11/13/2006

Salas vacías
De Pedro Rodiz

El sábado pasado fui a ver la obra Aeroplanos en el Teatro Coribantes. En sala habíamos como treinta personas. He escuchado, aunque no me consta, que otras producciones han corrido igual suerte. ¿Por qué la gente no va al teatro? ¿Las propuestas no son atractivas? ¿Demasiada oferta para la poca demanda? ¿Precios altos? ¿Promoción ineficiente? ¿Poco presupuesto? ¿A dónde se ha ido nuestro público?
Si esto sigue así, ¿quién va a querer producir teatro? ¿Quién les dará empleo a nuestros actores, directores, dramaturgos y demás personal del teatro? Ya no se trata de la autogestión, es decir, que los propios artistas creen sus propios empleos. Porque aunque lo hagan, es escaso el público que asiste a las salas. ¿Qué hacer? ¿Cambiar de salas? ¿Irse a espacios más pequeños? ¿Hacer monólogos o “Stand up Comedy” en las que se apague una vela? ¿Cargarle las maletas a Los Rayos Gama? ¿Solicitarle ayuda al Programa de Asistencia Nutricional?
Esta situación es insostenible, por no decir patética. Prácticamente los proyectos se sostienen por la ayuda que brinda el Instituto de Cultura Puertorriqueña con sus consabidos festivales, por Apoyo a las Artes –los que logran entender y llenan la propuesta correctamente, por Donativos legislativos – los que logran descubrir en dónde se solicita, y en algunas y raras ocasiones por el Departamento del Trabajo – los que logran encontrar la fecha de cierre para la solicitud, y por Productora Nacional – aquellos que fueron elegidos hasta la eternidad.
Me aterra el pensar qué sucederá cuando se implante el IVU, en el que innegablemente se estafará a todo el País, y en que la gente estará más preocupada en cómo cuadrará el mes, que a cual obra asistirá en el fin de semana.
El panorama luce desolador. Si alguien tiene alguna idea de cómo enfrentar este embate, pues éste es el foro para hablar.
Por lo pronto, alternativas como Coopar, la cooperativa de los trabajadores del teatro, cine, radio y televisión, se muestra como la resistencia más lógica. Unidos podremos mantenernos, separados sucumbiremos. Y fíjense que hablo de resistencia, casi rozando la subsistencia. Esos tiempos en que los actores y las actrices vivían del teatro suenan más a mitología griega que a otra cosa.
Si para los ya establecidos es difícil mantenerse, imagínense a los nuevos talentos, a los recién graduados. ¿Qué harán? ¿Tendrán ellos la respuesta?
El tiempo, que en este momento se presenta como un reloj de arena, dirá. Lo curioso es que conciertos como el de Shakira, en el que el boleto está por encima de los cien dólares y que se presentará en el Choliseo, está casi vendido en su totalidad.
¿Será que tendremos que ponernos una peluca rubia, poner fañosa la voz y cantar como las guineas?


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