04/02/2012

Complejo de Edipo

Por Pedro Rodiz

Hago un paréntesis de las reseñas de lo que estoy viendo por acá en Bogotá para presentar unas notas sobre mi obra más representada. Aún me faltan por reseñar cinco obras que ya vi y dos más que veré hoy. Poco a poco.
La obra Complejo de Edipo nació de una clase de Humanidades que daba. Me maté explicándole a las estudiantes todo sobre el teatro griego: las fiestas del Ditirambo, las partes del teatro, la estructura dramática, unidad de tiempo, lugar y acción, lo que sucedió antes de que  Edipo naciera, lo que le ocurrió durante su vida como rey y lo que ocurrió después. Presenté vídeos, di conferencias, hice una lectura dramatizada de la obra Edipo Rey y expliqué todo hasta el cansancio. Un bótate de varias clases. ¿Y saben qué? Que las estudiantes se colgaron en el examen. Me di esta clase de encabronada con ellas que les dije: “Estoy tan molesto con  que me arranaría los ojos delante de ustedes para no ver el horror que me producen estos exámenes.” En ese instante me detuve, me congelé, con lo que acababa decir, porque me pareció una idea genial que un profesor de humanidades estuviera obsesionado con Edipo Rey. Pensé varios días en esto e hice algo que nunca había hecho. Tenía una idea clara de lo que quería hacer, pero no quería escribirlo. Así que un día, llevé una grabadora y decidí probar el material como si fuera un “stand up comedy”. Y así lo hice. Un palo. Las chicas  estaban meándose de la risa. Y así mismo como lo presenté y  lo grabé así mismo lo transcribí. Así nació esta obra.
La primera vez que la monté, lo hice bajo uno de los Festivales de teatro del ICP. Se estrenó en el Corralón de San José en el Viejo San Juan. La actuó un amigo mío,  Maury. Y él es el tipo más gracioso que conozco. Pero tiene problemas de memoria –igual que yo-  y esta obra en particular, las reflexiones existenciales que hace el personaje, son mis reflexiones personales. Por eso, para que funcione, se tiene que decir tal y como está escrito. Así que cada vez que Maury se le olvidaba una jodiá línea, yo salía del  Corralón encabrona’o y frustrado. Él no lo hacía de maldad, era que se le cruzaban los párrafos en la mente, pero luego los retoma. Y yo me iba caminando  hasta el Teatro Tapia y volvía a Corralón. Y si volvía a equivocarse, volvía irme.
Para la segunda vez que la monté, busqué a otro actor porque quería ver cómo evolucionaba. Pero el actor me dejó arrolla’o cerca de dos semanas para subir a escena. Uno usualmente ensaya mes o mes y medio. Menos de eso, es tirar la obra a mondongo. Pues, desesperado, llamo de nuevo a Maury, y la memoria la tenía igual de mala y con el agravante de que tenía menos tiempo para que procesara toda la información. Y en uno de los ensayos, faltando una semana para estrenar y yo estaba empezando a frustrarme por el desastre que se avecinaba, Maury me dice: “Oye, esta obra deberías actuarla tú algún día, si total, tú la escribiste como si la fueras a hacer”. Yo lo miré, lo pensé y le dije: “¿Sabes qué? lo voy a hacer. Yo lo actúo y tú me diriges”. No sabía en qué me metía ya que yo también tengo problemas de memoria pero como la escribí, usé varios trucos para fijar las líneas.   Las funciones fueron en el teatrito aquél que tenía Deborah Hunt en Río Piedras: el Teatro Yerba Bruja.
Y la vez que se presentaba Complejo de Edipo, tenía  en cartelera otra obra en  el Francisco Arriví. Así que tenía dividido a mi equipo de trabajo. Entonces, para evitar cualquier tropiezo, puse a Maury como si fuera mi asistente de Cátedra, por si se me olvidaba alguna línea. Él, que tenía el libreto en la mano, podría intervenir y salvarme el culo en escena. El asunto fue que empezando la obra me quedé en blanco, y él trató de ayudarme pero estaba tranca’o, poco a poco fui sacando líneas mientras pensaba: “si llego hasta tal parte, lo termino”. O simplemente hacía como hizo una actriz famosa aquí  una vez que se quedó en blanco: se desmayó en escena.  
El asunto fue que a tropiezos logré terminar la función. Pero con una furia tremenda y una vergüenza conmigo mismo que no me dejó dormir esa noche. Así que al otro día, en una de las clases y le presenté la obra a uno de mis  grupos para botar el golpe. Y según fueron reaccionando favorablemente fui cogiendo confianza. Y la función de esa noche fue estupenda y siguió mejorando. Solo fueron cuatro funciones.
La tercera vez se montó en una barra en el Viejo San Juan: El escenario. Esto quedaba al lado del restaurante Barú. Ese espacio ya está cerrado, lamentablemente. Esta vez busqué a otro actor: Ricardo Álvarez. Pero mantuve a Maury como asistente de cátedra porque  la combinación funcionaba perfectamente. En ese lugar estuvimos por par de meses, todos los jueves.
Esa es más o menos la historia de la creación y montaje de este proyecto. Y en esta cuarta ocasión se presentará en  Abracadabra, este jueves santo, bendito sea. Esta vez, la actúa Ricardo Álvarez solamente. Ensayamos antes de venir para Bogotá, y se arreglaron unas cosas, se le añadieron otras y se editaron algunas. Esta será la primera vez que se presenta en la que ni Maury ni yo estaremos presente. Mis mejores deseos. Si no han tenido la oportunidad de verla, aprovecha y asiste a esta función que será a las nueve de la noche.


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