06/11/2007

Dramaturgia nuestra

Por Pedro Rodiz

“¿Para qué escribir si nadie va al teatro?”. Esta fue el argumento-sentencia que le profirió Johana Rosaly a la dramaturga puertorriqueña radicada en Nueva York Tere Martínez y que ella tuvo que torear en la entrevista que le realizó en Cultura Viva. ¿Cómo una actriz que ha vivido del teatro puertorriqueño, y que ha sido partícipe de varios estrenos, hace una sentencia de muerte hacia la dramaturgia nuestra de esta magnitud? Incomprensible.
Tere está en Puerto Rico impartiendo unos talleres de dramaturgia en la Universidad del Turabo. Son todos los días, de lunes a viernes, de nueve a doce del medio día durante el mes de junio.
Me enteré del mismo casi por casualidad. Recibí un correo electrónico donde se indicaba los pormenores de la actividad. El único inconveniente era que ya había pasado la fecha para inscribirse. Le comunico el detalle a la persona que me lo envió, indicándole que de haberlo sabido con anticipación, me hubiese matriculado. A los pocos días me llegó la confirmación de que me otorgaron una beca. A mí y a todos los participantes, que en su mayoría, son maestros de teatro.
Decidí asistir porque nunca está demás estudiar y actualizarse. Aunque ya he escrito y estrenado varias obras, es bueno refrescar y actualizar conceptos. Siempre se aprende algo y eso, ya de por sí, es ganancia. Además tenía –y tengo- varias ideas y el taller me sirve para escribirlas.
Estar en el taller fue una buena decisión. Entré sin expectativas. Y hasta ahora la experiencia ha sido buena. Es como estar devuelta en la semilla. Ella es una apasionada de la dramaturgia. Esa energía creadora nos contagia a todos.
Tere Martínez hizo un bachillerato en el Departamento de Drama y una Maestría en New York University. Recuerdo haberla visto actuar en una obra suya, Mí última noche con Rubén Blades, que se presentó en el Centro de Bellas Artes con la compañía Pregones hace varios años atrás.
Según ella misma contó en el taller, tenía la inquietud de compartir sus experiencias como dramaturga aquí en Puerto Rico. ¡Y qué bueno que lo hizo! Es estupendo escuchar a otras personas que también piensan como uno, que entienden que la dramaturgia es parte esencial en el desarrollo saludable de un pueblo culto y educado.
Así que para la premisa errónea de Johana Rosaly de que “para qué escribir si nadie va al teatro”, amerita un comentario de mi parte. Pues para eso mismo, para que la gente comience a interesarse de nuevo en nuestras historias. Porque los dramaturgos le tomamos el pulso al País, y de todos los artistas que escriben, somos los que más rápido hacemos llegar nuestro diagnóstico a la ciudadanía. Eso se debe a la inmediatez con que se puede presentar un proyecto, desde que se concibe hasta que se monta y presenta en algún espacio.
Hago alusión a un comentario que hace el maestro y amigo Luis López Nieves referente a la comprensión de los cuentos. Y parafraseo lo que dice: “si una persona lee tu cuento y entiende algo contrario a lo que quisiste decir, el problema no es del lector, el problema es tuyo que no supiste transmitir lo idea correctamente con la escritura.” Esto transferido al teatro quiere decir que la calentura no está en la sábana. La culpa es nuestra, de los dramaturgos, que no estamos escribiendo obras que conecten con la gente. A lo mejor sí, pero la gente no se está enterando o peor aún, no les interesa. Echarle la culpa al público de los problemas que aquejan el teatro nuestro me parece un análisis simplón y superficial. El dilema es muy complejo, no se arregla cambiándole el aceite y el filtro.
Se escribe teatro porque es una necesidad histórica, y que trasciende al resultado inmediato. La obra Esperando a Godot de Becket fue un fracaso cuando se estrenó. El público quería quemar el teatro cuando Nora decide abandonar a su marido en Casa de muñecas, de Ibsen. Y así como estos, hay un sinnúmero de ejemplos en la historia del teatro. ¿Qué hubiese ocurrido si estos maestros de la dramaturgia se hubiesen rendido ante las adversidades? Impensable.
No habrá presupuesto, el público se nos escabulle, pero eso no nos detendrá. Ya nos las ingeniaremos para seducirlos de nuevo a todos. Se dirá lo que se tenga que decir, nos atemperaremos a los tiempos, pero la dramaturgia puertorriqueña seguirá su curso.


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