01/20/2007

Apagón
Por Pedro Rodiz

La pérdida de Hulbia Sánchez, tan rápida como repentina, me dejó un sendero de preguntas. Una vez, mientras realizaba el montaje de luces para una obra infantil que escribí y dirigí, se lamentaba, y con mucha razón, de que todavía no habíamos profesionalizado el teatro en Puerto Rico. Con esto no pretendía ser ofensiva con los artistas, ni mucho menos cuestionaba la entrega de éstos. Sino que hacía alusión a que no habíamos aprendido a hacer las tareas como se suponen que se hagan. Todo es para ayer, la paga es miserable, se grita o se ofende sin medir consecuencias, chismes, versiones encontradas, planificaciones a la ligera, falta de una metodología clara a la hora de implantar objetivos y prioridades, ausentismos sin justificación, tardanzas fastidiosas, múltiples compromisos a una misma hora, en otras palabras, se refería a que todo lo hacemos con las patas.
Soy de los que pienso que para que la gente te respete como profesional, hay que comportarse como un profesional. Ella dio muestra de ello. Era una persona paciente, de buen carácter, con una buena disposición, comprensiva con las limitaciones, pero sobretodo, sumamente talentosa. Y lo más importante: extremadamente respetuosa.
Leí todo lo que salió en los periódicos desde su deceso hasta la despedida en el Teatro Universitario. Compromisos profesionales me impidieron asistir a la velada en la UPR. Pero algo llamó mi atención. Algunas personas entrevistadas mencionaron la polémica del Teatro Universitario como una posible causa que precipitó su muerte. Me quedé frío. Hasta el momento, no he hecho ningún comentario sobre el particular, no porque no tenga una opinión formada, sino por respeto. Los problemas de la Universidad lo deben resolver los componentes de la comunidad universitaria, independientemente esté de acuerdo o no con los métodos o con los resultados.
Hacer teatro en este País ya presupone una presión brutal. Cuando viene una producción lo que predomina es la tensión y todos los involucrados, directa o indirectamente, la sentimos. Así que lo que estuviese viviendo en la Iupi, no le era ajeno ni extraño. Su vida profesional estuvo ligada a la universidad. Ese ambiente formaba parte del diario vivir. Así que los comentarios referentes a que si los choques entre universitarios y administración la afectó más de la cuenta, me parecen impropios y desacertados. Más parece que esas personas están tratando de adelantar agendas particulares a cuenta de ella. Ella tenía el temple y las herramientas para trabajar cualquier situación que conllevara presión. Una cosa no tiene que ver con la otra. Cualquier explicación médica siempre será insuficiente. Nunca entenderé por qué le ocurren estas cosas a la gente buena.
Estoy convencido de que el trabajo realizado es el que debe hablar por uno, y su récord profesional, es más que elocuente. Ahora le toca iluminar el mejor de los escenarios. Mientras nos dure el apagón de su partida, le brindo un aplauso de pie.


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