02/01/2007

Rugido
Por Pedro Rodiz

Es polémico. No habla, ruge. Es de convicciones fuertes. Su larga barba evoca a los próceres. Es apasionado y de armas tomadas. Es todo intensidad. Por supuesto que hablo de Roberto Ramos Perea.
Él está dirigiendo la obra Rumores de Neil Simon y en la entrevista que le hacen habla más sobre su descontento por el entorpecimiento del Gobierno en la gestión teatral que de la puesta en escena. El periodista, que parece que conoce de la pata que cojea, es decir, que sabe tirarle la cascarita para que despotrique y cuente lo que le atormenta el alma, le pregunta sobre cómo esa obra va a ayudar a que las nuevas generaciones de puertorriqueños se beneficien del teatro. Y él, que no es tonto, que sabe que las obras de Simon van dirigidas a cierto público, le responde hábilmente que para eso están los proyectos que se presentarán en el Ateneo Puertorriqueño.
Roberto es de esas personas que despierta pasiones en las personas que lo escuchan, ya sean positivas o negativas. De hecho, la gente o habla bien o habla mal de él. No hay puntos medios.
Le reconozco que es de los pocos que tienen los cojones para decir lo que piensa, y en el foro que sea. Casi nunca estoy de acuerdo con su forma de expresar sus indignaciones pero casi siempre concuerdo con sus posturas.
En lo personal, le tengo mucho aprecio. Siempre ha sido muy respetuoso conmigo. No me gusta su forma de dirigir, lo prefiero como dramaturgo. Y sus obras se han traducido en los lugares más remotos, para envidia de algunos y para orgullo de todos. De las obras que le he visto y/o leído, la que más me gusta es una que se llama Besos de fuego. No es la más conocida ni la más representada. Pero la obra es una joya.
Para el 1997 tuvo la visión de traer a los mejores dramaturgos de América en el II Congreso de Dramaturgos Latinoamericanos, del cual fui partícipe. Conocer a todos estos señores fue una experiencia única y que me marcó profundamente.
Roberto es un enamorado de la dramaturgia nacional. Y suele ser muy generoso con los dramaturgos jóvenes. No sólo les facilita el acceso a los Festivales del Ateneo, sino que también les publica sus obras y habla de ellos en foros internacionales. ¿Quién más hace eso? Nadie.
Es un lector voraz y disciplinado. Su lectura es sumamente aguda. Una vez sometí un texto para un certamen de monólogos. La regla indicaba que tenía que presentarse con seudónimo. Cuando leyó el mío dijo: “este texto es de Pedrito”. Siempre me dice Pedrito. ¿Cómo supo? Todavía sigue siendo un misterio.
Además de escribir sus obras, de adaptar novelas a teatro, de dirigir piezas propias y de otros, se dedica a investigar y a descubrir obras inéditas de dramaturgos olvidados de tiempos lejanos. Y créanme, el País está en deuda por esta gesta. Ha hecho descubrimientos importantes y transcendentales.
Demás está mencionar que no fui a ver Rumores. No puedo pagar ese boleto. Además, si voy a sacar dinero del presupuesto familiar, prefiero hacerlo para ver una obra del patio. Es más, para ver una de las obras que se presentan en el Ateneo. No tengo problemas con las obras extranjeras, ya me he expresado sobre eso.
Me divierte mucho escucharlo hablar. Es sumamente interesante. Y eso lo digo en serio. Cuando ruge, todos tiemblan… bueno, por lo menos todos lo escuchan.


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