06/29/2007

Más con menos

Por Pedro Rodiz

Montar un monólogo es bien difícil, tanto para el director como para el actor o la actriz. No hay composiciones, sólo la que se logra con los mobiliarios en referencia al actor. Y el actor o la actriz está solo(a) en escena, sin un compañero que la cubra o apoye. Tiene que resolver cualquier problema de memoria, o de salto temático, como sea. Y el nivel de energía es bien alto.
Anoche fui a ver la obra Mujer de negro tenaz, del dramaturgo venezolano José Gabriel Nuñez. Y debo decir que salí complacido. La dirección de Alina Marrero estuvo fabulosa. Supo mover a Xiomara Rodríguez de forma dinámica, ingeniosa, embelequera y orgánica. Fue un trabajo limpio. Sin excesos. Incluyó al público en la trama lo cual resultó muy acertado porque de momento no parecía monólogo. Por su parte, Xiomara dio muestra de sus grandes recursos histriónicos. ¡Qué buena es! Es una delicia verla actuar. Hizo lo que le dio la gana con el personaje. Mantuvo un personaje, un poco exagerado para mi gusto, por hora y cuarto. Tiene tantos recursos, que a pesar de que hubiese preferido una caracterización más humana, hizo que el personaje fuese creíble. Dio tanta de sí, que se quedó sin voz al final de la pieza.
La que no corrió igual suerte fue el texto, que no estaba a la altura de ni del montaje de la actuación. La historia, la trama, nunca me agarró. No me gustó. Trata de una mujer que es viuda por tercera vez y a todos los ha puesto en la misma capilla. Y narró la historia de cada uno de ellos. No tenía chispa. Así que Alina hizo maravillas con lo poco que tenía. Hizo más con menos.
Esta obra nos va a representar en un festival internacional de teatro en Chile. Ya es la cuarta vez que van y el año pasado quedaron en primer lugar. Y esto es lo que no comprendo. ¿Un montaje, que tiene una actriz dominicana, con un texto venezolano, nos representa?
Lo de la actriz no me molesta, ya que Xiomara es de la casa, es más, me enorgullece que sea ella la que nos represente. Pero, ¿un texto venezolano? No tengo ningún problema con los venezolanos ni con el dramaturgo del que no conozco ninguno de sus trabajos. Y el productor puede elegir la obra que le dé la gana para montarla, ese es su prerrogativa y su dinero. Pero cuando es el caso de representarnos en el extranjero, ¿se debe elegir una pieza que en nada tenga que ver con nosotros? Porque él irá en su calidad personal, pero cuando presentan la propuesta lo hacen como que es de Puerto Rico.
¿Es que acaso aquí no hay dramaturgos que puedan escribir un monólogo para ella? En el nivel que está Xiomara es para escribirle obras todo el tiempo. ¿Quién de los dramaturgos del patio no haríamos gustosos un texto para ella? Es más, ¿quién mejor de Alina, que es una buena dramaturga y que la conoce al dedillo, para escribirle una pieza?
Xiomara estuvo en el Taller de dramaturgia que ofreció Tere Martínez, y las historias que contaba, tanto de República Dominicana como de su familia, eran fabulosas. Espero que las pueda escribir y que en próximas ocasiones sean esas tramas las que veamos en escena.
No me cabe duda de que este trabajo hará una buena representación. Les deseo el mejor de los éxitos.

Post parto

Luego que escribí el artículo, y antes de publicarlo, hablé con Raúl Méndez el productor de la obra. Sí, porque es muy fácil escudarse en un escrito y no dar el frente. Quería escuchar sus razones. Así que le expliqué mi apreciación del proyecto, ya que nos une una amistad de muchos años, y le pregunté que por qué había elegido una obra venezolana para representarnos. Me dijo que las obras son universales, que el festival no exigía que la obra a presentarse fuese del lugar de origen. También me explicó que esta es la cuarta vez que eran invitados al festival, que la primera vez compitieron con una obra cubana, que la segunda vez fueron con una obra de Alina Marrero, y que el año pasaron participaron con la obra Mujer de rojo, del mismo autor con el que van este año y con la que ganaron el primer premio. Así que esta otra obra, Mujer de negro tenaz es como la segunda pata de aquella primera obra, la de rojo. Que casi siempre se montan a la vez.
Me imagino que lo que pretende es cerrar el ciclo, un ciclo ganador. Como dije, les deseo mucho éxito.

