10/21/2007

Teatro al aire libre

Por Pedro Rodiz

Ayer fue un día brutal. Vi 6 obras. Terminé muerto. Y esta noche veré dos más. Como son muchas, me va a tomar tiempo en lo que comento sobre todas ellas. La primera que vi se titula: A cuadros. Es de una compañía de España pero qué bien creó la ilusión que venía de lejos. Llegué a la una de la tarde a la Plaza La Catedral. Es una plaza pequeña con un iglesia inmensa. Me senté en las escalinatas a esperar y ya había buen ambiente. Un carromato estaba estacionado en la plaza. Era como un carrito de golf que lo habían transformado en una especie de búfalo y acarreaba una carrosa donde estaba un castillo y los instrumentos músicales. De pronto se escuchó una algarabía y llegaron los actores que bajaban por una de las callejelas al ritmo de la música Escocia para llamar la atención de que el espectáculo iba a comenzar.
Fue una puesta en escena sencilla pero bien efectiva. Se acomodaron en la plaza. El público, en su mayoría familias enteras, disfrutaron de los actos en el que los presentes tenían que intervenir. Cantaron y bailaron. La historia giraba en torno a la búsqueda de un fantasma. Luego, se montaron en su carromato y nos trasladamos por unas de las callejuelas hasta llegar a un lugar donde se encontraba la flor de Escocia. Y al son de canciones y palmadas regresamos otra vez a la plaza para presenciar el acto de los troncos, es decir, ellos se lanzaban troncos y hacían una que otra bufonería. Y al final llega el fantasma, que es uno de lo actores con un títere gigante. Y terminó con un fin de fiesta.
Lo que más me gustó fue la mirada de los niños ante el espectáculo. Les brillaban los ojitos, estaban llenos de ilusión. Hacer ese tipo de teatro requiere mucha energía e ingenio por la distracción que supone hacer un espectáculo al aire libre ya que se hace en un lugar que tiene su vida propia. Cinco minutos después de finalizado el espectáculo callejero, pasó una ambulancia por el medio de la plaza. Si la obra se hubiese atrazado o la ambulancia se hubiese adelantado, no quisiera pensar en cómo haber terminado aquello. Pero de eso se trata el teatro: ocurren situaciones fantásticas, y a veces, hasta imposibles.
El teatro en la calle es de los pocos tipos de espectáculos que conecta directamente con la gente. El público se vuelve espectador, partícipe y complice. Lo disfrutan tanto los grandes como los chiquitos.
Ver este espectáculo me hizo pensar que en la Isla hemos perdido esa tradición. Y es una pena. Ese estilo de teatro funciona, y bien hecho, puede ser una de las alternativas para volver a entusiasmar a la gente a que regresen a las salas de teatro.


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