11/24/2007

El Victoria Espinosa

Por Pedro Rodiz

Al fin entré. Lo que antes era un pasillo lleno de mosquitos ahora es el vestíbulo del teatro. Todavía huele a nuevo. Donde antes estaba el guardia de seguridad con su televisorcito pequeño blanco y negro, ahora está la taquilla. Es una entrada acogedora, que invita a pasar. Luego del recorrido por el largo vestíbulo, dos ujieres me dieron las buenas noches. Uno me entregó el programa y el otro me indicó que me sentara donde gustara. ¿Para qué asignaron a dos ujieres si me voy a sentar donde me dé la gana? – pensé.
Un escenario amplio. Dos gradas a ambos lados, uno mirando al otro. Asientos nuevos y cómodos. Un frío pelú. ¿Será parte del concepto? –cavilaba para entretenerme mientras espero. En los laterales sin gradas hay dos pasillos, que parecen balcones. Conté seis puertas, ¿para qué tantas? Miré al techo -siempre que voy a un teatro miro hacia arriba- y se me antoja que el espacio es como una jaula amplia, que crea la ilusión de seguridad.
¿Usarán todo el espacio o sólo el escenario? Imagino sogas que cuelgan, gente que brinco y cuelga, de actores que danzan en el aire. Es un teatro que inspira.
Rememoro a Vicky. Y siento que ese vestíbulo está vacío. Siento que le falta esencia, que le falta contenido. ¿Sabrán las nuevas generaciones que la Espinosa le robó el fuego del teatro a los dioses para dárselo a los mortales como una especie de Prometeo encadenado? ¿Dónde están las fotos de ella para engalanar el vestíbulo? ¿Y que me dicen del afiche que anunciaba el estreno mundial de El público de Federico García Lorca? ¿Acaso no merecía estar allí, como una bandera que nos recuerda lo más trascendental del sentido de pertenencia? ¿Qué artista no se hubiese sentido honrado de pintarle un cuadro, como se hacía en la Europa medieval con las reinas y papas? ¡Qué pobreza cultural la nuestra! – me lamenté después que se tiró la primera llamada.
En lo que espero la segunda, pienso en qué interesante hubiese sido, como parte de una actividad paralela al festival, un conversatorio con la gran Victoria Espinosa. Ella sentada en ese escenario y las gradas llenas de estudiantes de teatro de escuela superior, con universitarios del Departamento de Drama, con sus colegas y con la comunidad en general, que sé yo, algún martes durante el día, contando historias, contestando preguntas. ¡Qué poca iniciativa! –Casi se me escapa de la boca mientras trataba de calentarme las manos con mi aliento. ¡Qué poco valor se le da a lo que es verdaderamente importante! Ya dan la tercera llamada. Me acomodo en el asiento, y me imagino que soy como un niño que va al circo por primera vez.
Una vez acabada la función, salgo rápido para buscar el calor de la calle. Afuera, el reencuentro con los amigos, comentarios sueltos sobre las impresiones de la obra, algunos son halagos, otros decepción. Siempre es así con el arte.
Una amiga me cuenta la historia más inverosímil de la semana. Que cuando Victoria Espinosa intentó ir a los camerinos a saludar a los actores, -no en esa función sino en otra- un ujier no le permitió pasar, que esperara afuera, que esas son las reglas del teatro. Ella tuvo que tragar hondo, -más hondo de lo que tragué yo ante la anécdota- explicándole a la criatura que el teatro llevaba su nombre. Si no es por esta invocación, no entra. Vuelvo a apesadumbrarme al confirmar de lo arraigado de nuestra pobreza cultural.
De regreso a casa, me convenzo de que nunca seremos verdaderamente libres si no superamos las barreras desconocimiento al que estamos sumidos por imposición, decisión u omisión. Que debemos aspirar a ser un pueblo culto y educado.

Reacción amistosa al artículo: Tito Kayak, hombre indispensable.

Por: Luis Enrique Romero

Recientemente Roberto Ramos Perea circuló un escrito sobre la hazaña de Tito Kayak y culminó con la proclamación de la elite pensante del País, lo que me hizo contestarle con ensayo que les incluyo. Es mismo está disponible en http://intermediopr.blogspot.com/

A Roberto Ramos Perea:

En días recientes circulaste un artículo bajo el título “Tito Kayak, hombre indispensable”, donde expusiste con acierto lo que muchos pensamos sobre las hazañas de este admirado compañero y amigo, de lo cual nadie tiene la menor duda. Reconozco, además, la defensa que le haces contra los viciosos ataques de El Vocero, ¡qué bien!

