04/01/2012

Ceguera

Por Pedro Rodiz

Hace como cinco o seis años le dije a mi amiga Ingrid Baldera que teníamos que hacer una versión para teatro de Ensayo sobre la ceguera de José Saramago. Esto cuando él aún estaba vivo; que debíamos involucrar a la Universidad de Puerto Rico y traerlo. Que esa idea sería un palo, que ya tenía claro el concepto de cómo hacerla. Pero todo quedó en nada, pasó el tiempo, me interesé por otras cosas, se murió Saramago y de pronto llego aquí y me encuentro con la sorpresa que ya en Polonia habían hecho una versión de lo que yo quería hacer acá. Se titula, muy correctamente, Los ciegos.
Compré el boleto y asistí a la misma. Se presentó en el Palacio de los Deportes, sí, en una cancha de baloncesto. Y como no vi por ningún lado pantallas pensé. “Si hablan en polaco, ¿cómo el público lo va a entender? Me imagino que no hablaran.”

Efectivamente, no hablaron. Era un espectáculo de teatro en la calle. Los actores ya estaban sentados en diferentes puntos de la cancha mezclándose con el público.
Para los que no han leído Ensayo sobre la ceguera –deben leerla, es una lectura obligada- en síntesis trata sobre este hombre que mientras espera que cambie la luz del semáforo, se queda ciego. No hay explicación para esto. Poco a poco la gente de la ciudad va perdiendo la vista. El gobierno, que no sabe qué hacer, los encierra en una especie de refugio. Pero de pronto sobreviene el caos. Salen a relucir las más bajas pasiones, un grupo se encarga de racionar la comida y para que los otros puedan comer tienen que dar a las mujeres. Así se convierte en un infierno para ellas. La esposa del primero que queda ciego es la única a la que no la afecta esta “enfermedad”. Y ella es la que ve con horror la animalización y cosificación de las personas. Ella es la única que puede ayudar pero nadie se puede enterar de que ve porque su vida correría peligro. Al final, la comida deja de llegar, los militares desaparecen, ellos escapan del refugio ayudándose mutuamente y  se van a la calle. Poco a poco recuperan la vista y la que ve, la pierde. Claro, esta sinopsis no le hace justicia a la genialidad de la obra, esto no sustituye la lectura. Ni siquiera la película.

Explicado eso, puedo describir lo que vi, sin tener esa información previa, uno puede perderse en la trama ya que todas los actores, como es natural para presentar el caos, se están moviendo todo el tiempo, todos a la misma vez, haciendo cosas distintas.  La protagonista, la vistieron de rojo. Esa era la forma de realzarla. Pero ante tanto caos, si uno no sabe que ella ve, se pierde de lo más importante del trabajo. Ellos hicieron un trabajo monumental, y todo lo hicieron con camas de metal. Las unían, hacían carritos, barricadas, baños, etc. Las movían de lado a lado, formando distintos espacios. Todo era caótico, tal como lo pide el texto. Casi al final  meten a las mujeres en una caseta de acrílico transparente y allí se da la violación en masa. Visualmente hermoso y a la misma vez horroroso. Fue una experiencia bien interesante. Un proyecto que demanda mucha energía de los actores y de las actrices todo el tiempo, y también requiere de mucha intensidad. Fue un trabajo bien logrado, a pesar de que la trama fue un poco apresurada para mi gusto. Pero tenía que hacerse así, no había otra. Excelente trabajo.
Pienso que si consiguiéramos el texto correcto, sería viable hacer algo así en Puerto Rico. Con un escenógrafo como Checo Cuevas, con un coreógrafo como Iván Olmo, yo me tiraría a montar un espectáculo así y llevarlo de cancha en cancha. Son setenta y dos pueblos y cada uno tiene una cancha. Sería un espectáculo que literalmente podría impactar a toda la isla. Claro, con la boca es un mamey.


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