10/22/2007

En otro nivel

Por Pedro Rodiz

Son pocas las ocasiones en las que una obra de teatro supera la barrera del oficio y se convierte en arte. Aunque la actividad teatral es una artística, el resultado de una puesta en escena no necesiamente logra trascender hasta convertirse en una obra de arte. Tiene que combinarse un buen texto, con una buena dirección, con una excelente interpretación. Por general, algo de esos elementos no encaja o se queda corto.
Vi la obra Neva de una compañía chilena. Tan pronto acabó la función, salí de la Sala Tía Norica rápido y sin comentar nada con nadie. No podía hablar. Acababa de experimental esa sensación de impotencia ante un trabajo que se puede catalogar como arte.
Es un montaje muy simple. Dos actrices y un actor esperan a que llegue el resto del elenco. La trama está insertada en la Rusia del 1905. Una es viuda de Antón Chéjov. Hablan de Stanislavki, de Máximo Gorki y de muchos otros. La única iluminación es el que proviene de una estufa de la que se calientan. La escenografía es una plataforma pequeña y una silla. Nada más. Al final, hacen una monólogo sobre el quehacer teatral que fue como recibir varios golpes a mano de un boxeador profesional. En síntesis de lo que hablaba era de es más importante la gente que el teatro, que lo verdaderamente valioso es que las personas tengan mejores condiciones de vida, vivienda adecuada, buenos servicios médicos. Que los actores se quejan de que sufren, pero que en verdad no sufren, que lo fingen, en fin, un discurso político-social fuertísimo. Después de esto, viran la estufa hacia el público. Durante la representación, el que tenía la luz hablaba, al hacer el cambio, al que le tocaba hablar era al público. No podíamos hablar. Por eso me fui. No podía procesar tanta información. No podía hacer un analisis tan simplón como decir que me había gustado o no. Si bien es cierto que el satisfacer las necesidades básicas de las personas siempre será más importante que el teatro, no es menos cierto que el que está cantando todas estas verdades es el teatro. Ahí está la paradoja.
La ubicación histórica de este trabajo es importante. Es en la Rusia pre comunista, y ya la gente estaba pidiendo un cambio de justicia social. Ésto, contextualizado en nuestro momento histórico, significa que la gente, de todos los países de América están buscando un nuevo modelo económico que atienda las injusticias sociales en las que están sumidos, en el que los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres. ¿Surgirá una nueva lucha de clase? ¿Habrá un nuevo modelo económico que sustituya al capitalismo? Me parece que estamos dentro una olla de presión.
Las actrices de este trabajo, cambiaban de emociones sin transición. Es decir, de pronto representaban una escena muy dramática y de inmediato rompían para hacer un comentario jocoso. Hicieron esto todo el tiempo. Un gran dominio de la técnica y de la voz. La obra duró el tiempo justo. Si duraba un minuto más se hubiese dañado ese balance perfecto que se logró en este trabajo.
Todo el que vio este trabajo quedó conmovido. No he escuchado a nadie que no le haya gustado. Y quiero aclarar que el teatro estaba lleno de gente de teatro, que son un público muy exigente.
Luego me encontré a los actores y les pregunté, que si el representarla ante grupos que no son de teatro que cómo habían reaccionado: el resultado es el mismo. La gente, a pesar de no comprender todos los códigos y lenguajes propios de la profesión, se han sentido atrapados ante este magnífico trabajo.
Son de esos proyectos que uno hace que se replantee la profesión. Me hizo reflexionar el por qué lo hago.
¡Bravo! Un aplauso fuerte, delirante y de pie para esta compañía.


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