En cambio lo que me motiva a esta penosa reflexión, es la vergüenza ajena que sentí al leer ese penúltimo párrafo que nada tiene que ver con el título, ni con Tito, ni con Paseo Caribe, ni con nadie; salvo con la autoproclamación de la “elite pensante e intelectual de nuestro país”.

Roberto, nuestro país está tan dividido, tan segmentado y tan fraccionado y a su vez tan necesitado de cambios esenciales que lo menos que necesitamos es trazar una línea entre el pensamiento encumbrado de esa “elite pensante e intelectual” y la acción que amerita el tiempo que vivimos, tanto de esa cofradía a la que tú dices pertenecer; como nosotros los que no cumplimos los requisitos para tan “privilegiada” distinción.

No podemos seguir agregando capas de clases a nuestra ya interminable lucha de clases, sobre todo por aquéllos que buscamos una sociedad más justa. La intelectualidad tiene que estar al servicio de los pueblos y en compromiso con el pueblo, de lo contrario sería un ejercicio inconsecuente y de puro narcisismo intelectual.

Esa proclamación que haces desde la primera persona sobre la existencia de una “elite pensante e intelectual”, en la que te incluyes primero y antes que nadie, me deja la sensación, de crear otra manera de promover la desigualdad humana por el sólo hecho de aproximarse a un papel para decir las cosas de una manera particular… y eso es tan prejuicio como cualquier prejuicio. Es mirar con desdén a los que cargan sobre sus hombros y a veces hasta con sus vidas las transformaciones sociales de nuestro pueblo, pero son mirados sospechosamente porque no han escrito un verso. Es observar lo que ocurre en nuestro entorno, desde la comodidad del balcón de un hotel, con el compromiso del turista. El intelectual tiene que embarrarse los pies, sin que eso signifique tener los pies de barro.

Querido amigo Roberto, la intelectualidad no puede ser un nicho para metaforizar la acción que nos urge como país, si no para personificar la propia acción. Pero qué bueno que haya otros ejemplos de intelectuales (porque no estoy aquí para cuestionártelo); que se salen de la trinchera del escritorio para escribir desde las propias trincheras donde ocurre la lucha. Lo hizo Campeche, en 1797 cuando soltó el pincel para agarrar un arma y defender su país, amenazado por los ingleses. Y que me dices de Eugenio María de Hostos, que “gastó” su inagotable creatividad en las más elocuentes hojas sobre su lucha por la igualdad humana y hasta puso su vida en peligro, pero también gastó las suelas de sus zapatos caminando a América por esa misma causa, de lo que Balmaceda fue testigo en Chile. Lo hizo también Betances y Ruiz Belvis y Pedro Albizu Campos y Juan Antonio Corretjer y Matos Paoli y José Enamorado y Julia de Burgos y Paulino Castro y Juan Mari Bras, que como él mismo dice: “He sentado más jurisprudencia desde la silla de los acusados que como abogado”. La particularidad de los antes mencionados es que estuvieron y están presentes en las trincheras de las letras y el arte, pero también en las trincheras donde se ha dado la acción.

Roberto, ¿te imaginas si todos hiciéramos lo que tú proclamas y creáramos segmentos sociales por disciplinas: la elite actoral, la de los pintores, las feministas, los machistas, los albañiles, los desempleados, los homosexuales, los vagos, los cobardes, los boca abajo, etc., etc.? ¿A dónde llegaríamos? Te lo contesto, la elite de los políticos ya está creada y son los que tienen al país sumido en este atolladero, sumado al silencio de los grandes pensadores. Sería muy cómodo para todos encaramarse en sus respectivas grúas para mirar a la distancia, cómo se desgastan, erosionan y fatigan el puñado de hermanos que tienen la valentía de zafarse del pensamiento elitista y lanzarse a defender el país, mientras los pensadores se hunden en papeles y papeles escribiendo y almacenando buenas ideas que nunca llegan a la práctica. Con esos papeles yo haría bolas y las tiraría como proyectiles de protesta.

El activismo tiene que darse fuera del papel para lograr la justicia que reclamamos. En cambio podremos llenar las librerías y bibliotecas de publicaciones sobre el mismo tema, pero no será hasta que clavemos nuestras noventa y cinco tesis en nuestro Gutenberg, que lograremos que al menos nos respeten. Asma Jahangir, directora de la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, la cual ha sido puesta bajo arresto domiciliario luego del reciente golpe de estado, en ese país; ha dicho que: “Los que defienden los derechos humanos desde un escritorio son sólo reporteros. Un defensor de los derechos humanos en el campo de acción, es un soldado de a pié. Esos hacemos la diferencia”.

