05/14/2007

Carlos Acevedo “gana” la guerra

Por Tatiana Pérez Rivera / tperez@elnuevodia.com
El Nuevo Día

(Esta es la reseña que nos hizo la buena amiga Tatiana, y que saliera publicada en la sección de Cultura del periódico El Nuevo Día, el 14 de mayo de 2007. En este proyecto fui el Director Escénico. A ella, mi agradecimiento infinito.)

Identificar quiénes son “los buenos y los malos” de cara al conflicto militar iraquí deja de ser un asunto visto sólo en blanco y negro en “E Pluribus Unum”, puesta teatral atractiva y pertinente.

Desmenuzar en escena el dilema criollo en torno a las lealtades y oposiciones al Ejército de los Estados Unidos de América y la guerra que mantiene en Irak supone en sí un esfuerzo de grandes magnitudes. Es una de esas contradicciones similares a las que caracterizan a nuestro pueblo en otros asuntos que pocos se atreven explorar en estos tiempos.

Indiferencia ante el tema podría ser una de las respuestas ante la falta de ejercicios teatrales de este estilo. Aunque eso justamente atrajo a Carlos Acevedo al momento de crear E Pluribus Unum (De entre todos, unos), montaje que subió a escena este fin de semana en el Teatro Francisco Arriví de Santurce como parte del 48vo. Festival de Teatro Puertorriqueño del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP).

La pieza es ambiciosa en términos de contenido y aunque se valió de una escenografía modesta, la misma resultó muy efectiva. Las actuaciones entrelazaron apropiadamente diversas generaciones de actores que dieron vida al conflicto del Sargento Néstor Mellado, quien tras estar estacionado 10 meses en Ar Ramadi en Irak toma un permiso de descanso para retornar dos semanas a Puerto Rico y decide, una vez en la Isla, no regresar a una guerra que define como una farsa y de la que no quiere seguir formando parte.

Varios elementos son ingeniosamente tratados en escena: la imposibilidad de tener ideas propias en el Ejército y sobre éste, las lealtades ciegas a Estados Unidos, la paranoia de hallar terroristas en cualquier esquina y de acusar de ello a todo el que disienta, el significado del deber, la amistad y el éxito en pueblos de la montaña de nuestro país y los conflictos de un desertor nacido en el seno de un familia de veteranos de guerra, entre otros.

Acevedo, cuyo texto recibió el Premio de Dramaturgia 2007 que otorga el ICP, encarna a un “Sargento Néstor Mellado”, cuyo proceso de maduración ante la cruda realidad que enfrenta en la guerra es palpable en escena sin poses falsas.

Walter Rodríguez (Ignacio Mellado), Samuel Molina (don Jesús) y Georgina Borri (Caridad) sobresalen en la historia con personajes sólidos y Gilda Haddock logra una madre abnegada (Susana) pero humana que cede ante las presiones de sus “hermanos en Cristo”.

Refrescantes por demás resultaron las intervenciones de Ángel González como “Pito”, el entrañable amigo de la infancia del joven desertor que, aunque usuario de drogas, logra apuntar al origen del conflicto vez tras vez. Sus apariciones fueron muy bien recibidas por el público y su interacción con veteranos en las tablas lució pareja. Igual de agradable fue descubrir a Yeimyl Rivera como “Susan” la hermana de Néstor que en todo momento se atrevió a decir en voz alta sus opiniones políticas.

Y si hay guerra, hay órdenes. En este caso el “Lt. Edwards”, trabajado por Carlos López, se presentó con la ambición propia del superior al que el honor poco le importa. Sus parlamentos con la jerga militar y con ese “spanglish” tan familiar para quienes han vivido en suelo estadounidense estuvo muy bien cuidado.

Héctor Escudero destacó como “Martínez” y el resto de sus compañeros de batalla José Alvarado “Clarence”, José Pablo como “Tito” y “López”, trabajado por Ángel González en doble rol cumplieron su misión actoral. Lo que resultó un tanto chocante fue el constante cuestionamiento a sus superiores de cada orden, en particular del grupo al “Lt. Edwards”, lo que le restaba a la autoridad que se esperaba de ese tipo de militar dictador que se pretendía crear.

Sigrid Piñero fue la “Periodista”.

La producción debe mejorar la sincronización de los visuales ­con escenas de la guerra diurnas y nocturnas así como de la vida cotidiana en Irak o de discursos del Presidente Bush- con el ritmo de la obra porque en ocasiones fallaba y producía baches innecesarios y extensos.

Pedro Rodiz tuvo a su cargo la dirección de esta pieza y contó con la asistencia de Cristina Robles. Las luces fueron trabajadas por Evarlyn Torres ­bien por las escenas de guerra nocturna- la utilería por Ammy y el maquillaje por José Cáceres. Escenografía y sonido fueron obra de Acevedo y Rodiz.

Por su actualidad y porque propicia debates necesarios, "E Pluribus Unum" debería viajar por la Isla.


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