03/20/2008

El muro

Por Pedro Rodiz

Se me ocurrió la idea cuando escuché la noticia que en Estados Unidos querían hacer un muro, una muralla, en la frontera, para evitar que los mexicanos se metieran en el país. Me pareció espeluznante. A los judíos se les ocurrió lo mismo para evitar encontrarse de los palestinos.
La imagen que me vino a la mente fue de dos sujetos en un escenario vacío y que uno de ellos estuviese construyendo un muro con bloques de lego. Ese muro sería simbólico. Al fin y al cabo, vivimos en una ciudad amurallada. Cuando se construyen las casas, se pone un muro para separar el terreno propio del que le pertenece al vecino. Existen otros muros que son invisibles pero iguales de sólidos que los del Morro: los muros del alma, que son los que nos separan de nuestros semejantes.
Éste era el punto de partida el primer día que me reuní con Freddy Acevedo. Sí, porque el muro sería una obra de dramaturgia colectiva, es decir, que la escribiríamos los dos, pensando en dos personajes, que los interpretaríamos nosotros mismos. En otras palabras, se construye una obra a imagen y semejanza nuestra.
La idea fue en ebullición. Del muro se pasó a dos filósofos desempleados que deciden vivir solamente de la filosofía en estos tiempos. Luego de una “tormenta de cerebros” en la que casi toda la trama fue expuesta y discutida de manera caótica, -del caos surgió el orden- comprendí que la obra ya no era sobre los muros. Decidimos cambiarle el título.
En lo personal, no puedo continuar un proyecto si no conozco el nombre de los personajes y el título de la obra. Para mí ese punto es crucial. El nombre da la identidad, así se llame 1, A, u hombre. Y el título de una obra da dirección. Así que el proyecto estaba trancado porque estaba sin título el trabajo. Inclusive, los personajes llevaban por nombre Chomsky y Eco. El mío era Chomsky, inspirado en el lingüista Noam Chomsky y Eco -que es el de Freddy- por el semiólogo y novelista Umberto Eco. Pero lo pensé mejor y no estaba completamente convencido del nombre de mi personaje. Así que lo cambié por Boff, en honor al teólogo brasileño Leonardo Boff, que era uno de los propulsores de la Teología de la Liberación. Así que son Boff y Eco. Faltaba resolver lo del título.
Un día, mientras leía el periódico me encontré con una foto de la no-campaña de Roselló, en el que como eslogan tenía la palabra “empoderando”. Inmediatamente la busqué en el diccionario porque me sonaba a anglicismo, -por no decir disparate- y efectivamente, la palabra no existe. Me imagino que era una traducción literal de “empowerment”. Así que el título le venía como anillo al dedo a la obra: Empoderamiento.
Ahora sí que podíamos continuar. Luego de revisar las notas y de tomar decisiones nos encontramos con otro concepto de filosofía: “Modus Tollens”, que literalmente significa el modo de quitar. Nos gustó como sonaba, y lo que representaba para la obra. Por fin nos decidimos por ese título, Modus Tollens.
De lo otro que pasó en el proceso de dramaturgia colectiva, les contaré en otra ocasión.


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