Ghandi escribió mucho sobre la libertad y sobre la igualdad y en contra de la tiranía que ejercía Inglaterra en India, pero su éxito vino cuando se desprendió del ropaje y se vistió como los humildes de su pueblo y echó a andar.

En los Estados Unidos, el prejuicio racial ha generado cientos de miles de escritos, pero no fue hasta que Malcolm X, Martin Luther King, y Sara Parker se lanzaron a las calles y ejercieron su activismo y se sentaron en las primeras sillas de las guaguas y lograron la marcha del millón de negros en Washington; que fueron tomados en cuenta sus justos reclamos.

Roberto, en vano nos sirve esa “elite pensante e intelectual” si no se inserta en la otra lucha. Porque la lucha no siempre se da en las cumbres ni por los aires, ni en las torres de marfil. Tito “Kayak” la emprendió en Vieques encadenado al vientre de un tanque militar en la zona de tiro aquel memorable día y luego, todas las veces que ha subido a una grúa, siempre; ha tenido que descender. Es necesario que bajemos de nuestras respectivas grúas, porque a veces el vértigo lo sentimos cuando nos calzamos nuestros propios zapatos, que será cuando intentamos ponernos los de otro. La “elite pensante e intelectual” tiene que poner su palabra y su acción en el mismo papel, allí; en el campo de acción.
Luis Enrique Romero,
un mortal

11/22/2007

Para el amigo Pedrito Santaliz

Por: Luis Enrique Romero

Le reenvío esta información que requiere nuestra acción inmediata. El amigo Pedro Santaliz nos ha brindado lo mejor de su talento por mucho tiempo y todos reconocemos su aportación a lo que se conoce como Teatro Pobre y esta expresión sin duda va unida de manera vital con el propio nombre de nuestro Pedrito, el es el padre de ese teatro en Puerto Rico. Por favor hagamos algo por este compañero que tanto ha hecho por nuestra juventud sobre todo la más necesitada. Él nos necesita hoy.

Luis Enrique Romero

Estimados compañeros de la clase artística:

El compañero Pedro Santaliz se encuentra afectado de salud. Es por tal razón que se abrió una cuenta en el Banco Popular titulada "Pro-fondos Pedro Santaliz Ávila". Si sientes en tu corazón hacer alguna aportación, puedes hacerlo al número de cuenta 034142096.

Muchas gracias,

Itsha M. Vélez, Asistente Administrativa
Colegio de Actores de Puerto Rico
(787) 764-5626 catpr@coqui.net
http:home.coqui.net/catpr

11/20/2007

¿Ya es hora?

De: Pedro Rodiz
A Pedro Hernández
Esta obra es un bocadillo cómico para realizarse con estudiantes. Como escenografía, se utilizará un banquillo donde estarán sentadas cinco personas. Todas tendrán la pierna cruzada para el mismo lado.