06/27/2007

Lecturas dramatizadas

Por Pedro Rodiz

Ya concluyó el taller de dramaturgia que ofreció Tere Martínez en la Universidad del Turabo. Y debo decir que fue todo un éxito. El trabajo final consistió en hacer una lectura dramatizada de todas las escenas que los participantes habíamos escrito en estas tres semanas.
Debo confesar que no soy muy amante a las lecturas dramatizadas. De hecho, esta es la tercera vez que lo hago. La primara fue cuando aún era estudiante de drama. Hice la “lectura” de la obra Obituario de Oscar Schmidhuber en la que actuaron Alfredo Galván y Ricardo Díaz. Realmente no fue una lectura, ya que la escenografía eran papeles con el texto impreso alrededor de todo el escenario y del mobiliario. Y según se movían los actores, ahí estaba la letra. Es más, el texto se les proyectaba encima. Fue bien interesante pero no fue realmente lectura. Por el trabajo que estaba pasando al montarla, preferí que se la memorizaran. Así que hice trampa.
La segunda experiencia fue con una obra que escribió Modesto Lacén, Momen, que era sobre la vida de Roberto Clemente. Fue un montaje completo sólo que con el texto en la mano. Es una pena que no haya montado para el público. Y la tercera fue en esta semana.
Me dice Tere Martínez que en Nueva York es muy común este tipo de experiencia. Claro, hay subvenciones para que se materialice. Esto le da la oportunidad a los dramaturgos de presentar su trabajo y recibir críticas, para luego hacer el montaje.
Así que a pesar de estar en desacuerdo con el proceso, me parece que en esta ocasión, era meritorio que se hiciera la lectura. Por el corto tiempo del taller, era bien difícil que las obras estuviesen terminadas. Además, fue un aliciente para los participantes que esto se diera a conocer, ya que les proveía la gran oportunidad de escuchar sus palabras escritas dichas por otras personas. Y la experiencia resultó provechosa. Al fin y al cabo se escribe teatro para representarse. Así muchos se percataron de las deficiencias y las fortalezas de sus escenas. Y la mayoría está motivada para escribir la obra completa.
Otro que también va a hacer lecturas dramatizadas es Aravind Enrique Adyanthaya allá en la Casa Cruz de Luna durante el fin de semana. Qué muchas cosas hace Aravind. Y qué variedad. Es admirable.
Así que esto de las lecturas puede ser una gran alternativa para ir limpiando los textos antes de que se presenten al público. Así podríamos tener el insumo de otras personas. Por supuesto, de personas que de verdad estuviesen comprometidas con la dramaturgia nuestra.
Pero lo que realmente fue valioso, desde mi punto de vista, ya tengo experiencia escribiendo obras de teatro, es la cantidad de historias que tiene la gente para contar. Es interesantísimo escucharlas. Es más, fue un privilegio conocer de primera mano historias familiares. Algunas graciosas, pero la mayoría, desgarradoras. Realmente vivimos en un País fantástico. No sólo porque esto se parece a la Isla de la Fantasía, si no por el enorme material inédito que existe, de gente común y corriente, que viven y ocultan situaciones. Esas vivencias en el escenario parecerían exageradas o absurdas.
Y es que algo que hemos perdido, por estar espaciados mirándonos el ombligo, es el arte de conversar. En esto es que radica la riqueza de nuestra dramaturgia. (Claro, aparte de la investigación – aunque reconozco que la conversación es una fuente primaria cuando se investiga- imaginación y el talento.) Ya que son historias nuestras pero que a la misma vez son universales.
Por último, quiero decir, que compartir con Tere Martínez fue una gran experiencia. Es encontrarse con alguien que ama tanto la dramaturgia como yo, que ella en New York y yo acá remamos hacia un mismo lado. Y lo maravilloso es que se creó un puente sólido de hermandad.

