04/13/2008

Ya van por cuarenta y nueve

Por Pedro Rodiz

Estuve en la apertura del 49no Festival de Teatro Puertorriqueño. En el vestíbulo, me encontré con una amiga. Le pregunté qué hacía allí, y me dijo que era familia de Gerard Paul Marín, así que me llevó ante él. Lo saludé y le expresé mi felicitación por el merecidísimo reconocimiento –un poco tarde, me parece-. Le recordé que nos habíamos conocido antes, en una de las funciones de la obra Ícaro, de Tere Marichal, hace como dos años atrás. Él se acordó del montaje y me extendió su felicitación por mi trabajo de dirección que realicé para esa obra. Así que me quedé en una pieza. Yo que le profeso admiración a él y él termina extendiéndome un elogio.
Luego, se hizo el acto protocolario. Le dieron una canasta con ¿dulces? ¿Frutas?
-no se distinguía bien- a Gamaliel Valle Rosa, que fue el que ganador del Certamen de Dramaturgia de este año -¿único premio?, no se sabe. ¿Alguien sabe?- por la obra Queishd & Dilit. Él, subió a recibir el obsequio, posó para una foto y nada más. No sé si el protocolo era ese, pero me hubiese gustado que dijera algunas palabras, porque algo tendría que decir, ¿no? Acto seguido, el Director Ejecutivo del ICP, dijo unas palabras al homenajeado y también le obsequiaron una canasta, un arreglo floral y el cartel conmemorativo -que está bien lindo-. Por motivos de salud, Gerard Paul Marín no subió al escenario a recibir los obsequios, así que me quedé con las ganas de escuchar las palabras de ese gran dramaturgo, el que nos queda de aquéllos inmortales. ¿No se le pudo dar un micrófono para que hablara desde el público? Porque ése sí que deber muchas cosas que decir, debe tener buenas anécdotas de aquellos tiempos, esas vivencias que aún no se han recopilado en ningún libro. Bueno, a lo mejor no quiso hablar.
La velada continuó con la presentación de su obra Al final de la calle. La escenografía estaba a la vista del público. Tres plataformas conformaban cada uno de los apartamentos. Era una escenografía de esas que hace tiempo no vemos. Se veía imponente. La obra, en términos de movimientos, la encontré un poco estática para mi gusto. Y noté una marcada diferencia entre las actuaciones de los actores con más experiencia de la de los actores noveles. Por momentos daban la impresión que estaban en obras diferentes. A lo mejor era el nerviosismo del estreno.
La que estuvo impecable fue Idalia Pérez Garay. ¡Qué buena es! Todo lo que hace está justificado y proyecta mucha credibilidad. Cada vez que la veo en el escenario está mejor.
Como quiera, fue chévere ver esa obra representada. Y muy pertinente, porque en estos tiempos, al final de la calle, que es en la Fortaleza, está bajo fuego, pero por razones diferentes a las que escribió Gerard.


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