Uno: ¿Ya es hora?
Dos: ¿Qué? ¿Qué dijo?
Tres: Dijo que si ya es hora.
Dos: ¿De qué?
Tres: ¿Cómo que de qué?
Cuatro: Sí, ¿de qué?
Uno: Para lo de siempre.
Cinco: No. Todavía no es hora.
Uno: ¿Estás seguro? No quiero que se me pase la hora.
Dos: Eso sería terrible.
Cuatro: Es lo peor que no podría pasar.
Tres: Yo no me quiero ni imaginar.
Cinco: Una vez se nos pasó la hora.
Tres: Yo no me acuerdo de eso.
Dos: Cuéntame de eso. Yo tampoco me acuerdo.
Cuatro: Yo ni había nacido.
Dos: ¿Cómo sabes que no habías nacido, si no te acuerdas?
Tres: No lo puede saber porque ella llegó los otros días.
Uno: Yo sí me acuerdo. Fue horrible. Ese día que se nos pasó la hora yo no
pude dormir.
Cinco: Yo me enfermé como una semana.
Uno: Yo todavía tengo el cargo de conciencia. Por eso es que estoy pendiente.
Cinco: Vamos a concentrarnos, no vaya a ser que se nos pase la hora otra vez.
Uno: ¿Alguien sabe la hora que es?
Dos: A mí se me perdió el reloj.
Cuatro: Podemos dejarnos llevar por el sol.
Tres: Pero si es de noche.
Dos: Esto es un sitio cerrado.
Cinco: Alguien debería salir afuera para averiguar si es de noche o de día.
Tres: Yo creo que es de noche, pero no estoy seguro.
Dos: ¿Quién quiere salir a verificar si ya es de día o si es de noche?
Uno: A mí no me miren. Yo no pienso moverme hasta que no sea la hora.
Cuatro: Ha pasado mucho tiempo desde la última vez. Yo creo que ya es la hora.
Cinco: No. Todavía no es la hora. Siempre sabemos cuándo es el momento.
Uno: ¿Y si esta vez se nos pasa?
Dos: Si pasó una vez puede volver a ocurrir.
Cinco: Estoy seguro que no se nos va a pasar la hora.
Tres: Estoy tan nervioso. Hagámoslo ahora.
Cinco: No. Nadie va a romper la tradición. Cuando sea la hora, lo hacemos.
Tres: ¿Qué mal puede haber en que lo hagamos unos segundos antes?
Dos: Sí, qué mal puede haber.
Uno: ¿Cómo podemos estar tan seguros de que sólo faltan unos segundos?
Cuatro: Todavía son muchos los minutos que faltan… creo.
Uno: Si se nos pasa el momento, yo no me lo perdonaría nunca.
Tres: Yo me tengo que ir. Ya se me hizo tarde.
Cinco: Nadie se mueve hasta que sea la hora.
Cuatro: Yo lo único que sé es que llevamos un rato bien largo aquí.
Dos: Ya me cansé, ya me cansé, ya me cansé.
Cinco: Resiste, resiste, resiste.
Dos: Vamos, no hagamos nada… vámonos de aquí.
Cuatro: Si nos vamos, ¿qué va a pasar cuando llegue la hora?
Tres: A nadie le va a importar.
Uno: A mí me importa.
Cuatro: Y a mí.
Cinco: Aguanta que ya casi es hora.
Dos: Siempre es casi… ¿por qué nunca es la hora?
Tres: Me mata la espera.
Uno: ¿Y si se nos pasó la hora y nos dimos cuenta?
Dos: Yo pienso lo mismo. Se nos pasó la hora y no hicimos nada.
Cinco: Dejen eso que ya, me están poniendo nervioso.
Uno: ¿Cómo es posible que llevemos todo este rato y nos hayamos dado cuenta de la hora que es?
Tres: El tiempo pasa volando.
Uno: Si se nos pasó la hora, tenemos que esperar a que pase la otra.
Dos: Yo no quiero seguir esperando.
Cinco: No te atrevas a moverte de ahí.
Dos: Esto es terrible. No sabemos si ya es de día o de noche. Si se nos pasó la hora o si está por llegar.
Cinco: Cálmense todos. Todavía no es la hora. Si fuera la hora ya lo sabríamos. Siempre lo sabemos.
Uno: Yo siempre me confundo.
Cuatro: A mí me gusta hacer las cosas bien. Se hacen bien o no se hacen.
Cinco: Tengan fe. Lo vamos a hacer bien.
Dos: ¿Y si alguien se equivoca?
Cinco: Nadie se va a equivocar.
Tres: Estoy sudando de tanto esperar.
Uno: A mí me duelen las manos.
Cuatro: A mi me duele la espalda.
Dos: A mi se me hincharon los pies.
Cinco: Yo lo que tengo es sed.
Uno: Ya me crecieron las uñas.
Tres: Yo ya me las comí.
Cuatro: También me duele la quijá.
Cinco: Ahora me dio hambre.
Uno: Ya me está dando sueño.
Dos: Estoy echando raíces.
Cuatro: Yo tengo ganas de ir al baño.
Tres: Creo que tengo asma.
Dos: Yo tengo taquicardia.
Uno: ¿Escucharon eso? ¿Lo oyeron?
Cinco: Yo no oí nada.
Dos: Yo lo único que escuché fue las tripas de éste.
Cuatro: Yo como que escuché algo.
Uno: Presiento que se acerca.
Dos: No me ilusiones.
Uno: La última vez fue algo así.
Cuatro: Yo como que soñé esto.
Cinco: Sí, sí, yo creo que es la hora.
Uno: El corazón me dice que se acerca el momento.
Tres: Ya yo estoy listo para lo que sea.
Dos: No aguanto más. Estoy ansioso.
Cinco: Comienza la cuenta regresiva.
Todos: Cinco, cuatro, tres, dos, uno…


Todos se quedan a la expectativa. No ocurre nada. No se mueven.

