02/11/2007

Hombre de Estado
Por Pedro Rodiz

Existen hombres y mujeres, que por su aportación a un país, no importa la rama, dejan de ser individuos privados y se convierten en Hombres y Mujeres de Estado. Es el más alto escalafón al que puede aspirar un ciudadano. Estos hombres y mujeres dejan un legado que se convierte en la ruta a seguir de las siguientes generaciones. Y este es el caso de Francisco Arriví.
Algunas personas mueren y se les olvida rápido. Hay otras, que con su fallecimiento, desencadenan una energía creadora que impulsa replanteamientos sobre la forma acomodaticia en que se vive. Él vivió con el deseo que ver floreciente una industrial teatral. Estamos muy lejos de eso. Cada cual hala para su propio lado. No hay una agenda definida de hacia dónde debemos llevar al teatro puertorriqueño.
Pero lo que me llenó de regocijo fue que en el día de su muerte, se presentara una oferta de proyectos teatrales, que es tan vasta como variada, como hacía años que no veía. Así que su muerte pudiese convertirse en el nacimiento de una nueva esperanza para las producciones del patio. Y espero que el público lo reciba de la misma manera.
Lo que no pude entender fue la poca asistencia al funeral de Arriví. Lo menos que se podía hacer es declarar un duelo nacional oficial. Es como si la gente, y hasta el mismo gobierno, no se identificara con él. Y eso es lamentable por demás. Aunque fue bien reseñado por la prensa escrita, ¿fue suficiente?
¿Conoce la gente del legado de don Paco? ¿Qué se está haciendo en los salones de clases de español de las escuelas, tanto públicas como privadas, para evocar a nuestros grandes hacedores de teatro? ¿Qué hacemos los maestros de teatro para difundir su trabajo? Es evidente que lo que se hace no es suficiente.
Siempre recuerdo, con pesadumbre, que el curso que se da en la Universidad de Puerto Rico, que no es uno de historia, si no que es uno que lleva el nombre de Panorama de Teatro Puertorriqueño, y electivo para colmo, a duras penas asistíamos unos cuantos gatos. Si a los que estaban y están estudiando teatro no les interesa conocer su historia, ¿a quién le va a importar?
A don Paco no tuve el honor de conocerlo. Siempre me lamenté de eso. Sólo conozco su trabajo. Se atrevió a plantear temáticas controvertibles. Habló sobre el racismo, cuando todavía en nuestros tiempos, se trata el tema como algo que no es real.
Hasta el día de hoy me molesta que el Centro de Bellas Artes, que del que fue su autor intelectual, no lleve su nombre. Menos mal que en el Instituto de Cultura Puertorriqueña se dieron cuenta de la metida de pata y nombraron al antiguo teatro Matienzo con su nombre.
Así que, con la bandera a media asta, me despido de un visionario. Que su muerte nos estimule a reflexionar sobre la importancia de encaminar al teatro puertorriqueño hacia un mismo rumbo. Y que no se quede en pensamiento, que se pase a la acción. Y lo hagamos todos juntos, como si entonáramos el himno de la Universidad de Puerto Rico.


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