02/25/2007

V de Victoria
Por Pedro Rodiz

Fui a ver la obra Los títeres de Cachiporra de Federico García Lorca a la Universidad de Puerto Rico. La dirección fue de la maestra de maestros Victoria Espinosa. El montaje se realizó al aire libre frente a la Torre de la Iupi. Parecía como si estuviera en un festival de teatro en el extranjero, por lo mágico del espectáculo. El público, de todo tipo, abarrotó la plaza y no era para menos.
No se sabe a ciencia cierta cuántos años tiene Vicky. Algunos, en forma de vacilón cariñoso comentan, que estrenó las obras de Sófocles. Su verdadera edad realmente importa poco. Lo importante, lo trascendental, es que todavía siga dirigiendo obras. ¡Y qué clase de dirección presentó! Ese montaje fue una escuelita de cómo se debe dirigir. Fue una dirección ágil, ingeniosa, refrescante, creativa, limpia, con composiciones interesantísimas, con dominio pleno de la técnica y de los recursos, que son esenciales para contar, de forma amena y efectiva, una trama.
En el artículo que escribí sobre Francisco Arriví expuse que existen hombres y mujeres que por su aportación a un país, se convertían en Hombre y Mujeres de Estado, y Victoria Espinosa indudablemente lo es una de ellas.
Es una de las personas más generosas que conozco. Se pudo haber refugiado en sus innumerables logros, -esta página jamás le hará justicia a todo lo aportado, al legado que nos continúa dando a nosotros los artistas, pero sobre todo, a los puertorriqueños-, tampoco este escrito tiene esa pretensión. Su generosidad estriba en que siempre está enseñando, ya sea en un salón de clases, dirigiendo una obra, y más que nada, con su ejemplo. ¡Ya quisiera que a su edad poder haber realizado una cuarta parte de su trabajo!
Quisiera mencionar aquí que los dos elogios más hermosos que me hayan dado en mi vida profesional, y que me inspiraron a continuar en la dirigiendo, me los dio Vicky. Y los dos me los dijo cuando aún era estudiante universitario.
El primero ocurrió luego de un montaje que hice al aire libre. La obra se titula Kasha y Devayani, escrita por Aravind Advantaya. Luego de que vio la puesta en escena, se me acercó y me dijo: “buen trabajo, colega”. Que ella, la mujer más intrépida de la historia del teatro puertorriqueño, la que se atrevió a romper con todos los estereotipos de su tiempo -no sólo por ser mujer si no por ser negra-, la que realizó los estrenos mundiales de dos obras de Lorca –Así que pasen cinco años y El público-, la que se adelantó en su tiempo, la que dirigía las obras de René Marqués y que su montaje de Los soles truncos ES el montaje que enmarca todos los montajes de esa obra, la que presentó desnudos artísticos en sus obras cuando aquí eso era impensable, la visionaria, la sacerdotisa que con su vida y ejemplo enseña que el teatro es un templo, me haya dicho colega… me elevó a una categoría que no merecía ni merezco.
El segundo elogio me lo dio luego de un montaje que realicé de la obra Ligazón de Ramón del Valle-Inclán en el teatro Julia de Burgos. Se me acercó y me dijo: “yo he visto montada esa obra de todas las formas posibles y jamás imaginé que existiese otra forma de montarla”. Y me lo dijo la directora más osada, talentosa y creativa que he conocido.
Me honra y me regocija conocerla. Verla caminar por la Iupi. Saber que está a punto de publicar su libro Lorca en mí y yo en Lorca, me conmueve. Que todavía sigua recopilando datos para su libro sobre la historia del teatro puertorriqueño contemporáneo, que incluye los montajes del teatro universitario, me estremece. Es un gozo que todavía la tengamos.
Los cristianos dicen que una persona está en victoria cuando vive con la gracia de Dios. Y nosotros los teatristas también vivimos con nuestra Victoria. Para ella un aplauso de pie y gritándole: ¡Bravo!


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