04/01/2012

Brecht vive

Por Pedro Rodiz

“El teatro es el triunfo sobre la muerte”

-Matacandelas



Hace tiempo que quería ver una obra del grupo Matacandelas. Siempre me ha parecido interesante la forma en que preparan un proyecto, que no es una técnica exclusiva de ellos, pero es cómo le imprimen su sello personal.  Ellos trabajan de la siguiente manera, (información es sacada de su programa de mano) Eligen un tema, recopilan información, materiales escritos, visuales, sonoros, fuentes, testimonios, espacios, referentes. Hacen lecturas individuales y colectivas del material recolectado. De ahí seleccionan el material que sea de interés para el colectivo. Preparan y exploran posibles escenas, y pasan por un extenso periodo de exploración en el espacio. Entonces trabajan sobre la estructura –dramaturgia y trabajo colectivo- y por último, después de meses de preparación: la puesta en escena.

Su director artístico Cristóbal Peláez plantea que: “No todo lo que pueda interesar a un equipo teatral puede interesar necesariamente a un público y viceversa. Ambas partes pueden estar equivocadas y a menudo lo están en común acuerdo.”

Las danzas privadas, el trabajo que presencié,  es basado en un pequeño manual coreográfico de Jorge Holguín Uribe (1953-1989) Fue matemático, actor, mimo, bailarín, coreógrafo, escritor, fotógrafo, pintor, y dibujante de cómic.

Cuando entré al teatro, un hombre calvo, semidesnudo estaba sentado frente al escenario. No miraba al público. Cambiaba de posición, como si no tuviera voluntad. Cuando comienza la obra, el espíritu de Jorge se encarna en el cuerpo del actor y toma vida. Y comienza a contar sobre las cosas que hará.

No había escenografía. Es un espacio vacío, solo unos instrumentos estaba predispuestos en uno de los costados del escenario. Toda la presentación, 22 momentos que reviven parte del mundo de Jorge. Los actores hacen de todo. Este trabajo está compuesto por baile, música, actuación. Pero el trabajo se siente como la presentación de un manual. Es más bien una ilustración fragmentada de la vida de Jorge.

Estaba bien montada, bien actuada, bien movida, bien cantada, y bien pensada. Los actores y actrices utilizaron todo el escenario. Mucho juego escénico, todos los recursos a su disposición  para presentar la reencarnación, el desarrollo de la vida, lo atroz de su enfermedad, su muerte y su regreso a la otra vida abandonando el cuerpo del actor. Ese juego brechtiano, en el que uno se interesa y se desinteresa, -perdiendo la conexión emocional- el que se abandona el yo para entrar en el otro o en aquel. No sé si esa era la intención, la de no conectar, porque yo no conecté emocionalmente, es decir, no me provocó ni empatía ni rechazo por el personaje.  Pienso que después de tanta investigación, de pasar por un proceso tan arduo, lo ideal sería que el público conectara emocionalmente con la vida de Jorge. Claro, el que yo no haya conectado emocionalmente, no le resta méritos a la propuesta artística de este grupo.

Brecht no ha muerto, sigue encarnado en nuestros tiempos. Sigue la narración, lo fragmentado. Me fui de ese magnífico teatro con una gran satisfacción de haber presenciado un gran trabajo.

Al otro día, visité una librería y conseguí una publicación de otro de sus proyectos: Juegos nocturnos 2Velada patafísica. Por supuesto que lo compré. Va a ser parte de mi colección personal.

Ellos contaron, dentro de su trabajo, una leyenda de San Jorge, que reproduzco tal y como la publicaron en su programa ya que tiene muchas similitudes con el Prometeo de la Mitología griega.

“Una vez fui decapitado, la segunda fui cortado en pedazos, en la siguiente hube de beber plomo derretido y mis intestinos fueron echados a los perros mientras yo colgaba de una cruz al rojo vivo.  Cada vez un ángel venía a devolverme la vida, meticulosamente rescataba cada una de mis partes y reconstruía mi cuerpo. Igualmente me daba ánimo para no flaquear ante los torturadores romanos. A mi cuarta muerte no vino el ángel… ya era mi tiempo.”



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