08/12/2007

En la víspera del viaje

Pedro Rodiz

El día antes de que partiera, nos vimos. Norman Santiago está en España, como hasta mediados de septiembre, en una filmación sobre la vida de Ernesto Che Guevara. Bien por él. Oportunidades como esas no se presentan todos los días. Sobre todo porque la película será protagonizada por Benicio del Toro. Esto será una gran exposición para Norman.
A Norman Santiago lo conocí hace muchos años en la Iupi. Para ese tiempo estaba matriculado en la clase de Dirección Escénica y Norman recién había llegado de traslado desde Cayey. Una amiga en común, que participaba activamente de las escenas de la clase, me lo presentó y me pidió de favor que lo incluyera en alguna escena ya que nadie lo conocía. Así recibiría exposición dentro del Departamento de Drama. Ella me aclaró que era un buen actor. No necesité más explicaciones. Suelo confiar en el criterio de las personas que me son cercanas. Para esos días, había que montar una escena infantil. Elegí La oveja y el lobo, una obra del querido maestro y amigo Rafael Ortiz. Y por supuesto, a Norman le encomendé el personaje del el lobo. Él lo cogió personal. Se dejó crecer el pelo y la barba. Ya, para el día de la presentación, que fue frente al antiguo edificio de la Facultad de Arquitectura, parecía a un hombre lobo. El resto de su trayectoria habla por sí sola.
Pues me reuní con Norman porque me comisionó escribirle una obra. La idea surgió de un viaje que él hizo a Italia, junto a Idalia Pérez Garay, nuestra mejor actriz –nunca mejor dicho- y una maestra de actuación extraordinaria. También los acompañó otra persona pero no recuerdo el nombre. ¡Maldita memoria!
Así que la idea, que surgió de esa experiencia, él me eligió para que la escribiera. De inmediato me preocupé y también me ocupé. No puedo hablar de eso en este instante del proyecto, ya sabrán de eso. ¡Es una idea estupenda!
Rápidamente, como fiebrú que soy de la lectura, me compré varios libros sobre el tema acordado para estar “filotea’o”.
Luego procedí a reunirme con Norman en la víspera de su partida. Tenía varias inquietudes. La primera era que quería aclarar de quién sería la autoría de la obra. Porque la idea original era de él y de sus colegas, pero el que se va a joder investigando y escribiendo soy yo.
Ya existe un precedente nefasto con la obra teatral Pedro Navaja, que el Teatro del Sesenta tuvo ir a juicio para luchar la paternidad de dicha obra con Pablo Cabrera. La corte determinó que el autor era Pablo, aunque los rumores de pasillo dicen que la idea se elaboró en colectivo.
En Estados Unidos estas divisiones de bienes gananciales las tienen claras y por escrito. Allá se determina que la idea es de fulano de tal pero que fue escrita por sutano mengüal Así que allá la paternidad es compartida. Acá, como todos somos panas, pues no aclaramos esos detalles y luego, cuando pasan los años, pues vienen las peleas por la custodia de la criatura.
Pues para evitar todo estos líos, lo hablamos. Quedamos que el muchacho no sería bastardo, que tendría padre y madre, pero que la patria potestad sería mía, basado en una idea original de los susodichos.
Y claro, que él la actuaría por los próximos treinta años. No sé si se representará más allá de los treinta, yo no creo que viva tanto.
A mí me emocionó mucho que me comisionara ese trabajo. No solamente por la amistad que nos une por tantos años, sino porque es como un reconocimiento a mi labor. Así que en términos económicos hice un trato fabuloso, de esos que uno hace solamente con gente que quiere, aprecia y admira.
Luego procedimos a una “tormenta de cerebros” y demás está decir que se nos ocurrieron otras buenas ideas. De verdad que estoy bien entusiasmado con el proyecto.
El que conoce a Norman Santiago sabe la clase de persona y artista que es. Tiene un don de gente que hace que uno le perdone sus otros defectos.
La obra que le escribiré es un proyecto ambicioso y espectacular. Ya sabrán del mismo porque dará mucho de qué hablar.


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