06/20/2007

Actores en posiciones públicas

Por Pedro Rodiz

El título suena como a película porno, pero se refiere a los actores que se postulan para un escaño público. El actor Pedro Juan Figueroa se postulará para Senador por el Distrito de San Juan por el Partido Popular Democrático.
¿Existe algún problema con esto? Ninguno. Los actores, como todo ciudadano, tienen derecho a aspirar a cualquier puesto electivo, por el partido político que deseen. Esto es un derecho constitucional.
La pregunta que se cae de la mata es: ¿qué beneficio tendrá la clase teatral de salir electo? Digo, porque me imagino que él querrá que nosotros le demos el voto. Así que sería interesante preguntarle: ¿qué piensa hacer por nosotros? ¿Cómo lo piensa implantar? ¿Cuánto tiempo tomará? Así uno toma la decisión de darle el voto o no. Porque hay teatristas que comparten su ideal, pero habemos otros que no. Yo no tendría ningún inconveniente en darle mi voto, ya que yo voto por candidatura, es decir, que voto por el que entiendo podrá aportar más al País. (Las alternativas son escasas).
Sería bueno saber si él hará como otros que ya han sido parte de la Rama Legislativa como lo fueron Velda González, Roberto Vigoreaux, Yazmín Mejías y Alida Arismendi, y que yo sepa, me corrigen los que siguen más de cerca estos procesos legislativos, no hicieron gran cosa por nosotros, por no decir nada.
Es por todos conocido, que tanto en la Cámara como en el Senado, es muy poco lo que un individuo puede hacer, a menos que ese individuo tengo un pulso tremendo dentro del partido político de mayoría. Y aún así, no es garantía de nada.
A mí me resultaba muy simpático el concepto de Ciudadano-Legislador. Esto era que un ciudadano inmerso en su actividad profesional, ciertos días del año se reunía en el pleno para tomar decisiones para aportar al País. Y cada cual lo hacía desde su experiencia en su campo. Si era un agricultor, pues, ese se encargaba de abogar por los agricultores y así por el estilo, cada profesional defendía o proponía para su gente. Luego de concluida la Sesión Ordinaria o Extraordinaria, regresaban a sus labores como cualquier hijo de vecino. Con la medida del Legislador a tiempo completo lo que se ha creado son políticos profesionales (entiéndase parásitos) que en casi nada aportan al bienestar de Puerto Rico. Lo que hacen es obstaculizar la gestión pública y ha creado un descontento masivo.
Así, que si Pedro Juan Figueroa quiere el voto de todos nosotros, tendrá que convencernos. Con que sea actor no es suficiente. Si no tiene nada que ofrecer, es uno más en la lista.
Es como el caso de José “Piculín” Ortiz, una gloria del deporte puertorriqueño, admirado por muchos, incluyéndome, pero ahora que se ha lanzado al ruedo político crea ciertas interrogantes. Será un héroe nacional pero, ¿tendrá las herramientas para aportar en esa otra cancha, que se juega a palo limpio? Los deportistas tendrán cifradas sus esperanzas en ello. Pero nosotros, ¿las tendremos en Pedro Juan Figueroa?
Habrá que esperar a que se exprese. Hay que darle ese beneficio. Pero que quede claro que cada cual vaya a votar por lo que entienda es mejor para la Isla, no importa la ideología política a la que pertenezca. Lo importante es que salgamos a votar. Porque hay que botar para el carajo a estos políticos que nos han jodido al País que tanto amamos.

