09/23/2007

En silencio

Por Pedro Rodiz

"La palabra no es necesaria para expresar lo que se siente en el corazón".
Marcel Marceau
En una clase Pantomima IV, que aunque llevaba ese nombre más bien se trabajaba la mímica, y la ofrecía la distinguida maestra Gilda Navarra. En la pantomima se trabaja con el aspecto físico del personaje, lo que conocemos como la pantomima blanca o clásica, que es la que más se practica por el País y que es lo más que se acerca a la caricatura; en la mímica, por otro lado, se trabaja los aspectos internos del personaje, es decir, primero se trabajaba la emoción y de ahí es que surge el gesto.
En ese curso se trabajaba un ejercicio que consistía en imaginar que se tenía puesta una máscara sonriente. Luego, teníamos que tratar de quitarnos la máscara sonriente pero que estaba atorada. Lo interesante –y lo difícil- era lograr la desesperación de tratar de quitártela sin perder la sonrisa. Era, y es, bien complicado de lograr porque se trabajaba con emociones contrarias.
Me acordé del ejercicio al enterarme de la partida de Marcel Marceau. Sin embargo, no estoy triste, más bien alegre. No porque posea un sentido morboso sobre la muerte de uno de nuestras grandes figuras, sino porque él pudo vivir haciendo lo que más le apasionaba. Ya quisiera yo tener la condición física que ese hombre tenía a sus 84 años.
Ese actor mimo francés ejemplificó lo que todos sabemos del teatro: que tiene un idioma universal, que es entendido en todas las partes del mundo. Son de esos seres que dejan de ser de su país de origen para convertirse en ciudadanos del Planeta.
Y me acordé del ejercicio de la clase de pantomima porque Marcel Marceau hacía que lo difícil pareciera sencillo, simple. Me lo imagino en su féretro, con su rostro impávido, pero con una sonrisa emblemática, parecida a la recogida en al Mona Lisa. Ahora deleitarás a otros, en escenarios celestiales.
Aunque era un mimo silente –tuve la oportunidad de verlo cuando vino a Puerto Rico- en escena daba la impresión de que lo acompañaba una orquesta. Sabía transmitir sus emociones de forma elocuente. Irradiaba una energía que uno, desde la butaca, llegaba a experimentar lo que los griegos llamaron la catarsis.
Gracias por la forma en que representaste a todos los teatristas del mundo, rompiendo todas las barreras y los estereotipos. Por eso, desde aquí, un sonoro aplauso de pie, un minuto silencio, de reflexión y un eterno agradecimiento.


Free Web Site Counter