09/13/2009

Chiringa
Por Pedro Rodiz

Previo a un ensayo en uno de los salones del teatro Victoria Espinosa, mientras esperaba por los actores, me asomé por la ventana de cristal. En el tercer piso del edificio de al lado, que es uno de viviendas, un niño sacó una chiringa y trataba de volarla. Era incómodo para él ya que no había viento ni mucho menos la distancia requerida para que se diera el vuelo. Pero esto no parecía desalentar al chico. Estaba bien concentrado en lo que hacía. Tenía el brazo por fuera y su cabeza pegada a la ventana. La soltaba y halaba el hilo de pastel. Lo repitió varias veces. Él estaba ilusionado intentando hacerla volar. El observarlo me resultó extraño. Quizás porque de niño a mí nunca me dejaron volar chiringas. Decían que era peligroso porque había mucho tendido eléctrico. Las únicas que me permitieron volar eran las que construí con papel de mis libretas Superior y que las amarraba con hilo de coser. Así que de cierto modo extraño, siento que al identificarme con ese niño, es recordar lo que fui o lo que dejé de ser. Se me antoja pensar que hacer teatro en estos tiempos es como tratar de volar una chiringa desde un cuarto pequeño y caluroso de un edificio antiguo, sin viento ni distancia, con escaso hilo pero con mucha ilusión.


Free Web Site Counter