06/19/2007

2054

Por Pedro Rodiz

Está ante la consideración del Senado de Puerto Rico una enmienda, la número 2054, en la que pretende enmendar la actual Ley que le da descuento a la población de edad avanzada. Según está redactada actualmente, toda persona de 60 a 74 años de edad pagan solamente el 50% del boleto. De 75 años en adelante entran gratis. El beneficio es bueno porque le hace justicia a todas aquellas personas que contribuyeron a construir este País. El problema del beneficio que otorga el Gobierno es que es el productor el que se jode, porque da el descuento pero no gana nada a cambio. Ahí está el problema.
Así que ya en el Senado están enterados de lo que todos sabemos, que cada vez los boletos están más caros y que han disminuido los espectáculos que apelan a esta población. En síntesis, las enmiendas pretenden que solamente se reserve el 2% de la totalidad de los boletos, lo que es justo, para que los de 60 a 74 años de edad paguen la mitad. Nótese que ahora todos los que están entre esas edades gozan del beneficio.
Va a continuar el beneficio de entrar gratis a los que tenga 75 años o más que ya disfrutan del mismo, pero los que lo cumplan después de la aplicación de la Ley tendrán derecho a pagar solamente un 25% del total del boleto y el productor o promotor tendrá que reservar el 2% para estos fines. Y lo va a reservar hasta una semana antes del espectáculo.
Es decir, si entendí bien, ya que estas leyes están escritas en un lenguaje tan enredado, no en balde nos tiene tan clavados, que se reservará el 4% de la totalidad de los boletos para estos fines.
En lo personal, aunque es un alivio justo para los productores y/o promotores, los viejos nuestros seguirán siendo la bola de ping pong. Lo ideal hubiese sido que el Gobierno del Estado Libre Asociado de Puerto Rico asumiera el pago total del boleto de estas personas para que asistieran a todos los espectáculos que les diera la gana. Es sabido por todos que las alternativas de entretenimiento para esta población es cada vez es más escasa. Y el dinero que devengan por medio de pensiones y/o Seguro Social también. Para esto no me molestaría que se usara el dinero que pagamos en contribuciones. Si el Gobierno hiciese esto, el de asumir los costos de los boletos de estas personas, todos ganamos. Al fin y al cabo, dinero que nos dan por un lado, volverá a las Arcas de Hacienda por el otro.
Por lo pronto, algo es algo. Sí es que lo aprueban. Sólo espero que el número 2054 se quede como el asignado para la enmienda y no se convierta en el año en que entrará en vigor.

06/16/2007

Reunión en la cumbre

Por Pedro Rodiz

Roberto Ramos Perea hace un comentario sobre lo que escribí en los artículos Dramaturgia nuestra y Es mala. Pueden leerlo en los comentarios de Es mala o visitarlo a http://intermediopr.blogspot.com/
Como siempre, agradezco su colaboración. Pero lamento profundamente que seamos los únicos que hablemos sobre esto. ¿Qué piensan los demás? No son tiempos para quedarnos como espectadores de nuestro drama. Hay que asumir posturas, aunque eso moleste a algunos.
Es necesario que se haga algo por la dramaturgia nuestra. Mientras leía las palabras de Roberto pensé que deberíamos re-accionar, de forma parecida a lo que hicieron en Argentina, con el Teatro Abierto, en el que sus mejores dramaturgos se reunieron para hacer algo por su teatro. Tuvo tanto éxito que lo que hacen hoy día, y Roberto puede dar fe de ello porque es amigo de los mejores dramaturgos argentinos, se lo deben a esa gestión. Me parece que nuestro teatro carece de un rumbo, de un norte, de un aunar esfuerzos para definir lo que queremos hacer con nuestro teatro, y parafraseando a José Martí: puede que nuestro vino sea rancio porque es de hecho de plátano, pero es nuestro vino. Y éste es nuestro teatro. Así que se me ocurre que deberíamos hacer alguna cumbre de los dramaturgos boricuas y a calzón quita’o (esto no lo digo literalmente) hablar sobre lo que hacemos y definir de una vez y por todas hacia dónde lo queremos llevar. Por mucho tiempo hemos permitido que la línea de trabajo la definan los productores, quizás porque ponían el dinero, y qué remedio, había que trabajar y pagar deudas. Pero esa época quedó atrás. Ahora mismo, si nosotros no hacemos el sacrificio de montar nuestras propias obras, nadie las monta. A nadie le importa. Roberto es uno, que a pesar de haber sido bendecido ya que muchos de sus montajes los han patrocinado otros productores, en la actualidad el ambiente no es tan halagador. Lamentablemente, ya no le estrenan como antes. En estos días presenta un estreno mundial allá en el Festival del Ateneo con la obra La vida en Marte. Es un esfuerzo de él y de sus estudiantes.
Muchos de las obras que se presentan a la comunidad escolar, las que se comisionan, son adaptaciones de novelas. Cumple una función educativa, lo admito, porque muestra lo que se escribía en otros tiempos. Pero no puede ser lo único porque no adelantamos el teatro nuestro, la dramaturgia nuestra, que es tan rica y tan variada. El mensaje que se envía a los estudiantes de las escuelas públicas y privadas es que lo único que aquí se escribe es sobre la caña.
¿Cuántas obras tiene Roberto Ramos Perea en su escritorio que no ha podido estrenar? ¿Cuántas tiene José Luis Ramos Escobar? ¿Tere Marichal? ¿Carlos Canales? Por mencionar a algunos solamente.
¿Sabían que Walter Rodríguez escribe obras, que las somete al Certamen de Dramaturgia del ICP y que está coleccionando las cartas de denegación? ¿Sabían que Samuel Molina también escribe? Pues yo no sabía. Me enteré recientemente. Y la lista es larga. Roberto mejor que nadie sabe, porque es el custodio de muchas de nuestras obras allá en el Archivo Nacional de Teatro y Cine del Ateneo Puertorriqueño en el que labora, lo mucho que aquí se escribe versus lo poco que se estrena. Antes, un estreno de alguno de nuestros dramaturgos era EL EVENTO social-artístico-cultural. Ahora, si uno osa decir que una obra es un estreno mundial, nos tildan de pedantes.
Cuando se habla del teatro de los años 50, 60, y los 70, de lo que se habla principalmente es de los dramaturgos. De los ochenta para acá, es otra cosa. Claro, como no tengo los detalles a la mano no haré mención de eso, pero son datos de todos conocidos.
Me dijo el querido amigo Karman Barsy, cuando fue a ver mi obra El chicle de Britney Spears, que evidentemente con la obra hacía un comentario fuerte, pero que últimamente a mucha gente no le interesa que se hagan comentarios. Es el mejor momento para atreverse, no tenemos nada que perder.
Así que la propuesta es pública, ¿cuándo hacemos la reunión cumbre de dramaturgos? Yo me apunto.

