01/26/2007

Lo mejor de la cosecha
Por Pedro Rodiz

En esta semana salió reseñada la noticia de que Denise Quiñones se llevó el premio como Mejor Actriz de Teatro de Época por su actuación en la obra Zanahorias. La eligió la Asociación de Cronistas de Espectáculos, mejor conocida como ACE, que en nada tiene que ver con el detergente.
A ella la he visto actuando en series de televisión de Estados Unidos como Smallville y en Freddy. La nena ha lucido bien y se ve espectacular en pantalla. Hago este comentario porque nunca ha llamado la atención lo que hacen las “misis del universo”. Esa mierda de que “he trabajado duro para traer el premio a Puerto Rico”, no me lo trago. ¿Cuál es el trabajo duro? ¿Hacer dietas? ¿Hacer ejercicios? ¿Ponerse un pavo real como traje típico? ¿Usar traje de baño? ¿Desear la paz mundial o añorar besar la sortija del Papa? ¡Por favor! Pero ella parece que se ha preparado en la actuación allá en Nueva York. Y da la impresión que ha tomado la carrera en serio.
Pero no quiero hablar de Denise, ya tiene suficiente prensa. Lo que me llenó de regocijo fue que el premio de Mejor Director de Teatro de Época se lo llevó el mismo que dirigió Zanahorias. Sólo mencionaron su nombre como si fuese un desconocido. Este es Alfredo Galván.
Alfredo estudió en el Departamento de Drama de la UPR. Somos de la misma generación. Posee una capacidad analítica bien amplia. Nunca dudé de su capacidad para dirigir aunque cabe mencionar que acá se destacó más por la actuación.
Muy poca gente sabe que tiene un hermano gemelo, Carlos, y que yo los uní en escena a ambos (creo que por primera y última vez, pero no estoy seguro) en mi primera obra de dirección escénica que monté en el Teatrito Universitario siendo aún estudiante. Pero de los dos, el que es un entregado al teatro es Alfredo. Lo que más recuerdo de él es su sentido del humor y su risa, además de peculiar, es sumamente graciosa. Pero cuando se trataba de hacer teatro era y es sumamente serio, responsable y aplicado.
Él emigró a Nueva York a hacer su maestría en Dirección Escénica y se quedó a vivir por allá. De las pocas cosas que supe de él durante este tiempo es que trabajaba en una emisora de radio y que le iba muy bien. Así que fue bien emocionante saber que lo premiaron por su labor como director.
A nuestra generación le tocó raspar el pega’o. Otras generaciones pudieron integrarse bien a la corriente teatral de País porque las cosas marchaban de maravillas. Pero a nosotros, que somos la generación del relevo, nos tocó un teatro en picada. ¿Habría tenido Alfredo el mismo éxito taquillero si se hubiese quedado en el País? Es lamentable que haya que emigrar para empezar a cosechar triunfos. Nunca fuero más ciertas las palabras de Cristo cuando dijo que: “nadie es profeta en su tierra”.
Pongo como ejemplo la obra Gardel que recibió los premios de Mejor Obra de Teatro Musical y de Mejor Actor Protagónico de Teatro Musical. Esa obra estrenó en Puerto Rico hace como un año y medio atrás y prácticamente pasó sin pena ni gloria. Muy poca gente la vio. No hace más que montarse allá en Nueva York y gana premios. Irónico, ¿no les parece?


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