05/09/2010

Poesía en barras
Pedro Rodiz

“¿Qué harás con mis huesos cuando te canses de zarpar?” Fue uno de los versos que me llamó la atención y que expresó Rey Emmanuel Andújar en una presentación de su poesía que tituló: Antípoda, una lectura. La misma se presentó en el Nuyorican Café del Viejo San Juan. Rey fue el mismo que escribió y actuó Ciudadano cero, la obra que inauguró el Teatro Victoria Espinosa allá para el 2007.
A Rey lo conocí en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Llegué a una clase de literatura un sábado y cuando me senté, el que estaba a mi lado me dijo:
“¿Tú eres Pedro Rodiz?”
Sorprendido porque alguien me reconociera allí, en un lugar donde no suelo hablar de teatro, le contesté que sí.
“Yo soy Rey Andújar.”
“¿Tú eres el famoso Rey Andújar?”
Se tiró una carcajada. Todo se dio de manera natural e interesante porque cada cual sabía del otro pero no nos conocíamos en persona. Durante el semestre intercambiamos par de conversaciones, muy breves por cierto, ya que siempre yo llegaba justo a la hora de comenzar la clase. Fue un curso donde leímos muchas novelas puertorriqueñas contemporáneas, y entre las asignadas, estaba una novela suya: Candela.
Rey no es un estudiante común, ni ordinario, ni mucho menos sumiso. En medio de la clase del profesor Yván Silén, se levantaba y empezaba a escribir en la pizarra. Yo, que soy producto de la educación bancaria y tradicional, quedé impactado, casi bruto, como si lo que hacía fuera una falta de respeto. Pero el profesor, que parece que ya lo conoce, seguía dando la clase como si nada.
Para finalizar el curso, leímos Candela y parte de las tareas para ese día era hacerle preguntas, es decir, confrontarlo y sacarlo de su zona de comodidad. Así que ese día me preparé para tirarle par de preguntas capciosas para ponerlo a sudar y titubear un poco, pero nada que fuera ofensivo.
Y Rey llegó ese día, como jamás lo hubiese imaginado. En vez de llegar pedante, se mostró humilde y hasta vulnerable. Nos contó de los problemas que pasó con una la editorial de renombre que le había publicado la novela y de cómo poco a poco tuvo que ceder parte de sus ideas hasta el punto que en algunas partes de su novela se puede notar que falta algo. Habló de sus vicisitudes y de sus sueños. Que no deseaba escribir como nadie, que era mejor lector (según sus propias palabras) que escritor. Que iba fluyendo y que estaba en una etapa en la que no quería vencer a sus demonios interiores sino que quería aprender a convivir con ellos.
Ante tanta honestidad no me quedó más remedio que bajar la guardia y esconder las preguntas. Ese día se ganó mi respeto.
Así que cuando vi la promoción de que iba a estar presentando su poesía en una barra, decidí que no podía perdérmela. No soy asiduo a este tipo de actividad pero estoy en una etapa que cualquier influencia es buena. Además de que quería apoyarlo. Estaba ya en el local hablando con unas amistades, lo saludé con mucha alegría. Su presentación fue tipo performance. Tenía varios micrófonos y de pronto recitaba de espaldas, de pronto se movía de lado a lado, en otros momentos hizo participar al público, en otras interactuaba fuera de libreto. Trataba de meterle musicalidad al decir y para hacer una velada interesante y entretenida. Y lo logró. Hasta recitó uno que tituló Ratman, dedicado, -muy atinada esa dedicación- a nuestro flamante alcalde sanjuanero. Luego de concluida la presentación, bajó de la plataforma y se dispuso a compartir con los presentes.
La recitación de poesía en esa barra se me hizo extraña. La poesía es como un cuchillo dentado, no solamente corta sino que desgarra la piel. Es tan fuerte el bombardeo de imágenes en las poesías que cuando se escucha, que es poco el tiempo que se tiene para procesarla con tranquilidad.
Rey, que en su país no aceptó un trabajo que pagaban bien, cuando más necesitado estaba de un sueldo, porque le pidieron que dejara de escribir. Se necesita valor para hacer lo que hizo. Por eso lo fui a ver recitar su poesía.


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