09/03/2007

Sin dolor no hay parto

Por Pedro Rodiz

Antonio, no sé su apellido, me planteó en uno de los comentarios esta pregunta: ¿Es el teatro una forma de arte obsoleta que unos pocos melancólicos se empeñan en recrearla una y otra vez como un ritual que busca no olvidar un pasado? No he dejado de pensar en eso. Entiendo que la pregunta es un poco abarcadora. No sé si se refería a la realidad puertorriqueña o al teatro mundial. A nivel mundial, en muchos lugares existe una cultura teatral que se renueva y se reinventa constantemente. En Puerto Rico, es evidente que pasamos por un momento de transición. En este momento la gente está muy preocupada por su economía personal y familiar. Comer es más importante que ver teatro. Alguien podría argumentar que los conciertos siempre se llenan, y yo responderé que son públicos diferentes. La música popular es más inmediata que el teatro. La gente la siente más cercana porque les es más fácil tener acceso a ella. Además, de que una persona que va a un concierto agota todo su dinero que tiene reservado para la recreación.
No creo que el teatro sea un arte obsoleto. Es como decir que los libros desaparecerán por culpa de la Internet. Leo mucho de lo que sale por el ciberespacio, porque la información llega más rápida, pero nada sustituye el placer de leer una buena novela.
El teatro es diferente a los conciertos de música popular, es distinto al cine y a la televisión. Son placeres distintos. Y nada sustituye ese contacto entre el público y el actor. La gente que asiste al teatro disfruta, aprecia y agradece una buena puesta de escena. Creo que el público teatral es más exigente que el de los conciertos y que el de las masas que abarrota las salas de cine. Y todos vemos televisión, es inevitable, se ha convertido en parte de la familia.
Yo hago teatro más como una expresión espiritual que comercial. Así que más que un acto de melancolía, lo veo como experiencia vital. De la misma manera que los religiosos buscan la salvación a través de Dios, yo busco la perfección a través del teatro. Así que las fluctuaciones del mercado me rozan. Yo no vivo del teatro, vivo para hacer teatro.
No soy de los que creo que “todo tiempo pasado fue mejor”, soy de los que pienso que cada época tiene sus dificultades y sus triunfos. Son tiempos de cambios, de ajustes. Y eso trae crisis, pero las crisis son saludables, hacen que uno vea los problemas desde otro punto de vista, que uno se aleje de la comodidad.
Eso de “…tratar de recrearla una y otra vez como un ritual que busca no olvidar su pasado” me parece una premisa genial, casi se podría escribir una obra con esa línea.
El teatro es una experiencia ritualista, de hecho, el teatro surge del ritual. Somos seres que dependemos del ritual, hasta en nuestras actividades más cotidianas y triviales.
Una vez, cuando era misionero… sí, fui misionero, hace muchos años, cuando era un católico activo, ahora estoy desactivado, gracias a Dios… me contaron este relato que me parece que explica muy bien lo que está ocurriendo con el teatro puertorriqueño. Pues resulta que unos misioneros se internaron selva adentro, en alguna comunidad de América del Sur, a evangelizar a los indígenas. Luego de hablarles de Cristo, creyendo que ya los habían convencido, decidieron construir una iglesia. Toda la comunidad se involucró en esta empresa. Hicieron un templo impresionante, digno de Dios, con las mejores maderas de la región. El día de la inauguración, hicieron la primera misa, pero los locales no entraron a la iglesia. Se quedaron afuera. Los misioneros no entendían lo que pasaba. A otro día lo mismo, ofrecieron misa y los locales tampoco entraron. Y así por varias semanas. Un día, uno de los misioneros, que ya estaba harto de explicarles a los indígenas de mil maneras posibles los beneficios de entrar a la “casa de Dios”, decidió indagar sobre lo que sucedía. Ellos le informaron que no entraban a la iglesia porque el templo tenía techo, que ellos desde hace muchas generaciones adoraban a Dios, o sus dioses, hablando directamente al cielo. Y el techo era un impedimento. Los misioneros tumbaron el techo de la iglesia y todos los locales entraron.
Lo que quise decir es que creemos que hemos hecho todo bien. Tenemos teatros cómodos, contamos actores y actrices estupendos(as), directores ingeniosos, dramaturgos osados, diseñadores vanguardistas, técnicos bien preparados, en fin, tenemos de todo, pero la gente se sigue quedando fuera de los teatros, no están entrando. Algo hemos hecho mal, algún techo está impidiendo que la gente se conecte con nuestro arte, pero no hemos sabido identificar el problema. Así que cada cual trata de entender el problema a su manera. Algunos, al ver que no es rentable el teatro del público general han recurrido a abarrotar al teatro escolar. El problema es que demasiada gente se ha lanzado a buscar agua a ese pozo. Y quizás ese pozo ya no tenga suficiente agua.
No niego que a veces me llene de desesperanza, que desee abandonarlo todo. Pero, luego me calmo, me viene alguna idea a la mente, y comienza de nuevo el ritual. Sin dolor no hay parto. Así ha sido siempre; es cíclico.


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