06/13/2007

Es mala

Por Pedro Rodiz


No me gusta la obra Los soles truncos de René Marqués. Es muy mala. Yo no sé qué le ven, pero me parece una obra que está pasé. Si leerla es intragable, verla es una experiencia tortuosa. Menos mal que es breve. Muchos la consideran una obra clásica del teatro puertorriqueño. ¿Por qué es una obra clásica? ¿Por qué la escribió René Marqués? No todo lo que escribió Shakespeare es clásico, él también tiene obras malas.
Para que una obra pase por el cedazo de clásico tiene que trascender a su tiempo. A mí no me parece que esa obra trascienda, me parece que el tiempo le pasó el rolo.
Vi en Caguas el montaje que realizó Gilberto Valenzuela. Y ni siquiera un director de su talento e ingenio, pudo salvarla. Y el problema no es él, es la obra. A menos que se pueda experimentar con ella, no le veo salvación.
Creo, y me corrigen los que han visto todos los montajes de esta obra, que lo que ha ocurrido a través del tiempo es que las actrices que han interpretado a Inés, a Hortensia y a Emilia han sido tan buenas, tan competentes, que lo que la gente evoca son sus actuaciones. Y como las buenas actuaciones siempre son memorables, pues… se tiende a confundir una buena actuación con un buen texto y no necesariamente son compatibles.
Ocurrió algo muy interesante en esta función: estaba lleno de ancianos. Y resultaba extremadamente raro ver un público “senior” versus un elenco de jóvenes interpretando viejas. El único personaje que se podría justificar es el de Hortensia, que fue la que murió joven.
En lo personal no me parece necesario que se utilicen actores o actrices jóvenes para interpretar a personajes de mayores. Esto uno lo acepta en la universidad porque se sobre entiende que todos son jóvenes y que están en un proceso de aprendizaje, pero en el teatro profesional, existen actores mayores. Claro, cada director escoge el elenco que desee. Eso lo respeto. Lo que pasa es que si se elige un elenco de actores que están muy lejos de la edad del personaje, debe estar justificado en la propuesta. Y en esta no lo estaba. Es un problema para el actor o la actriz ya que tienen que hacer una doble interpretación: la de viejo(a) y la del personaje.
Soy de los que creen que los actores, según van envejeciendo, se vuelven mejores. Esto es así porque las experiencias de vida dan las herramientas para interpretar personajes con situaciones diversas y complejas, como en la vida misma.
Eso sí, en el montaje, al final de la obra, cuando se quema la casa, estuvo bien logrado. También me gustó la escenografía. Simbólicamente representaba lo que estas mujeres estaban viviendo.
No quiero que piensen que no me gusta René Marqués, al contrario. Me muero de ganas por montar La muerte no entrará en palacio y Un niño azul para esa sombra. Es y será uno de nuestros mejores dramaturgos. De eso no hay duda. Quizás, cuando se permita experimentar con los textos de él, y vea otro tipo de montaje de esta pieza, cambie de opinión. Pero hasta el momento, no me convence.