Uno: No puede ser.
Tres: Yo estoy frustrado.
Dos: Yo me había ilusionado.
Cuatro: Yo no me vuelvo a meter en esto.
Cinco: Parecía que era la hora.
Uno: Pero no era.
Cuatro: Esto es frustrante.
Dos: Esto es una tortura.
Tres: Estoy al borde de un ataque de nervios.
Cinco: Estoy tan molesto.
Uno: Yo que tenía el presentimiento de que era justo ahora.
Dos: Tanto tiempo esperando para nada.
Cinco: Me rindo.

Suena las campanadas de un reloj de iglesia.

Todos: Ya es la hora.

Todos cambian de piernas a la misma vez. Todos suspiran aliviados. Apagón
rápido.

11/18/2007

Boleto de entrada

Por Pedro Rodiz


Me encanta salir a ver teatro. Es parte integral de mi formación como artista. En un País donde no hay estudios graduados o de extensión continua sobre nuestra carrera, se hace obligatorio ver los trabajos de los compañeros como parte del mejoramiento profesional.
Pero he tenido que disminuir las salidas al mismo por un problema de presupuesto. También he tenido que hacer ajustes en el presupuesto familiar cortesía de las malas decisiones en cuanto a la economía de nuestro gobierno central.
¿Cuánto debe costar el boleto de entrada de una obra de teatro? Cada proyecto es distinto y cada producción conlleva gastos diferentes. ¿Cómo se toma la decisión de ponerle precio a la obra o al proyecto? Bueno, aquí esa determinación la hace exclusivamente el productor que toma en consideración múltiples factores que ya se han discutido hasta la saciedad. No es de mi interés decirles a los productores cuánto deben cobrar por la entrada ya que ellos quieren recuperar la inversión y ganar algo en el camino. Ellos le ponen el precio que les de la gana y punto. Pero creo que los precios se están disparando y cada vez son menos los que pueden pagarlo.
Asisto a las obras que algún compañero/a tiene la amabilidad de invitarme o a las que la entrada está entre 10 a 15 dólares, ya que los que están sobre veinticinco, me cuesta pagarla. Para los que vivimos al filo de la navaja todos los meses, que preferimos pagar tal o cual factura en la otra quincena porque lo que queda de ésta es para la compra, 25 dólares hacen una diferencia. Que realmente no son 25 pesos, porque a eso se le suma el pago del estacionamiento, más los cargos por servicios de la compañía que te vende el boleto, y eso sin tomar en consideración que casi nunca uno va solo al teatro.
A veces entiendo el costo del boleto, pero en otras ocasiones no. Un proyecto con muchos actores pues es hasta comprensible. Pero estos son los menos ya que las obras cada vez se presentan con pocos actores. Por otro lado, si un productor consigue ayuda del Instituto de Cultura Puertorriqueña, de Apoyo a las Artes –otra ayuda del ICP – de los Fondos Legislativos y del Departamento del trabajo, ¿por qué pone los precios altos? Eso no lo entiendo.
¿Acaso no es preferible tener las salas llenas por un buen precio que tenerlas a la mitad o vacías por ponerlas a un costo alto? Pero según digo una cosa digo la otra, a veces el precio es accesible y la gente no va, mientras que en los que se cobra más caro, se llena. ¿Cómo se explica esto? ¿Será que la gente piensa que porque el boleto es más barato la obra no sirve y si le cobran demás es una buena puesta en escena?
He presenciado proyectos que el costo es mínimo y he salido más que satisfecho. Pero en otras, que me he disparado la maroma de pagar demás, salgo molesto por la pobre calidad del proyecto.
No sé, pero en un País en donde se han perdido 42,000 empleos, en este año solamente -admitido por el propio Secretario del Trabajo- en el que cada día se van más personas a buscar mejores oportunidades de trabajo y de calidad de vida, en el que cada día todo es más caro y de menor calidad, como que el que los precios estén altos no contribuye ni al teatro mismo ni al mejoramiento cultural de los puertorriqueños.
Y desde mi punto de vista nuestras obras no están siendo reaccionarias, no denuncian ni está señalando la ruta a seguir. Pero esto es harina de otro costal.

