11/24/2011

El árbol que quería volar

De Pedro Rodiz

Obra de teatro infantil. Edad preescolar. Para representarse en cualquier patio, sala o marquesina. El  padre o la madre puede representar al árbol y el hijo o la hija de ave. Una sábana marrón puede servir de vestuario, como de tronco, sino tiene sábanas de ese color pues el papel de estraza funciona a la perfección; las hojas se hacen con papel de construcción o hasta se fabrican con papel de estraza o toalla y se pintan con témpera o hasta con crayolas. Los frutos pueden ser dos bolas de tenis o cualquier objeto redondo y suave puede servir. El vestuario del ave puede hacerse también con dos plumeros  o con alguna camiseta de color rasgada; y el pico con un conito de cartón pintado con témpera o crayola y amarrado con hilo de pastel. El viento se logra con un abanico.  Los parlamentos del ave, si el niño o la niña no logran memorizárselos completamente, no importa, que diga lo que se le ocurra o papá o mamá le ayuda con las líneas. Inversión: 0 centavos. Diversión: no tiene precio.

Un árbol de frutos dulces. Una ave revolotea a su alrededor.

Árbol:  ¿Quién eres tú?

Ave:     Soy un ave peregrina.

Árbol:  No eres de por aquí, ¿verdad?

Ave:     No, estoy de paso. Se acerca el frío y vuelo hacia lugares más cálidos.

Árbol:  Nunca he entendido porque los pájaros pueden volar y yo no.

Ave:     Es fácil, sólo tienes que mover las alas.

Árbol:  Yo no tengo alas.

Ave:     Porque eres un árbol y los árboles tienen hojas, ramas y frutos.

Árbol:  Pues mis hojitas se parecen a tus plumitas. Trataré de volar.

Ave:     Sí, inténtalo.

El árbol hace un esfuerzo enorme e intenta mover todas sus ramas y hojas pero no se mueve de sitio. El ave trata de animarlo.

Ave:     Vamos, tú puedes. Sigue moviéndote.

El árbol queda exhausto.

Árbol:  No puedo, no puedo. Es inútil. Sin el viento, mis hojas y mis ramas no se mueven.

Ave:     Es que los árboles no nacieron para volar sino para darnos frutos.

Árbol:  Yo nunca te daré de mis frutos. Estoy cansado de que los pájaros como tú se los roben.

Ave:     Pero eso es injusto.

Árbol:  Si yo no puedo volar, tú tampoco comerás.

Ave:     Yo quiero ser tu amiga. Aunque seamos diferentes, no me molesta.

Árbol:  Tú lo que quieres es comerte mis frutitas.

Ave:     También. Ya es tarde para moverme de este lugar. Todas mis amigas ya emigraron. Y la ruta que trazan las nubes ya no está.

Árbol:  Si quieres, puedes quedarte. Pero no me hables.

Ave:     ¿Pero cómo vamos a ser amigos si no nos hablamos?

Árbol:  Es fácil para ti decirlo que debes tener amistades en todas partes. Yo estoy aquí aislado. Estoy acostumbrado al silencio.

Ave:     Porque somos diferentes es que debemos ser amigos. Podemos cuidarnos mutuamente.

Árbol:  Deja ya de hablar.

Ave:     Ya se acerca el viento frío, ¿qué voy a hacer?

Árbol:  No te preocupes avecilla indefensa, yo te protegeré.

El viento comienza a soplar y le comienzan a mover todas las hojas y las ramas.

Árbol:  Mira avecilla, se mueven mis ramas. Ahora sí que me iré volado de aquí. Quizás pueda alcanzar a tus amigas.  Ya siento que me despego del suelo.

Ave:     No, no estás volando. El viento se está llevando tus hojas y tus ramas. Te va a arrancar de raíz.

Árbol:  No, no podrá, yo soy más fuerte.

Ave:     El viento me lleva, ayúdame árbol.

Árbol:  Cerca de mis raíces hay un hueco. Métete ahí, te protegerás del viento.

El ave lo hace.

Ave:     Tengo mucha hambre dame de tus frutos antes que el viento se los lleve todo.

El viento sopla más fuerte.

Árbol:  Eso sí que no. Ya te di refugio, no te daré más nada. La poca sábila que me queda es para poder florecer de nuevo en la primavera.

Ave:     Cuidado árbol.

Árbol:  Este viento frío es demasiado para mí, siento que me parte por la mitad.

Ave:     No te rindas.

Árbol:  Vete de aquí, avecilla, esto es muy peligroso. Toma, llévate mis frutos. Ya no me harán falta.

El árbol le lanza los frutos y el ave los guarda en su guarida.

Ave:     Resiste…

Árbol:  No puedo…

El árbol se parte. Y el viento se lo lleva. El ave queda resguardada en las raíces.

Árbol:  Mira avecilla, al fin, estoy volando, estoy volando….

El árbol desaparece en un torbellino de viento. El ave quedó atrapada bajo un manto de hojas. Desaparece el viento.

Ave:     Adiós amigo. Me salvaste la vida. Los frutos que me dejaste me darán para vivir. Lograste lo imposible, pudiste volar. Y tus semillas las esparciré por la tierra para que salga otros hijos tuyos. Nunca te olvidaré, amigo árbol.

Fin



(Nota del autor: Esta obra la escribí hace muchos años atrás, cuando actuaba y la utilicé para una audición de teatro infantil. Organizando papeles viejos, tropecé con ella. La iba a botar, pero ahora que soy padre, pensé que podría interesarle a aquellas personas que tengan niños pequeños. )



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