Brecht vive
Por Pedro Rodiz
“El teatro es el triunfo sobre la
muerte”
-Matacandelas
Hace
tiempo que quería ver una obra del grupo Matacandelas. Siempre me ha parecido
interesante la forma en que preparan un proyecto, que no es una técnica
exclusiva de ellos, pero es cómo le imprimen su sello personal. Ellos trabajan de la siguiente manera,
(información es sacada de su programa de mano) Eligen un tema, recopilan
información, materiales escritos, visuales, sonoros, fuentes, testimonios,
espacios, referentes. Hacen lecturas individuales y colectivas del material
recolectado. De ahí seleccionan el material que sea de interés para el
colectivo. Preparan y exploran posibles escenas, y pasan por un extenso periodo
de exploración en el espacio. Entonces trabajan sobre la estructura
–dramaturgia y trabajo colectivo- y por último, después de meses de
preparación: la puesta en escena.
Su
director artístico Cristóbal Peláez plantea que: “No todo lo que pueda
interesar a un equipo teatral puede interesar necesariamente a un público y
viceversa. Ambas partes pueden estar equivocadas y a menudo lo están en común
acuerdo.”
Las danzas
privadas, el trabajo que presencié, es
basado en un pequeño manual coreográfico de Jorge Holguín Uribe (1953-1989) Fue
matemático, actor, mimo, bailarín, coreógrafo, escritor, fotógrafo, pintor, y
dibujante de cómic.
Cuando
entré al teatro, un hombre calvo, semidesnudo estaba sentado frente al
escenario. No miraba al público. Cambiaba de posición, como si no tuviera
voluntad. Cuando comienza la obra, el espíritu de Jorge se encarna en el cuerpo
del actor y toma vida. Y comienza a contar sobre las cosas que hará.
No
había escenografía. Es un espacio vacío, solo unos instrumentos estaba
predispuestos en uno de los costados del escenario. Toda la presentación, 22
momentos que reviven parte del mundo de Jorge. Los actores hacen de todo. Este
trabajo está compuesto por baile, música, actuación. Pero el trabajo se siente
como la presentación de un manual. Es más bien una ilustración fragmentada de
la vida de Jorge.
Estaba
bien montada, bien actuada, bien movida, bien cantada, y bien pensada. Los
actores y actrices utilizaron todo el escenario. Mucho juego escénico, todos
los recursos a su disposición para
presentar la reencarnación, el desarrollo de la vida, lo atroz de su
enfermedad, su muerte y su regreso a la otra vida abandonando el cuerpo del
actor. Ese juego brechtiano, en el que uno se interesa y se desinteresa,
-perdiendo la conexión emocional- el que se abandona el yo para entrar en el
otro o en aquel. No sé si esa era la intención, la de no conectar, porque yo no
conecté emocionalmente, es decir, no me provocó ni empatía ni rechazo por el personaje. Pienso que después de tanta
investigación, de pasar por un proceso tan arduo, lo ideal sería que el público
conectara emocionalmente con la vida de Jorge. Claro, el que yo no haya
conectado emocionalmente, no le resta méritos a la propuesta artística de este
grupo.
Brecht
no ha muerto, sigue encarnado en nuestros tiempos. Sigue la narración, lo
fragmentado. Me fui de ese magnífico teatro con una gran satisfacción de haber
presenciado un gran trabajo.
Al
otro día, visité una librería y conseguí una publicación de otro de sus
proyectos: Juegos nocturnos 2 – Velada patafísica.
Por supuesto que lo compré. Va a ser parte de mi colección personal.
Ellos
contaron, dentro de su trabajo, una leyenda de San Jorge, que reproduzco tal y
como la publicaron en su programa ya que tiene muchas similitudes con el
Prometeo de la Mitología griega.
“Una
vez fui decapitado, la segunda fui cortado en pedazos, en la siguiente hube de
beber plomo derretido y mis intestinos fueron echados a los perros mientras yo
colgaba de una cruz al rojo vivo. Cada
vez un ángel venía a devolverme la vida, meticulosamente rescataba cada una de
mis partes y reconstruía mi cuerpo. Igualmente me daba ánimo para no flaquear
ante los torturadores romanos. A mi cuarta muerte no vino el ángel… ya era mi
tiempo.”
<< Home