05/12/2009

Símbolos

Por Pedro Rodiz

Releyendo para una clase la obra Un niño azul para esa sombra, la mejor obra de René Marqués, me puse a reflexionar sobre nuestra indefinición como pueblo y nuestra “eñangotada”, primero ante España y ahora ante los Estados Unidos. ¡Y pensar que solamente hemos sido libres solamente un día! En esa obra se presenta a un niño prodigio, que está adelantado a su edad. Su madre le puso veneno azul a un árbol de quenepo macho que había en la casa. Michelín se aferra a ese recuerdo, a ese símbolo, y se trepa en las rejas en donde una vez estuvo el árbol, para evocar el pasado y más adelante para acabar con su propia vida en forma de protesta. Donde una vez dio sombra el árbol ahora da sombra el niño. A su padre lo habían metido preso por sus posturas y luchas nacionalistas. Cuando es liberado de la cárcel, emigra y termina muerto de hambre y de frío en un banquillo de Nueva York.
Una vez más ese viento azul y frío del norte que se arremolina en las mentes turbias del gobierno de turno, nos azota con más fuerza que nunca, y ataca la última línea de defensa que le queda al País: a las artes, a nuestra cultura. Y todo por esa maldita manía que tienen los políticos de ver a Puerto Rico como si fuese una empresa privada, de tener esa maldita mentalidad asimilista.
Pero ni aún quitándonos los recursos económicos que por derechos nos corresponde como artistas, este gobierno ni ninguno otro, podrán quitarnos la voz, ni cortarnos las manos, ni adormecernos la conciencia. Buscaremos otras formas, más costo efectiva, de decir lo que haya que decir. Pero callados no nos quedaremos.
Por eso cuando seis puertorriqueños se pararon frente al Congreso de los Estados Unidos a cantar la canción Oubau Moin, inspirada en el poema de nuestro poeta nacional Juan Antonio Corretjer, me hizo pensar que hay símbolos que son más poderosos que las armas. Me hizo sentirme sumamente orgulloso de ellos y sobre todo del colega y amigo, el actor Luis Enrique Romero, que tan pronto terminó de representar a Lucifer en la obra La Sataniada, decidió personarse al infierno azul de las tierras del norte, a cantarle a los gringos, que no saben nada sobre el río de Corozal, ni del río Manatuabón, o del río Cibuco. Así que cuando los arrestaron en el momento que cantaban la estrofa:
“Y gloria a las manos, a todas las manos que hoy trabajanporque ellas construyen y saldrá de ellas la nueva patria liberada.¡La patria de todas las manos que trabajan!Para ellas y para su patria, ¡Alabanza!, ¡Alabanza!”
Fue que se despertó de nuevo ese sentimiento nacionalista que habita en mí y que estaba adormecido. Porque podrán ponerle veneno azul a nuestros símbolos, pero nos amarraremos a los enrejados de metal y gritaremos: ¡Este País nos pertenece!
Por eso parafraseo unas palabras de José Martí: Nuestro vino de plátano será amargo, pero es nuestro vino.


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