11/14/2007

Entre huidas y botellazos

Por Pedro Rodiz

Entre algunos de los espectáculos que vi en Cádiz, y que no había comentado, estaba el de la compañía Teatro Do Mar de Portugal. La presentación llevaba por título Daimoniom y se presentó al aire libre. Ellos montaron una plataforma con todo un aparato metálico, una especie de vigas que se unían en lo alto, creando un hueco circular por donde bajaba una soga y un actor con el rostro pintado –que para todos los efectos es lo mismo que una máscara- realizaba danza aérea. No había palabras, sólo imágenes, y de muy buena calidad por cierto.
Pues ayer me acordé de este espectáculo cuando prendo el televisor y veo a nada más y nada menos que las imágenes del espectacular Tito Kayac cuando bajaba de la grúa, utilizando la técnica del “rapelling” –que no es otra cosa que danza aérea clásica- enmascarado, ¿para qué usa una máscara si todos saben quién es él?- burlando al cuerpo policiaco que se dio cita para atraparlo tan pronto tocara tierra. Y como lo que pisó fue agua, pues se escabulló -tipo David Copperfield- por debajo del puente Los hermanos, justamente en su vehículo favorito: el kayac. Fue más espectacular que lo que realizaron los portugueses. Quisiera destacar la encomiable actuación de esos guardias. Parecían al elenco de policías de la serie de televisión “Los Dukes de Hazzard”, ¿se acuerdan?, aquellos que siempre tropezaban entre sí y los rebeldes siempre escapaban. Igualito.
Pero de lo que nadie habla es de la verdadera razón por la cual Tito hizo su “performance”. Y es que Tito Kayac estaba audicionando para pertenecer al elenco del Cirque du Soleil. Quiere ser el primer puertorriqueño en ser parte de tan respetado grupo. Yo no sé que esperan para hacerle la invitación. Tiene un resumé impresionante. Enfrentó a barcos de guerra de la marina montado en su pony acuático, se trepó a poner una bandera en la Estatua de la Libertad, bajó otra bandera de la sede de las Naciones Unidas, estaba encaramado en el muro que divide a Israel de Palestina y ahora la huida más fascinante que haya realizado enmascarado alguno en Puerto Rico, opacando las legendarias escapatorias de Toño Bicicleta.
Pero cuando creí que ya nada podría sorprenderme, resulta ser que nuestro más aclamado comediante Luis Raúl, recibe un botellazo a las tres de la mañana, por haber hecho una broma de mal gusto a un amigo en su apartamento. ¿Cómo es que el hombre que se echa multitudes en los bolsillos cada vez que hace un “stand up comedy” es capaz de hacer una broma de mal gusto? Esto tiene que ser una broma. O pensándolo mejor, es el mejor truco publicitario que he visto. Ese espectáculo que hace con Raymond Arrieta estoy casi seguro que va a estar empaquetado de gente –esos boletos se venderán como pasteles en navidad-. Los productores de teatro debemos aprender del maestro. Ya me imagino el “opening”: Luis Raúl baja por una soga, enmascarado y Raymond lo espera con una botella en la mano. La gente se para y aplaude de pie sin que hayan dicho una sola palabra.
Díganme si estas dos hazañas no fueron ingeniosas. ¿Alguien se acordó de que el Gobernador del Estado Libre Asociado de Puerto Rico estaba presentando “medidas” para “incentivar” la economía? ¿Tenemos economía? ¿Tenemos gobernador todavía? Debo adelantarles que el arresto del gobe será otro “performance” de los buenos, y lo veremos por televisión nacional. Nunca antes en la historia nuestra televisión fue tan fabulosa y entretenida.
¿Quién dijo que en este País hay tiempo para el aburrimiento? Aquí esto un paraíso para la dramaturgia, para la magia, para el circo, para la publicidad y para el truco.

