03/28/2007

“Reseñita sobre Cualquier martes ceno en Paris”
Por Freddy Acevedo

Ante la realidad de que ningún medio periodístico reseñó la obra, le pedí a Freddy Acevedo que tuviera la gentileza de hacerlo.

Hacía tiempo que no escribía reseñitas de las mías, pero ¡qué bonito tener la oportunidad, y este espacio, para poder reanudar esa práctica!

El fin de semana del 23 al 25 de marzo de 2007, subió a escena en el Teatro Coribantes la comedia romántica Cualquier martes ceno en Paris, de Pedro Rodiz. El exotismo que exhibe el título -ya que se refiere a París y no a Piñones o a Guavate- nos creó una espectativa cargada de poesía y con olor a perfumito y a crepas con Nutella. Esa espectativa creció como el Jiffy Pop cuando, al adquirir el boleto, nos fue entregado un “boarding pass” con destino a París. Esto ciertamente provocó en el público un ansia de movimiento, una expansión de horizontes geográficos que la pieza teatral prometía satisfacer. La sala de espera para este tan esperado viaje lo fue el área de la barra del teatro donde, con la canción “Los superhéroes”, de fiel a la Vega de fondo, se presentó una serie de diapositivas que aludían a la cantidad enorme de letreros pintorescos que existen en Puerto Rico. Esta exhibición fotográfica, titulada “Puerto Rico es un Gran Billboard” parecía establecer un marcado contraste con los idílicos paisajes parisinos que ya estábamos ansiosos por imaginarnos cuando los personajes abrieran la boca. Pero no. Esta comedia, precisamente, se desarrolla en nuestro “Gran Billboard”.
La obra nos presenta la vida de Cecilia (Joa Tous) una mesera del ‘Chef Boy- Ardee Grill’ que ahorra lo poco que gana para poder estudiar Historia del Arte en Paris; y a Tommy (Hector “Pepón” Escudero), un carterista adulador de sus nalgas que se gana la vida haciendo eso mismo: (no adulando nalgas, sino tumbando carteras.) Todo comienza con un cuadro de vidas paralelas donde se nos presenta a la pareja, cada uno en su casa, planchando la ropa que utilizará ese día y, acto seguido la trama comienza con la chispa conflictiva del “encuentro casual en la parada de guaguas” donde el carterista le tumba la “wallet” a la pobre mesera. El Tommy, haciendo alarde de sus méritos de psicópata, acude al restaurant donde trabaja Cecilia y comienza a fastidiarla, lo que provoca que esta pierda el empleo y se joda. Pedro Rodiz utiliza un humor bastante efectivo, cargado de “punchlines” o chistes muy oportunos, para dotar la comedia de una viveza cómica, sin vulgaridades excesivas y que resulta del agrado del público que se carcajea con cada chiste. El humor que utiliza Rodiz es uno que hace referencia a las peculiaridades existenciales de nuestro país, al igual que nos remite al ridículo espectáculo del “rapeo mongo” del cual se vale el personaje de Tommy para acercar su vida a Cecilia. Entre evento verosímil y coincidencia barata va hilando Rodiz la trama de esta comedia romántica que nos plantea un sueño: el sueño de Cecilia de ir a Paris a formarse en Historia del Arte. (En más de una ocasión vi a miembros de la audiencia rompiendo sus “boarding passes”, como si en verdad se hubiesen hecho ilusión de que la obra iba a desarrollarse en Paris.) Este sueño lindo coincidió con la presentación de otras historias, como la de la abuela de Tommy, quien al morir y podrirse en soledad deja como heredero de su casa al carterista-amador; y la del bebé de Cecilia, muerto ahogado en un cubo de agua -narración retrospectiva, casi al estilo griego, con un dramatismo bien logrado por parte de la actriz. La obra, concluyó con un viaje virtual que Tommy prepara para Cecilia (una especie de pic-nic encima de una sábana con la ciudad de Paris dibujada, única paja mental que el público viajero pudo vincular a sus ansias iniciales de que la obra se desarrollara en Paris.) En una de las últimas líneas de la obra, Pedro Rodiz utilizó el clichoso recurso de “el título como parte del parlamento” en boca de uno de los personajes. No quiero repetirlo, pero sí, dijeron el título como parte de un parlamento. Clichoso, pero bonito. Además, se le perdona por los momentos de risa que causaron las líneas cargadas de buen humor de las que goza el texto.
