07/01/2007

Cuando la obra es sobre la familia
Por Pedro Rodiz

Escribir una obra sobre las vivencias familiares es más complicado de lo que parece. Porque como historias per sé pueden resultar fantásticas pero siguen siendo situaciones familiares. Uno debe saber donde trazar la raya, para que se divida lo que es anecdótico de lo que es material teatral. Y aún así, cambiando los nombres y alterando las situaciones, uno sabe que es sobre el dolor de la gente que uno ama.
Tere Martínez, en el Taller de dramaturgia nos pidió que eligiéramos un drama familiar. A partir de esa anécdota teníamos que escribir un monólogo. Ese monólogo serviría para condensar la totalidad de la historia, era meramente un instrumento de trabajo. Luego ese soliloquio se desarrollaría de otra forma.
Yo elegí una historia que salió reseñada por la prensa y que me tocó de cerca. Era sobre la muchacha de 12 años, de San Lorenzo, que un tipo la engatusó a través del Internet, la raptó y que aún al sol de hoy no sabemos de su paradero. Esa adolescente es la hija de una prima cercana.
Como dramaturgo, me parece que estoy pasando por un proceso de transición. En estos momentos estoy más interesado en escribir comedias, pero no comedias banales y sin sentido, si no de esas en las que puedo hacer una crítica social fuerte.
Así que los dramas no están en mi agenda.
Y se me hizo difícil escribirlo. Sabía lo que tenía que hacer, pero fue duro. Pensar en mi prima, en su angustia, en su rabia y frustración. Es como si se hubiese secado por dentro… ya no es la misma. Perder una hija de la forma en que la perdió, es para desequilibrar a cualquiera. El sólo hecho de imaginarme por lo que debe estar pasando esa niña, a saber en qué país se encuentra, en qué condiciones físicas y emocionales, que barbaridades y vejaciones le estarán haciendo. Y lo peor es que es familia.
Ese drama vivencial es complicado contarlo, porque en cierta medida, yo soy parte de él. Porque todos saben que lo que le ocurre a un familiar cercano es como si le sucediera a uno.
Soy un optimista por naturaleza. Quisiera pensar que todo saldrá bien, pero mientras más tiempo pase…
No fui el único que tuvo que confrontarse con una historia familiar dolorosa, también otros talleristas pasaron por lo mismo. En cierta medida, contarlo, era un proceso sanador.
Pero del cuento familiar a la obra de teatro hay un gran trecho. No todo sirve, y para que funcione en escena hay que, como dije anteriormente, trazar la raya y coger por otro camino, el camino de la ficción.
Así que el monólogo que le sigue a este artículo, que se titula El monólogo de Toña, fue lo que escribí para el taller. No está terminado, ni siquiera pulido, como salió así lo dejé. Lo que hice fue sustituir el personaje de la madre por el de la abuela.
Ya tengo la estructura de lo que voy a escribir, y lo que cuento en el monólogo es el punto de partida, pero el mismo no saldrá en la obra. Quería compartirlo, porque cuando lo cuento, es otra forma de afrontarlo y de superarlo.


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