigiendo la obra Rumores de Neil Simon y en la entrevista que le hacen habla más sobre su descontento por el entorpecimiento del Gobierno en la gestión teatral que de la puesta en escena. El periodista, que parece que conoce de la pata que cojea, es decir, que sabe tirarle la cascarita para que despotrique y cuente lo que le atormenta el alma, le pregunta sobre cómo esa obra va a ayudar a que las nuevas generaciones de puertorriqueños se beneficien del teatro. Y él, que no es tonto, que sabe que las obras de Simon van dirigidas a cierto público, le responde hábilmente que para eso están los proyectos que se presentarán en el Ateneo Puertorriqueño.
Roberto es de esas personas que despierta pasiones en las personas que lo escuchan, ya sean positivas o negativas. De hecho, la gente o habla bien o habla mal de él. No hay puntos medios.
Le reconozco que es de los pocos que tienen los cojones para decir lo que piensa, y en el foro que sea. Casi nunca estoy de acuerdo con su forma de expresar sus indignaciones pero casi siempre concuerdo con sus posturas.
En lo personal, le tengo mucho aprecio. Siempre ha sido muy respetuoso conmigo. No me gusta su forma de dirigir, lo prefiero como dramaturgo. Y sus obras se han traducido en los lugares más remotos, para envidia de algunos y para orgullo de todos. De las obras que le he visto y/o leído, la que más me gusta es una que se llama Besos de fuego. No es la más conocida ni la más representada. Pero la obra es una joya.
Para el 1997 tuvo la visión de traer a los mejores dramaturgos de América en el II Congreso de Dramaturgos Latinoamericanos, del cual fui partícipe. Conocer a todos estos señores fue una experiencia única y que me marcó profundamente.
Roberto es un enamorado de la dramaturgia nacional. Y suele ser muy generoso con los dramaturgos jóvenes. No sólo les facilita el acceso a los Festivales del Ateneo, sino que también les publica sus obras y habla de ellos en foros internacionales. ¿Quién más hace eso? Nadie.
Es un lector voraz y disciplinado. Su lectura es sumamente aguda. Una vez sometí un texto para un certamen de monólogos. La regla indicaba que tenía que presentarse con seudónimo. Cuando leyó el mío dijo: “este texto es de Pedrito”. Siempre me dice Pedrito. ¿Cómo supo? Todavía sigue siendo un misterio.
Además de escribir sus obras, de adaptar novelas a teatro, de dirigir piezas propias y de otros, se dedica a investigar y a descubrir obras inéditas de dramaturgos olvidados de tiempos lejanos. Y créanme, el País está en deuda por esta gesta. Ha hecho descubrimientos importantes y transcendentales.
Demás está mencionar que no fui a ver Rumores. No puedo pagar ese boleto. Además, si voy a sacar dinero del presupuesto familiar, prefiero hacerlo para ver una obra del patio. Es más, para ver una de las obras que se presentan en el Ateneo. No tengo problemas con las obras extranjeras, ya me he expresado sobre eso.
Me divierte mucho escucharlo hablar. Es sumamente interesante. Y eso lo digo en serio. Cuando ruge, todos tiemblan… bueno, por lo menos todos lo escuchan.


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