11/12/2007

Montaña rusa

Por Pedro Rodiz

Cuando regresé del FIT tuve que descansar. Algo pasó que estuve soñoliento estas dos semanas. No me dieron ganas ni de escribir, ni de salir, ni de hacer nada. Sólo de dormir. Quizás fue la intensidad con que se viven esas dos semanas. A lo mejor fue la cantidad de información privilegiada que se recibe de cantazo y sin procesar. No lo sé. Tampoco sé si a otros colegas también les pasó lo mismo. La sensación fue como si me hubiese trepado en una machina, de esas que le llamamos Montaña rusa. Todo es expectativa mientras se sube, luego viene la bajada que te saca el alma del cuerpo y luego la culminación, que es cuando todo acaba. Se necesitan unos minutos en lo que uno recobra el aliento y la compostura.
Ese fue mi caso, sólo que los minutos se volvieron días. Y no me malinterpreten, sigo fascinado con lo que viví, pero ahora estoy más tranquilo y puedo analizar las cosas en su justa perspectiva y sin apasionamientos.
Fui con el objetivo de ver lo que se hace en otros países de Latinoamérica y ubicar el teatro puertorriqueño dentro de esa corriente. Lo primero que noté fue la gran cantidad de propuestas que son realizadas por grupos o colectivos, gente que lleva mucho tiempo junta y que experimentan con tiempo suficiente.
Ya aquí hay una diferencia. En la Isla la forma de hacer teatro no es por medio de grupos sino a través de productores que contratan todo el personal tanto artístico como técnico.
Actualmente está funcionando un grupo de nombre Y no había luz. El de más prestigio y presencia en los últimos años lo fue Agua, sol y sereno –que por cierto fue a Cádiz en el 1998 con la obra Una de cal y una de arena, teniendo una buena acogida- pero que últimamente no he escuchado nada de ellos. ¿Alguien sabe?
Si existen otros grupos, lo desconozco. Quizás el de Teatro del 98, pero tampoco he escuchado nada de ellos últimamente. Las ventajas de los colectivos es que por estar en sintonía pueden desarrollar su propia línea y estilo de trabajo. Esto les da versatilidad, unicidad y diversidad. (Perdonen esta y las otras cacofonías). Pero, a menos que puedan conseguir financiamiento, están condenados a desgastarse. Y el desgaste no es artístico, es más bien por el arroz y las habichuelas, literalmente.
Algunos de los grupos que participaron en Cádiz, utilizaban ese Festival de trampolín para visitar otros festivales, tanto en España como el resto de Europa. Y el dinero que adquieren les da para seguir trabajando en nuevas propuestas en sus respectivos países.
La alternativa de crear grupos no necesariamente funcionaría aquí. Tampoco es algo que haya que darle mucho destaque. No creo que ese sea nuestro problema principal.
Lo que sí extraño es que no haya una línea de trabajo definida, que como País, no estamos remando hacia una misma dirección. Siento que las nuevas propuestas están dormidas y que nuestra línea de trabajo está cada vez más distante de lo que se hace en otros países de América Latina. Eso no es ni bueno ni malo, es motivo de análisis solamente.
Al no haber grupos o colectivos funcionando, se depende en gran medida de los gustos particulares de los productores y de sus necesidades inmediatas. Quizás los que podrían crear la ruta a seguir sean los dramaturgos del patio pero también nos vemos limitados por el financiamiento. ¿O es que vamos a montar a fuerza de seguir pidiendo favores?
Nuestro público sigue abandonando las salas de teatro, algo que no sucede solamente aquí, si no que también está ocurriendo en otras partes del mundo. A las personas no les provoca tanto el teatro como antes. Y eso presupone que repensemos en las propuestas que realizamos. Pero eso conlleva tiempo y voluntad.
Una de las cosas que más me impresionó de los proyectos que presencié fue que todas esas obras tomaron mucho tiempo de gestación. Y el resultado y la calidad son evidentes. Pero eso implica que hay que hacer sacrificios. ¿Cuántos están dispuestos a hacerlo? Si aquí esto es un paño quitado y otro puesto. Esta estructura que hemos construido para hacer teatro no es fácil cambiarla, ya que mucha gente depende de ella para llevar el sustento a la casa. Se me ocurre que una alternativa puede ser visualizar un proyecto, de gran impacto, al año y a ese proyecto dedicarle tiempo, pensamiento y esfuerzo. Esto es aparte de lo que se hace comúnmente, en el diario vivir. Esto podría ser una buena alternativa para el Programa de Teatro y Danza, notificar con casi un año de anticipación que el proyecto ha sido seleccionado, con su presupuesto asegurado y que la aportación económica sea entregada con anticipación, para que así, tanto las compañías como los demás artistas involucrados, trabajen sin prisa las obras que eventualmente participarán y le darán prestigio a los dos más importantes de los Festivales de Teatro del País. Pero si el aviso llega uno o dos meses antes del eventual estreno, pues, hay que trabajar con prisa. Y con la prisa inevitablemente se descuida la calidad.
Así que no quiere sonar como un profeta apocalíptico, si no que quiero sentar las bases para, como escribió un colega en uno de los comentarios, encaminarnos hacia una “reestructuración de la política cultural”. Y yo no siento que nos dirijamos hacia ese norte, ni he escuchado nada al respecto. Quizás es que todavía tengo los oídos tapados por la presión de bajar de tan alto en la Montaña rusa.