¡Ah, claro: hablemos un poco de las actuaciones! Joa Tous y Héctor “Pepón” Escudero son actores que se están dando a conocer en el mundo de las tablas. Joa Tous y Héctor “Pepón” Escudero están abriéndose paso en la actuación y esta oportunidad que han tenido va formando parte del cúmulo de experiencias al que se hará referencia cuando grandes masas acudan a verlos actuar en grandes y exitosas producciones, ya sea dentro o fuera del país. Joa Tous y Héctor “Pepón” Escudero, comparativamente con lo que les depara el futuro, son actores novatos. Quienes han leído mis reseñitas saben que yo no le hago relaciones públicas a la gente, así que aquí va el comentario sano: Ambos actores lucieron cruditos en escena. En la función que pude presenciar estaban un poco perdidos en los tránsitos, especialmente cuando entraban o sacaban elementos a escena. La obra fue simple en mobiliario y al tener que ser movido por los propios actores, exige que estos dominen su espacio, y que no se corrijan mucho al colocar una silla en determinado lugar y menos que estén a punto de chocarse, porque tienen todo el foco en en lugar donde se supone que coloquen “x” o “y” elemento. Ambos actores carecieron de naturalidad en el decir en varios momentos de la obra. La preocupación por articular bien hace que, en ocasiones, se pierda naturalidad en la actuación. En cuanto Hector “Pepón” Escudero, había algo raro en la manera en que enunciaba las líneas. Quizás a la voz de tenor que posee le haga falta más “pepa”. También pudo notarse el exceso de acciones físicas superfluas a las que recurre Escudero, con tal de que el público lo note. Esto es sumamente innecesario en cualquier obra y mucho más en una donde sólo hay dos personajes. Uno de los momentos en los que pude notar eso fue dentro del parlamento de Cecilia, cuando narraba el accidente de su hijo (muy bien enunciado por parte de Tous) y Tommy mostraba toda suerte de reacciones gestuales ante algo que, al ser tan desgarrador, dejaría perplejo a cualquier interlocutor. Escudero se pasó la mano por la cara, abrió la boca, mostró los dientes, viró los ojos, en fin, distrajo bastante la atención de uno de los momentos más serios de la obra: ¡Roba escena! (Menos mal que no meten preso a los actores que hacen eso.) A pesar de esos detallitos menores, felicito a ambos actores por el desempeño en esta pieza tan divertida y muy bien lograda.
La escenografía, bastante sencilla, fue diseñada por Lorena Naza…, la realización del sonido estuvo a cargo de Alex Croa… y el técnico de luces, quien patinó en algunos “cues” fue Rhett Lee Gar… La dirección, bastante cuidada, con muy buenas composiciones y dinamismo, estuvo a cargo del propio autor, Pedro Rod… (Lamento que no esté el final de cada apellido, pero es que no encuentro la otra parte del “boarding pass” que rompí, decepcionado por la obra no haberse desarrollado en Paris :( -pero, después de todo, uno acude al teatro a ser engañado. Dentro de mis espectativas inicales puedo decir que fui engañado, pero la pasé muy bien ante un texto bien escrito, con una comicidad deliciosa, unos actores que nos quieren demostrar que les apasiona este oficio tan hermoso y un público muy agradecido de haber presenciado un proyecto de auto-gestión de tanta calidad como el que presenciamos ese fin de semana. ¡Enhorabuena!


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