11/24/2007

Reacción amistosa al artículo: Tito Kayak, hombre indispensable.

Por: Luis Enrique Romero

Recientemente Roberto Ramos Perea circuló un escrito sobre la hazaña de Tito Kayak y culminó con la proclamación de la elite pensante del País, lo que me hizo contestarle con ensayo que les incluyo. Es mismo está disponible en http://intermediopr.blogspot.com/

A Roberto Ramos Perea:

En días recientes circulaste un artículo bajo el título “Tito Kayak, hombre indispensable”, donde expusiste con acierto lo que muchos pensamos sobre las hazañas de este admirado compañero y amigo, de lo cual nadie tiene la menor duda. Reconozco, además, la defensa que le haces contra los viciosos ataques de El Vocero, ¡qué bien!

En cambio lo que me motiva a esta penosa reflexión, es la vergüenza ajena que sentí al leer ese penúltimo párrafo que nada tiene que ver con el título, ni con Tito, ni con Paseo Caribe, ni con nadie; salvo con la autoproclamación de la “elite pensante e intelectual de nuestro país”.

Roberto, nuestro país está tan dividido, tan segmentado y tan fraccionado y a su vez tan necesitado de cambios esenciales que lo menos que necesitamos es trazar una línea entre el pensamiento encumbrado de esa “elite pensante e intelectual” y la acción que amerita el tiempo que vivimos, tanto de esa cofradía a la que tú dices pertenecer; como nosotros los que no cumplimos los requisitos para tan “privilegiada” distinción.

No podemos seguir agregando capas de clases a nuestra ya interminable lucha de clases, sobre todo por aquéllos que buscamos una sociedad más justa. La intelectualidad tiene que estar al servicio de los pueblos y en compromiso con el pueblo, de lo contrario sería un ejercicio inconsecuente y de puro narcisismo intelectual.

Esa proclamación que haces desde la primera persona sobre la existencia de una “elite pensante e intelectual”, en la que te incluyes primero y antes que nadie, me deja la sensación, de crear otra manera de promover la desigualdad humana por el sólo hecho de aproximarse a un papel para decir las cosas de una manera particular… y eso es tan prejuicio como cualquier prejuicio. Es mirar con desdén a los que cargan sobre sus hombros y a veces hasta con sus vidas las transformaciones sociales de nuestro pueblo, pero son mirados sospechosamente porque no han escrito un verso. Es observar lo que ocurre en nuestro entorno, desde la comodidad del balcón de un hotel, con el compromiso del turista. El intelectual tiene que embarrarse los pies, sin que eso signifique tener los pies de barro.

Querido amigo Roberto, la intelectualidad no puede ser un nicho para metaforizar la acción que nos urge como país, si no para personificar la propia acción. Pero qué bueno que haya otros ejemplos de intelectuales (porque no estoy aquí para cuestionártelo); que se salen de la trinchera del escritorio para escribir desde las propias trincheras donde ocurre la lucha. Lo hizo Campeche, en 1797 cuando soltó el pincel para agarrar un arma y defender su país, amenazado por los ingleses. Y que me dices de Eugenio María de Hostos, que “gastó” su inagotable creatividad en las más elocuentes hojas sobre su lucha por la igualdad humana y hasta puso su vida en peligro, pero también gastó las suelas de sus zapatos caminando a América por esa misma causa, de lo que Balmaceda fue testigo en Chile. Lo hizo también Betances y Ruiz Belvis y Pedro Albizu Campos y Juan Antonio Corretjer y Matos Paoli y José Enamorado y Julia de Burgos y Paulino Castro y Juan Mari Bras, que como él mismo dice: “He sentado más jurisprudencia desde la silla de los acusados que como abogado”. La particularidad de los antes mencionados es que estuvieron y están presentes en las trincheras de las letras y el arte, pero también en las trincheras donde se ha dado la acción.

Roberto, ¿te imaginas si todos hiciéramos lo que tú proclamas y creáramos segmentos sociales por disciplinas: la elite actoral, la de los pintores, las feministas, los machistas, los albañiles, los desempleados, los homosexuales, los vagos, los cobardes, los boca abajo, etc., etc.? ¿A dónde llegaríamos? Te lo contesto, la elite de los políticos ya está creada y son los que tienen al país sumido en este atolladero, sumado al silencio de los grandes pensadores. Sería muy cómodo para todos encaramarse en sus respectivas grúas para mirar a la distancia, cómo se desgastan, erosionan y fatigan el puñado de hermanos que tienen la valentía de zafarse del pensamiento elitista y lanzarse a defender el país, mientras los pensadores se hunden en papeles y papeles escribiendo y almacenando buenas ideas que nunca llegan a la práctica. Con esos papeles yo haría bolas y las tiraría como proyectiles de protesta.

El activismo tiene que darse fuera del papel para lograr la justicia que reclamamos. En cambio podremos llenar las librerías y bibliotecas de publicaciones sobre el mismo tema, pero no será hasta que clavemos nuestras noventa y cinco tesis en nuestro Gutenberg, que lograremos que al menos nos respeten. Asma Jahangir, directora de la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, la cual ha sido puesta bajo arresto domiciliario luego del reciente golpe de estado, en ese país; ha dicho que: “Los que defienden los derechos humanos desde un escritorio son sólo reporteros. Un defensor de los derechos humanos en el campo de acción, es un soldado de a pié. Esos hacemos la diferencia”.

Ghandi escribió mucho sobre la libertad y sobre la igualdad y en contra de la tiranía que ejercía Inglaterra en India, pero su éxito vino cuando se desprendió del ropaje y se vistió como los humildes de su pueblo y echó a andar.

En los Estados Unidos, el prejuicio racial ha generado cientos de miles de escritos, pero no fue hasta que Malcolm X, Martin Luther King, y Sara Parker se lanzaron a las calles y ejercieron su activismo y se sentaron en las primeras sillas de las guaguas y lograron la marcha del millón de negros en Washington; que fueron tomados en cuenta sus justos reclamos.

Roberto, en vano nos sirve esa “elite pensante e intelectual” si no se inserta en la otra lucha. Porque la lucha no siempre se da en las cumbres ni por los aires, ni en las torres de marfil. Tito “Kayak” la emprendió en Vieques encadenado al vientre de un tanque militar en la zona de tiro aquel memorable día y luego, todas las veces que ha subido a una grúa, siempre; ha tenido que descender. Es necesario que bajemos de nuestras respectivas grúas, porque a veces el vértigo lo sentimos cuando nos calzamos nuestros propios zapatos, que será cuando intentamos ponernos los de otro. La “elite pensante e intelectual” tiene que poner su palabra y su acción en el mismo papel, allí; en el campo de acción.
Luis Enrique Romero,
un mortal


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