10/15/2007

Teatro Fígaro

Por Pedro Rodiz

Tuve la oportunidad de ver una obra aquí en Madrid. La obra se titula Madrugada de cobardes. Fue escrita y dirigida por José Cabanach y actuaron Juan Carlos Naya y Ángel Solo.
Antes de llegar a ese teatro, caminé por las calles hasta llegar a la Plaza Jacinto de Benavente. La función fue a las 10:00 pm y aquello estaba encendío. Parecía actividad de Fiesta Patronal, salvando distancias. El asunto fue que me sentía bien seguro a esa hora, caminando por esas calles de Madrid. Di una vuelta de reconocimiento y me topé con el Teatro Fígaro. Vi la promo, no tenía nada que hacer esa noche, estaba loco por ver una obra y compré el boleto. Me costó 20 euros, que son como 30 dólares americanos. Me dolió no saben cómo. Pero a eso fue que fui, a ver teatro. Este teatro, que es privado, tendrá cabida como para 600 personas, contando también la parte alta. Estaba visibles los letreros de salida, los extintores y hasta una manguera contra incendios. Parece que acá son más estrictos en cuanto a las leyes de los bomberos. Y pensar que me había quejado, en otro artículo, de los bomberos de Puerto Rico.
Cuando entré, los asientos eran de color rojo, bien cómodos. Llegaron como unas 50 personas a ver la obra. La escenografía estaba a la vista del público. Era una réplica de una bóveda de banco. El escenógrafo fue bien cuidadoso con los detalles, tipo Cheko Cuevas.
La obra trata de este individuo que se mete a robar un banco. El guardia llega y lo coge con las manos en la masa. Esto desencadena una serie de giros en el texto. El pillo era hijo del dueño del banco, que buscaba unos documentos importantísismos pero que no quería que nadie se enterara. El guardia, que primero le apunta con el arma, poco a poco baja la guardia, y conversan. Claro, si no hablan, se acaba la obra, ¿no?.
Luego resulta ser que el guardia lo estaba velando para joderlo. Entre giro y giro de la trama nos enteramos de los asuntos de la gente que guarda cosas en esas bóveda. Menciona que hasta hay unos "pantisitos" que guarda un pedófilo. !Qué fuerte! Y lo terrible es que las posibilidades de que esto esté ocurriendo son bien altas.
La obra fue muy ingeniosa. Lo terrible fue lo que me pasó a mí. Como tenía en las costillas las casi 16 horas de vuelo, -ya saben entre espera y espera se pierde esa cantidad de tiempo- y mientras veía la obra -les juro que puse toda mi concentración- empecé a cabecear. !Qué vergüenza! -espero que Javier del Valle me enseñe, algún día, el truco de Lecoq-. Y lo peor de todo era que en un instante estaba súper concentrado y al otro segundo la cabeza se me caía hacia el frente.
En fin, la obra no era mala. Bueno lo que pude estar despierto fue bien interesante. Estaba bien escrita, los personajes bien delineados y bien actuados. Eso sí, cuál de los dos más feos. Pero eso no les quita el buen trabajo que interpretaron. Las líneas de los personajes eran cortas, de esas que se usan en las comedias. Así que imagínense el ritmo de esa obra. Casi dos horas sin parar y sin salir de escena ninguno de los dos. No era comedia, en la taquilla me la vendieron -o debo decir me lo metieron- como una obra de suspenso.
El programa es bien lindo. Un papel color azul marino con letras blancas y algunos detalles azul cielo. De buena calidad.
Al salir, casi a las doce de la noche, todavía aquella plaza estaba encendía. Me hizo pensar en lo mucho que nos falta por tener la ciudad habitable. Aquí mucha gente apoya a las artes, no solamente los turistas, muchos madrileños, de todas las edades ven teatro, van a los museos, etc.
Lo que más me ha gustado -digo, Madrid es una ciudad muy hospitalaria que da gusto estar- es la seguridad que se respira en la calles. La cuidad le pertenece a la gente, no a los delincuentes.
Por ahí deberíamos empezar, por recuperar nuestra ciudad. Si ellos pudieron, ¿por qué nosotros no?


Free Web Site Counter