El árbol que quería volar
De Pedro Rodiz
Obra de teatro infantil. Edad preescolar. Para representarse en cualquier patio, sala o marquesina. El padre o la madre puede representar al árbol y el hijo o la hija de ave. Una sábana marrón puede servir de vestuario, como de tronco, sino tiene sábanas de ese color pues el papel de estraza funciona a la perfección; las hojas se hacen con papel de construcción o hasta se fabrican con papel de estraza o toalla y se pintan con témpera o hasta con crayolas. Los frutos pueden ser dos bolas de tenis o cualquier objeto redondo y suave puede servir. El vestuario del ave puede hacerse también con dos plumeros o con alguna camiseta de color rasgada; y el pico con un conito de cartón pintado con témpera o crayola y amarrado con hilo de pastel. El viento se logra con un abanico. Los parlamentos del ave, si el niño o la niña no logran memorizárselos completamente, no importa, que diga lo que se le ocurra o papá o mamá le ayuda con las líneas. Inversión: 0 centavos. Diversión: no tiene precio.
Un árbol de frutos dulces. Una ave revolotea a su alrededor.
Árbol: ¿Quién eres tú?
Ave: Soy un ave peregrina.
Árbol: No eres de por aquí, ¿verdad?
Ave: No, estoy de paso. Se acerca el frío y vuelo hacia lugares más cálidos.
Árbol: Nunca he entendido porque los pájaros pueden volar y yo no.
Ave: Es fácil, sólo tienes que mover las alas.
Árbol: Yo no tengo alas.
Ave: Porque eres un árbol y los árboles tienen hojas, ramas y frutos.
Árbol: Pues mis hojitas se parecen a tus plumitas. Trataré de volar.
Ave: Sí, inténtalo.
El árbol hace un esfuerzo enorme e intenta mover todas sus ramas y hojas pero no se mueve de sitio. El ave trata de animarlo.
Ave: Vamos, tú puedes. Sigue moviéndote.
El árbol queda exhausto.
Árbol: No puedo, no puedo. Es inútil. Sin el viento, mis hojas y mis ramas no se mueven.
Ave: Es que los árboles no nacieron para volar sino para darnos frutos.
Árbol: Yo nunca te daré de mis frutos. Estoy cansado de que los pájaros como tú se los roben.
Ave: Pero eso es injusto.
Árbol: Si yo no puedo volar, tú tampoco comerás.
Ave: Yo quiero ser tu amiga. Aunque seamos diferentes, no me molesta.
Árbol: Tú lo que quieres es comerte mis frutitas.
Ave: También. Ya es tarde para moverme de este lugar. Todas mis amigas ya emigraron. Y la ruta que trazan las nubes ya no está.
Árbol: Si quieres, puedes quedarte. Pero no me hables.
Ave: ¿Pero cómo vamos a ser amigos si no nos hablamos?
Árbol: Es fácil para ti decirlo que debes tener amistades en todas partes. Yo estoy aquí aislado. Estoy acostumbrado al silencio.
Ave: Porque somos diferentes es que debemos ser amigos. Podemos cuidarnos mutuamente.
Árbol: Deja ya de hablar.
Ave: Ya se acerca el viento frío, ¿qué voy a hacer?
Árbol: No te preocupes avecilla indefensa, yo te protegeré.
El viento comienza a soplar y le comienzan a mover todas las hojas y las ramas.
Árbol: Mira avecilla, se mueven mis ramas. Ahora sí que me iré volado de aquí. Quizás pueda alcanzar a tus amigas. Ya siento que me despego del suelo.
Ave: No, no estás volando. El viento se está llevando tus hojas y tus ramas. Te va a arrancar de raíz.
Árbol: No, no podrá, yo soy más fuerte.
Ave: El viento me lleva, ayúdame árbol.
Árbol: Cerca de mis raíces hay un hueco. Métete ahí, te protegerás del viento.
El ave lo hace.
Ave: Tengo mucha hambre dame de tus frutos antes que el viento se los lleve todo.
El viento sopla más fuerte.
Árbol: Eso sí que no. Ya te di refugio, no te daré más nada. La poca sábila que me queda es para poder florecer de nuevo en la primavera.
Ave: Cuidado árbol.
Árbol: Este viento frío es demasiado para mí, siento que me parte por la mitad.
Ave: No te rindas.
Árbol: Vete de aquí, avecilla, esto es muy peligroso. Toma, llévate mis frutos. Ya no me harán falta.
El árbol le lanza los frutos y el ave los guarda en su guarida.
Ave: Resiste…
Árbol: No puedo…
El árbol se parte. Y el viento se lo lleva. El ave queda resguardada en las raíces.
Árbol: Mira avecilla, al fin, estoy volando, estoy volando….
El árbol desaparece en un torbellino de viento. El ave quedó atrapada bajo un manto de hojas. Desaparece el viento.
Ave: Adiós amigo. Me salvaste la vida. Los frutos que me dejaste me darán para vivir. Lograste lo imposible, pudiste volar. Y tus semillas las esparciré por la tierra para que salga otros hijos tuyos. Nunca te olvidaré, amigo árbol.
Fin
(Nota del autor: Esta obra la escribí hace muchos años atrás, cuando actuaba y la utilicé para una audición de teatro infantil. Organizando papeles viejos, tropecé con ella. La iba a botar, pero ahora que soy padre, pensé que podría interesarle a aquellas personas que tengan niños pequeños. )
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