10/08/2007

…PARA LA HISTORIA…

Por Luis Enrique Romero

Esta carta la escribió el amigo Luis Enrique Romero en reacción -o como reflexión- al homenaje que se le hizo a los grandes de nuestra televisión en Bayamón y que envió a los medios.

Todavía recuerdo con nostalgia los momentos que pasé frente al televisor disfrutando las comedias, los programas de variedades, las entrevistas y el humor de aquellas producciones que marcaron mi niñez y la de tantos otros. El ingenio de Tommy Muñiz, Luis Vigoreaux y Paquito Cordero, a quienes se honra y reconoce con la develación de un monumento en Bayamón el 6 de octubre, bien merece esta reflexión, sobre aquella televisión para la historia.

Era de esperarse que el alcalde Ramón Luis Rivera se apuntara nuevamente en la historia, con su habitual sensibilidad, porque de casta le viene; al erigir una pieza escultórica en ofrenda a estos protagonistas de nuestra televisión.

Aquella televisión que hoy miro con nostalgia, que aunque era más rudimentaria, quizás más artesanal, pero que era evidentemente más pertinente; se metió, se incrustó como un tatuaje en nuestra memoria colectiva.

Una televisión que no necesitaba de las pléyades de Miami para embelezar a la audiencia novelera, ni de presentadores internacionales con el “cacumen” almidonado de material orgánico en descomposición. La televisión de aquella pretérita época del doblaje cuando hablábamos “neutral” como dicen en Univision y en el Telemundo actual y no se si en WAPA, pero realmente era nuestra televisión.

Aquella cuando las comedias se hacían en este humor nuestro de cada día tan particular y tenían la picardía suficiente para no ofender. Cuando los programas de entrevistas de Tommy Muñiz (entiéndase “talk shows”, así da mas caché aunque no tenga contenido), nos pusieron en contacto con don Abelardo Díaz Alfaro, Vidal el barbero de don Pedro, algún joven talentoso, algún pintor destacado, un tallador de santos, un boricua sobresaliente fuera del país, algún evento que nos conmoviera de admiración o algún dato curioso.

Aquella televisión que nos traía a los cantantes de los discos que escuchábamos en la radio y donde Paquito Cordero y Luis Vigoreaux mezclaban talentos internacionales con el talento de aquí y nos movíamos a ver a nuestros cantantes supuestamente “rivales” (al menos eso creíamos) en el mismo programa.

Esa televisión que llegaba a las familias más pobres y les daba la oportunidad de participar en los programas de juegos de Vigoreaux por una nevera o una estufa cumpliendo de alguna manera con una función social.

Esa televisión que hermanó a un pueblo tras sus artistas, que iban de plaza en plaza con sus comedias a las fiestas patronales y la gente los recibía como si fueran parte de la familia.

Pero hoy, cuando miro esa televisión que llaman nuestra: la de Univision, Telemundo y Wapa la que nos sustituye por programación extranjera y busco en ella un rostro nuestro y no lo encuentro, se que solo quedará esa mirada retrospectiva, al que nos obliga este monumento de Bayamón.

Hoy lo que veo son compañeros artistas sin trabajo, pero esta vez convertidos en estatuas de sal esperando la próxima lluvia desmemoriada que los deshará y los drenará por el desagüe, ya sabiéndose olvidados. Cuando no haya un Ramón Luis que rescate esa memoria, porque ya no queda nada que rescatar. Cuando nuestra imagen y nuestra voz sea la de la historia olvidada y distante y esa nueva voz y esa nueva imagen sea la de cualquier otro, todo habrá acabado… Nadie puede recordar lo irreconocible, y solo nos quedará una sensación de petroglifos en nuestra amnesia artificial, aceptada en silencio y sumisión.

Seguramente para entonces se habrán acabado las marginales en la carretera 2 y los espacios en los parques y estrellas en las acera para los artistas nuestros y solo quedarán monumentos al Gordo y la Flaca, Laura en América, José Luis con su voz de castrato italiano, la tímida Niurka Marcos, los Huracanes de qué sé yo que sitio, sí; porque el espacio que quedaba ya está ocupado por el chupacabra que ya cuenta con su monumento en la playa de los tubos del Atenas del Manatí de Bin y otro en el Canóvanas de Chemo.

Lo que nunca cambiará será la hipocresía de los actuales dueños de las televisoras extranjeras representados por los verdugos, que han venido a enterrar a la clase artística del País; pero tienen el músculo facial tan desarrollado, que se allegan a estas actividades con sus sonrisas satánicas a inmacular sus imágenes.

Espero que algún día, mejor más temprano que tarde; otros se den cuenta que estamos perdiendo al país por los medios de “comunicación” que son antidemocráticos y prejuiciados.

Ramón Luis, gracias por ese reconocimiento a estos caballeros de nuestra televisión.


Luis Enrique Romero
Actor, Presidente de APAGA


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