11/20/2006

Tiempos para reinventarnos
Por Pedro Rodiz

¿Cuánto público se necesita para hacer una función? ¿Con cuántas personas no se puede presentar? En una sala como la del Francisco Arriví, si van nueve personas, ¿se debe cancelar o se debe realizar?
El pasado viernes, en la presentación de Tu ternura Molotov, asistieron al teatro 10 personas. Recibí una llamada, ya que me encontraba en el Teatro Yerbabruja realizando una función de Complejo de Edipo, en la que me preguntaban si se cancelaba la obra. Tanto el personal técnico del teatro, como los de la producción se sentían incómodos ante el escaso público. ¿Qué debía hacer? ¿Cancelar la función? ¿Quién debe tomar la decisión: el artista o el productor?
Como productor tomaría en consideración que el teatro cuesta $500 la función, que hay que pagarle a los actores, técnicos y demás personal y que lo que se va a sacar en boletería no va a dar ni para pagar el estacionamiento de al lado. Como artista pensaría que las diez personas que asistieron, que sacaron de su tiempo para ver un espectáculo teatral, merecen el mismo respeto y dedicación que se le daría a tres mil. ¿Y si hubiesen asistido dos personas? Y si esas personas vinieran de lejos, con qué cara uno les explica que la función no se puede hacer ¿Es el público que asistió responsable por el que no apareció? Dominó el artista, la función se hizo.
¿Cómo se determina el éxito? ¿Por la cantidad de personas que asisten a una función? ¿O por la calidad del trabajo presentado?
Está más que claro prefiero las salas llenas a las salas vacías. Es una sensación extraordinaria, sentir a mucho público, disfrutar de la propuesta escénica.
Lo único que lamento de la función del viernes de Tu ternura Molotov es no haber estado ahí para darles ánimo a los actores. Yo tampoco tuve mucho público en Yerbabruja, ocho en total. Claro, en el espacio que estaba no se nota tanto como los diez gatos que estuvieron en el Francisco Arriví, que sí se pierden en el gran espacio de la sala.
Son tiempos difíciles. Yo pienso que si mi público es entre seis y diez personas pues hay que tratar de mantenerlos. No son muchos, pero son mi público. Lo importante es que salgan complacidos, que haya hecho felices a esas personas por el tiempo que duró la representación. Vincent Van Gogh murió pobre, enfermo y sólo. Pero sus obras son las más valoradas a nivel mundial.
La ruta es el camino del frente. Claro, tendré que hacer ajustes económicos, ya te hace un boquete en el bolsillo que no vaya casi nadie, pero me repondré. Son tiempos de reinventarse, no de esconder la cabeza en la tierra como el avestruz. Mientras hayan personas que me digan: "vamos pá' lante", pues voy hacia adelante. Si no se gana dinero, pues no se gana. ¿Qué hacer? ¿Dejar de hacer? No. Hay cosas que hay que hacer porque son un deber histórico.Si alguien me preguntara que por qué no regalé los boletos para llenar el teatro, yo le respondería que al precio que di la entrada, ya era un regalo. Nuestro trabajo cuesta, no es gratis. ¿Qué obra, en estos tiempos, cuesta diez dólares el boleto, incluyendo el “sales tax”? Ninguna. Nos tocó con la vorágine del IVU.
Por eso, aunque no gané dinero, tuve la satisfacción de montar la obra que quería, con los actores que quería, en el momento que quise. Y ese sentido de libertad, vale mucho. Ya se correrá la voz. Una de las ujieres, que son las personas que miden, obra tras obra, la calidad de las presentaciones, me dijo que Tu ternura Molotov era la mejor obra del Festival Internacional de Teatro. Y eso me llegó. Alguien supo apreciar el trabajo. Así que seguiré trabajando con entusiasmo. Hay que seguir mostrándoles a esos que sí vinieron, los talentos, los dones y las habilidades. Uno no sabe cuándo va a tocar a alguien. Lo terrible no es que vinieran pocos, sino los muchos que se perdieron de este gran trabajo.


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