12/09/2006

Cardenales o una vida de perra
Por Pedro Rodiz

Fui a ver la obra Nada que ver de y con Teresa Hernández. La obra se presentó en el Teatro Yerbabruja a sala llena. Ese trabajo es lo que se conoce como dramaturgia actoral, es decir, que el/la propio/a actor/actriz escribe y actúa su propio texto y/o contexto. El trabajo consta de varias escenas inconexas, en otras palabras, una cosa o una escena no tenía nada que ver con la otra…o tal vez sí. Eran situaciones ilógicas. O quizás sí tenían su lógica pero como vivimos en un País que supera las reglas de lo lógica, pues, la propuesta me pareció… ¿pertinente? ¿Basada en la realidad? ¿Ilustrativa? ¿Descabellada?
Ella estaba repleta de cardenales. Los más visibles estaban en el brazo derecho, en el que tenía dos: uno verde y uno marrón. Y en el muslo izquierdo tenía un archipiélago. No pude dejar de mirárselos. Esos moretones son producto de su gran trabajo actoral. Es impresionante verla llenar el escenario. Lo utilizó todo y también exploró todos los movimientos corporales posibles. Hizo varios personajes y lo más acertado fueron sus acciones reacciones, magistralmente logradas. Me hizo pensar en lo difícil que es ser actor/actriz y en cómo se tiene que mantener en forma. Es un adiestramiento – acondicionamiento físico e intelectual constante y meticuloso.
No podría decir que me gustó. Tampoco diría lo contrario. Es una obra que no se puede medir por los gustos. Mucho menos se puede analizar racionalmente. Nuestro entorno, nuestro ambiente, es tan irracional que ya no sé distinguir entre uno o lo otro.
Lo que sí me resultó interesante es el juego de palabras, la mezcla de medios o multimedia. Desde el título, Nada que ver, que muy bien pudiera significar que no hay nada que hacer, por tanto, es una expresión de aburrimiento. O la expresión de que lo que estás diciendo no es lo correcto. El título es casi un dicho popular. En otro momento juega con la palabra algo, cuando se tiene algo que no es lo mismo que tener algas. Ese intercambio de significados en las palabras u oraciones siempre me ha parecido ingenioso.
Al final, el público presente, en su mayoría universitarios, aplaudieron con delirio. Ellos, por sus risas me sostengo, disfrutaron y/o entendieron los códigos que la actriz/dramaturga presentó.
Quizás ese tipo teatro que presencié hoy esté más cerca del teatro que se realiza en el exterior. No lo sé. Debe ser por mi poca exposición al mismo que me pareció extraño. Pero por otro lado reconozco que es una propuesta refrescante, diferente, actual, de vanguardia. Y como todas las vanguardias o te atrapan o las maldices. No hay puntos medios.
En cuanto al título de este ensayo/reflexión, Cardenales o una vida de perra, es que los dos títulos me gustaron para nombrarlo. Lo de los cardenales ya lo expliqué, lo que no conté fue lo de una vida de perra. Es que al final, ella se transforma en una perra. Muy bien logrado, por cierto. Me hizo reflexionar sobre la vida de perra que debe estar viviendo mucha gente por el costo de vida. Y más pertinente no pudo ser esta metáfora escénica.


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