05/08/2010

Jaque
Por Pedro Rodiz

Una vez, en lo que esperábamos para comenzar un ensayo, Walter Rodríguez me habló de las obras de teatro que había escrito. Que tenía muchas y que coleccionaba las cartas de denegación que envía el Instituto de Cultura Puertorriqueña cada vez que uno somete una obra para el certamen de dramaturgia que ellos auspician. En eso él y yo somos similares, también colecciono las cartitas.
Meses después, la Editorial Tiempo Nuevo le publicó dos de sus obras en una misma edición: La descomposición de César Sánchez y Jaque al Obispo. La primera ya la conocía por un montaje que hizo Manolo Castro cuando era estudiante del Departamento de Drama, pero la segunda no. Así que me entusiasmó la idea de poder presenciar este montaje y redescubrir este texto “olvidado”. Ya a Walter le habían dedicado el Festival de Teatro Internacional del ICP unos meses antes y ahora se le hacía justicia cuando se le auspició este montaje a la misma gente que había publicado su libro, a Teatro Uno.
La puesta en escena se realizó en el Teatro Victoria Espinosa. Y salvo uno que otro comentario o detalle actual, se montó íntegramente. Eso me hizo pensar: una vez se publica un texto, ¿no debe hacérsele ningún cambio? ¿Es la publicación un jaque al texto? ¿Qué es lo que hace que el texto sea definitivo?
Recuerdo un comentario que me hiciera el dramaturgo argentino Mauricio Kartún con referencia a su texto La casita de los viejos, que de hecho, es un texto estupendo. El comentaba que cada vez que reponía esa obra le añadía edad a Rubén, el personaje principal, que es el que regresa a la casa de los viejos. Que lo hacía, porque él como dramaturgo, también iba envejeciendo y entendía que el personaje le pasaba lo propio. Y que conste, que el texto lo habían publicado hacía mucho tiempo atrás. Pienso que la revisión de la pieza previo a un reestreno es saludable para el texto y para el montaje ya que tanto el dramaturgo como el personaje se van enriqueciendo con el devenir de los años. En definitiva, concuerdo con Kartún en esto. Los textos deben dejar de pulirse cuando uno se muera. Esa es la versión definitiva.
La obra Jaque al Obispo trata sobre conspiraciones, encubrimientos y negaciones de la Iglesia Católica. Sobre una nueva evidencia de que la Inquisición todavía existe y sigue haciendo daño, otra sobre un estudio sobre el genoma humano, etc. La idea de la trama, en el tiempo en que Walter la escribió, debió ser bien impactante. Pero en este siglo, a nadie le importa ya lo que haga la jerarquía de la Iglesia Católica. Cada vez, conforme la humanidad avanza, existe más apatía o indiferencia hacia las religiones tradicionales.
A lo que la gente está pendiente es al encubrimiento de los sacerdotes católicos cuando abusaron de miles de niños y de niñas. El Papa lo sabía, y no hizo nada. Es más, hasta se consideró la posibilidad de enjuiciarlo internacionalmente como si fuera un criminal de guerra. Los jerarcas religiosos se creen impunes, que están por encima de la ley. Así que hubiese sido interesante que le pidieran a Walter que revisitara la obra y la actualizara a la luz de esta nueva evidencia que sale a la luz pública. Porque él tendrá su padecimiento físico, pero su mente está de lo más lúcida. Estoy seguro que Walter con gusto le hubiera añadido los nuevos encubrimientos y nuevos crímenes. Porque por momento el trabajo se sintió pesado, y hasta un poco fuera de tiempo. Y es una pena porque de ese telar se pudo haber realizado un buen traje.


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