06/11/2007

Dramaturgia nuestra

Por Pedro Rodiz

“¿Para qué escribir si nadie va al teatro?”. Esta fue el argumento-sentencia que le profirió Johana Rosaly a la dramaturga puertorriqueña radicada en Nueva York Tere Martínez y que ella tuvo que torear en la entrevista que le realizó en Cultura Viva. ¿Cómo una actriz que ha vivido del teatro puertorriqueño, y que ha sido partícipe de varios estrenos, hace una sentencia de muerte hacia la dramaturgia nuestra de esta magnitud? Incomprensible.
Tere está en Puerto Rico impartiendo unos talleres de dramaturgia en la Universidad del Turabo. Son todos los días, de lunes a viernes, de nueve a doce del medio día durante el mes de junio.
Me enteré del mismo casi por casualidad. Recibí un correo electrónico donde se indicaba los pormenores de la actividad. El único inconveniente era que ya había pasado la fecha para inscribirse. Le comunico el detalle a la persona que me lo envió, indicándole que de haberlo sabido con anticipación, me hubiese matriculado. A los pocos días me llegó la confirmación de que me otorgaron una beca. A mí y a todos los participantes, que en su mayoría, son maestros de teatro.
Decidí asistir porque nunca está demás estudiar y actualizarse. Aunque ya he escrito y estrenado varias obras, es bueno refrescar y actualizar conceptos. Siempre se aprende algo y eso, ya de por sí, es ganancia. Además tenía –y tengo- varias ideas y el taller me sirve para escribirlas.
Estar en el taller fue una buena decisión. Entré sin expectativas. Y hasta ahora la experiencia ha sido buena. Es como estar devuelta en la semilla. Ella es una apasionada de la dramaturgia. Esa energía creadora nos contagia a todos.
Tere Martínez hizo un bachillerato en el Departamento de Drama y una Maestría en New York University. Recuerdo haberla visto actuar en una obra suya, Mí última noche con Rubén Blades, que se presentó en el Centro de Bellas Artes con la compañía Pregones hace varios años atrás.
Según ella misma contó en el taller, tenía la inquietud de compartir sus experiencias como dramaturga aquí en Puerto Rico. ¡Y qué bueno que lo hizo! Es estupendo escuchar a otras personas que también piensan como uno, que entienden que la dramaturgia es parte esencial en el desarrollo saludable de un pueblo culto y educado.
Así que para la premisa errónea de Johana Rosaly de que “para qué escribir si nadie va al teatro”, amerita un comentario de mi parte. Pues para eso mismo, para que la gente comience a interesarse de nuevo en nuestras historias. Porque los dramaturgos le tomamos el pulso al País, y de todos los artistas que escriben, somos los que más rápido hacemos llegar nuestro diagnóstico a la ciudadanía. Eso se debe a la inmediatez con que se puede presentar un proyecto, desde que se concibe hasta que se monta y presenta en algún espacio.
Hago alusión a un comentario que hace el maestro y amigo Luis López Nieves referente a la comprensión de los cuentos. Y parafraseo lo que dice: “si una persona lee tu cuento y entiende algo contrario a lo que quisiste decir, el problema no es del lector, el problema es tuyo que no supiste transmitir lo idea correctamente con la escritura.” Esto transferido al teatro quiere decir que la calentura no está en la sábana. La culpa es nuestra, de los dramaturgos, que no estamos escribiendo obras que conecten con la gente. A lo mejor sí, pero la gente no se está enterando o peor aún, no les interesa. Echarle la culpa al público de los problemas que aquejan el teatro nuestro me parece un análisis simplón y superficial. El dilema es muy complejo, no se arregla cambiándole el aceite y el filtro.
Se escribe teatro porque es una necesidad histórica, y que trasciende al resultado inmediato. La obra Esperando a Godot de Becket fue un fracaso cuando se estrenó. El público quería quemar el teatro cuando Nora decide abandonar a su marido en Casa de muñecas, de Ibsen. Y así como estos, hay un sinnúmero de ejemplos en la historia del teatro. ¿Qué hubiese ocurrido si estos maestros de la dramaturgia se hubiesen rendido ante las adversidades? Impensable.
No habrá presupuesto, el público se nos escabulle, pero eso no nos detendrá. Ya nos las ingeniaremos para seducirlos de nuevo a todos. Se dirá lo que se tenga que decir, nos atemperaremos a los tiempos, pero la dramaturgia puertorriqueña seguirá su curso.