11/07/2007

Urge un coordinador

Por Pedro Rodiz

Quisiera reaccionar a una columna que escribió Javier del Valle para el periódico El Vocero, que está disponible en www.teatropr.blogspot.com y que lleva por título: Forjadores de una industria escénica. El mismo salió publicado cuando estaba en España, por tanto, no lo había leído hasta hace unos días. Más que reaccionar debería decir que quiero ampliar ya que concurro plenamente con sus planteamientos.
El artículo es sumamente provocador ya que nos hace pensar en la actividad teatral como una industria que genere ganancias económicas y no pérdidas como actualmente sucede.
Los trabajadores de este arte soñamos con vivir de y para el teatro; no de otras tareas que no hacen más que restarnos tiempo y esfuerzo de lo que realmente nos interesa.
En síntesis, Javier propone que se incluya “eventos y actividades de crecimiento profesional y espacios de discusión”. También aboga por actividades paralelas a los festivales tales como “talleres, charlas, mesas redondas, mini cursos, foros, muestras, exhibiciones o conferencias”. Vengo de un festival de gran envergadura, y les aseguro que las actividades paralelas son las que lo enriquecen grandemente.
Pero una medida que me parece que hay que tomar en consideración es la de: “Para evitar salas vacías podría tomarse en cuenta el recurrir a campañas de mercadeo más agresivas que incluyan descuentos por volumen, venta de abonos o boleto único de participación general. En muchos de los casos, la publicidad queda en mano de cada una de las producciones, desaprovechando la economía que permite un trabajo de comunicación integrada”. Si ha funcionado con el Baloncesto Superior Nacional, ¿por qué no puede funcionar para el teatro?
En todo esto he venido pensando en estos días, cómo hacer que nuestros festivales nacionales funcionen como deberían.
En el caso de los festivales de teatro que auspicia el ICP lo que ha faltado es un coordinador/a. Se ha partido de la premisa –y en esto me incluyo- de que la gente que trabaja en la oficina del Programa de Teatro y Danza son los que deben coordinarlo todo. Y me parece que eso no está dentro de sus funciones. Ellos están para seleccionar unos proyectos y subvencionar aquéllos que así lo ameriten. Con esto no quiero decir que el sistema sea perfecto pero así funciona por el momento.
Ahora me pongo a pensar en lo injusto que he sido con esa oficina. Ese pájaro mucho ha volado para ser pichón.
Así que para que lo que plantea Javier del Valle funcione, el Programa de Teatro y Danza debe contratar a un coordinador/a, una persona externa al programa, con conocimiento en mercadeo y relaciones públicas para que coordine todo el evento. Y esa persona no puede ser de la oficina de prensa del ICP, ya ellos tienen suficientes obligaciones como para dejarle el monitoreo de nuestros festivales nacionales, que ya de por sí, son muy largos y complejos.
Entre sus tareas puede ser la coordinación, junto con la oficina de prensa de dicha entidad, de toda la promoción de las obras. Es decir, no promocionar obra por obra sino todas las obras como un todo. Eso ayudaría a que lo periódicos no se llenen de comunicados de prensa individuales, sino que se podría buscar la forma de sacar la noticia de cada una de las propuestas. Hasta se podría sugerir la posibilidad de que algún noticiero de algún canal de televisión adopte el Festival y a cambio se le den las exclusivas de cada una de las propuestas. Lo mismo se podría hacer con las estaciones radiales.
También se podría encargar de vender pautas comerciales en las que se le daría promoción al producto o al servicio en todas las obras. De esta manera sería más atractivo para empresas, que sus productos van dirigidos a las masas, a interesarse por nuestro mercado. Al final, las ganancias de esas ventas, se repartirían en partes iguales para todas las compañías. Eso no invalida los esfuerzos individuales, lo que hace es ampliar la oferta.
Ese coordinador/a debe estar involucrado activamente en todas las facetas del Festival, no puede ser un espectador más. Es la persona que está a cargo de todas las actividades paralelas para que todo sea un éxito. Les quita un peso tremendo a los productores de teatro y todo el esfuerzo se filtra a través de esa persona.
Aunque en otros festivales de teatro del País existe un coordinador/a, por lo general, sus labores se limitan a ciertas funciones “burocráticas”, pero el peso del trabajo recae básicamente en cada uno de los productores de teatro que participen de ese festival. Por eso cada uno hala para su lado. Por eso el desbalance en la promoción. Aquél que tenga mejores contactos se moverá mejor. Esto ayuda a su parcela pero en nada aporta al desarrollo del teatro en general.
En resumen, el coordinador/a debe tener visión y compromiso. Y los festivales de teatro deben trabajarse como un todo.


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