10/18/2007

La omisión de la familia Coleman

Por Pedro Rodiz

Esta obra se presentó en la Sala Central Lechera. Es un teatro pequeño, tiene cabida como para 120 personas aproximadamente. Los asientos son azules y pequeños. Pero es bien acogedor. La taquilla la abren una hora antes y hay que llegar temprano para conseguir los boletos.
Este proyecto, de un grupo argentino, es la mejor obra que he visto en años. A pesar de ser un grupo de actores jóvenes, excepto la actriz que interpretaba a la abuela, son buenos de verdad.
En síntesis, la obra trata de esta familia compueta por la abuela, la hija y los cuatro hijo de esta. Todos viven en una casa, que tiene lo indispensable para sobrevivir, y están un poco desajustados. Es una familia disfuncional en todo el sentido de la familia. Y cuando el eje de la familia se enferma, que es la abuela, todo se trastoca.
Estos personajes se relacionan de forma brusca y hasta tienen ciertos problemas mentales.
Al principio, no entendía bien lo que pasaba. Luego, cuando vi la dinámica de la familia, me fui envolviendo en la trama que me atrapó y no me soltó jamás. Los diálogos eran picados, como los de la comedia, y parecía que todos hablaban a la vez, como sucede en la vida real. Pero todo fluía con una naturalida pasmosa.
Escribir para 4, 5 o 6 personajes, que están en escena a la misma vez, que tenga coherencia y credibilidad, que sean congruentes con las características de los mismo, es bien difícil. Lograr esa coordinación en la dirección es más complicado aún. Se necesita mucha química y esta gente la tiene. La dirección fue bien ágil, lo actores estaban en constante movimiento. Para ser un espacio pequeño, el director y los actores supieron adaptase al mismo. En un momento dado, dividen el escenario en dos, uno era la casa y el otro el hospital. Y el director supo mover hasta siete actores en un espacio reducido. Recurrió a hacer movimientos circulares alrededor de una cama. Verlos moverse a todos, justificado cada movimiento, fue una maravilla. Luego, en el otro extremo, en el que se había establecido la casa, los personajes que salían esperaban para poder entrar de nuevo.
Al final, después de la vorágine, todos los personajes siguen su camino, y a uno de los hijos, el más dependiente de todos, se queda solo. Son de esos trabajos que hacen que uno levite de placer, todos los elementos cuadraron. Fue un trabajo sensacional.


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