10/19/2007

Un paseo a pie

Por Pedro Rodiz

Los otros días di un recorrido por la cuidad para hacer un reconocimiento de la misma. Llegué hasta el Teatro La Tía Norica. Pero en ese lugar alberga otras edificaciones. Me metí en una que tienen una exposición de arte joven. Me gusta ver esos trabajos porque te da una idea de por dónde andan los gustos de los jóvenes. Y es una buena exposición. La sala alberga trabajos de fotografía, pintura, escultura y tirillas cómicas o ¨comics¨. Presentan los trabajos premiados y los no premiado pero de gran calidad. Me ha gustado muchísimo. Lo que más me ha llamado la atención es la premiación de los ¨comics¨. Son de muy buen gusto y la temática es tan variada como divertida. Pasé un buen rato mirando los trabajos. Están llenos de esa energía única que tienen los jóvenes cuando miran hacia el horizonte.
Luego, di un paseo en un parque. Precioso. Tiene unos pinos que son en espiral, bien raros, como si fueran guirnaldas que suben y apuntan al cielo. La cuidad antigua tiene una especie de malecón en el que puedes caminarla, casi bordearla por completo. Me detuve a mirar la bahía. Hay una estructura que está casi sumergida. Me comentaron que esa estructura pertenece al Cádiz antiguo.
A mi lado habían varios pescadores. Son como los que se pasan en el puente que da hacia el Condado. Pues, me dediqué a observar al que estaba más cerca. Eran como las seis de la tarde y él, con una gran concentración, cortaba la carnada -por el color me parecía que era tocino- lo colocaba en el anzuelo y lo lanzaba lo más lejos posible. La bollita multicolor indicaba el lugar exacto donde acuatizó. Luego dejaba la caña en el borde y esperaba a que los peces picaran. Se notaba que esa actividad lo relajaba, y hasta le causaba cierto placer. Me dieron ganas de hablar con él, de preguntarle de por qué lo hacía, si por diversión y esparcimiento o por buscar el bocado de comida. De si eso lo hacía después del trabajo, en fin, hablar con él, pero no me atreví. Soy muy tímido para abordar a una persona simplemente para hablar.
De ahí di un recorrido a través de los callejuelas. Y ocurrió algo de lo más interesante: las plazas estaban llenas de familias, de mujeres y hombre, que llevan los niños, de todas las edades, para que disfruten y jueguen, y de vez, socializar. Me dirigí hacia otra plaza - hay muchas y muy cerca un de otra- y ocurrió exactamente lo mismo: llena de gente. Me senté a disfrutar de una escena que en Puerto Rico se me hace lejana, casi imposible.
Fue una tarde buena para mí. Me dio la oportunidad de ir asimilando tanta información, tanta imagen, tanta idea que pasa por mi mente.
Y nuevamente, tuve ese sentido de seguridad. Pude caminar libremente sin preocuparme por nada.


Free Web Site Counter