06/03/2007

De aquí no nos saca nadie

Por Pedro Rodiz

Hace unos meses vi un reportaje en el que familias enteras, con problemas económicos y de vivienda, decidieron invadir un terreno baldío. Allí montaron sus kioscos, con cartones y tolditos azules de FEMA, se conectaron a algún poste, pusieron alguna especie de pillo para el agua, estaban en el proceso de poner buzones y vivían felices. Una vez están ahí, ¿quién los saca?

De repente aparecieron los dueños reclamando el terreno. El asunto fue que llamaron a la prensa, se amarraron a sus viviendas y gritaron: “de aquí no nos saca nadie, esto es nuestro y aquí nos vamos a quedar. Aquí no le hacemos daño a nadie”. ¿Y saben lo que hizo el municipio frente a la prensa? Se comprometió a buscarle casas o a construírselas, no recuerdo bien si expropiaron el terreno. El asunto fue que estas personas, por sus propios cojones, consiguieron casa con patio, Plan 8, un cheque del Programa de Asistencia Nutricional (PAN), el WIC para los nenes, subsidios para el agua, la luz, ayuda de Servicios Sociales y hasta una comprita pagada por el municipio. ¿Cuál es el mensaje? ¡El gobierno premia a los que invaden!

Yo me puse a pensar en todo esto mientras analizaba la situación de la clase teatral y se me ocurrió que la solución para resolver parte de los problemas que nos aquejan, los teatristas deberíamos hacer algo parecido: invadir un local para hacer teatro. Una vez allí, no nos saca nadie.

Después de mucho estudio, encontré tres alternativas, o espacios a invadir:

1. El edificio que queda en la Avenida Gándara, frente a la Facultad de Educación de la UPR. Es inmenso. Tiene dos pisos. Si lo invadimos podemos crear diferentes espacios para las diferentes actividades. No debemos preocuparnos por amueblarlo porque cada uno de nosotros tiene suficiente mobiliario de tantas obras que con eso y los bastidores que estorban en nuestras marquesinas, hacemos varios espacios funcionales. Los beneficios de este espacio es que los estudiantes están al cruzar la avenida y también está la cafetería Chaguín.

2. El otro edificio que podríamos invadir sería el que queda en la Avenida Ponce de León, pasando el puente que cruza por encima de la Avenida Piñero. Hace un tiempo eran las oficinas de Celulares Telefónica y después el espacio lo ocupó el Departamento de la Familia. Es bastante amplio. El beneficio es que es céntrico y tiene un estacionamiento envidiable.

3. Uno de mis favoritos es el que queda frente a la Universidad Politécnica. Creo que era un hospital para personas con problemas mentales. Es una localidad en el mismo corazón de Hato Rey y tiene espacios muy variados, con múltiples niveles, que podrían servir para varios teatritos experimentales.

El reto está lanzado. Esos son locales que se han convertido en estorbos públicos. Nosotros podríamos rescatarlos y darle un nuevo uso. Se lo alquilamos al gobierno por un dólar al año y nosotros a cambio lo mantenemos como una obra de arte.

Si nos tratan de sacar, nos amarramos a lo Tito Kayac. ¿Qué les parece la idea?

Ahora que lo pienso, después de vacilar con la idea, me parecería sarcástico que todo fuese tan sencillo como ir a alguna dependencia gubernamental y perdir el espacio, así como lo hizo Rafael Rojas con lo que ahora es Coribantes y Fernando Allende con una antigua fábrica allá en Dorado.


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