10/12/2010

Farsa frente a La Torre
Por Pedro Rodiz

Fui a ver La farsa de Maese Patelín. Siento una alegre fijación por las farsas. Ese estilo de actuación me resulta muy simpático, atractivo y refrescante. Así que cuando supe de esta puesta en escena del Teatro Rodante de la Universidad, no pude resistir la tentación de ir a verla. Como siempre, la Plaza Baldorioty frente a La Torre estaba llena de un público entusiasta a pesar del calor –fue a la función del domingo a las cuatro. La escenografía la diseñó Checo Cuevas y de verdad que se botó. Eso sí, me pareció que era muy grande para el espacio que tenía como escenario, los actores estaban un poco incómodos.
El maestro Dean Zayas montó una versión distinta de esa obra de la que ya he visto y leído en varias ocasiones. Cuando creía que se había acabado, continuó: incluía una tercera trama o un tercer acto. Muy interesante. Pero como había llegado bien cerca de la hora de empezar no había tenido la oportunidad de leer el programa de mano. Así luego que leí las notas del programa, que las redactó R.M. Juarbe, el que fuese una versión más larga de la que tradicionalmente se conoce se debió a que:

“…el texto que se basa nuestra representación, la versión-variante francesa de principios del siglo XVII del abad Brueys (1639-1723). En 1706 Brueys re-escribe la farsa […] la alarga y la transforma de manera considerable. De los cambios realizados por el abad, dos son los más evidentes: su extensión y la integración de nuevos personajes. Mientras que la farsa original era breve y sólo contaba con diez escenas y cinco personajes, Brueys la divide en tres actos, añade parlamentos y crea tres nuevos personajes. […] Dichos cambios responden al deseo de darle unidad y balance a la obra, de acuerdo a las reglas del teatro neoclásico de la época.”

Eso es lo bueno de ver teatro en la universidad, que uno siempre aprende datos nuevos. Pero como espectador que ha visto la obra varias veces representada, entiendo que esa tercera parte no le aporta nada, sólo la vuelve más larga. Realmente debe acabar en el juicio en el que tanto el comerciante como el abogado quedan burlados por el criado.
Pero lo que más me agradó de la velada fue la gran actuación de Gabriel Leyva representando a Pedro Patelín. Ese muchacho es un mimo estupendo. Yo no veía a un estudiante que tuviera tanta expresividad física, de forma tan original, desde los tiempos de Israel Lugo. Hizo maravillas con su cuerpo dándole una dimensión bien especial al personaje. Eran sumamente interesantes sus movimientos en un espacio tan reducido. Parecía todo un Arlequín de la Comedia del Arte italiana. Tenía un gran control y armonía entre su expresión corporal, sus gestos y la palabra. Según fue pasando la obra, Gabriel fue disminuyendo o dejando atrás parte de esos movimientos, de esa gestualidad, que realizó al principio de la pieza. Parece que fue que lo alcanzó el cansancio. Y fue una pena porque lo que hacía era tan genial que no podía dejar de mirarlo, quería ver más de él. Pero aún así, tengo que confesar que hacía muchos años que un trabajo actoral de un universitario no me impresionaba tanto. Hay que seguirle los pasos a este joven actor. Va a dar mucho de qué hablar.


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