06/01/2009

Los laberintos de Tere Marichal
Por Pedro Rodiz

Para mi gusto, Tere Marichal es nuestra mejor dramaturga. Y por mucho. Escucharla hablar es tener la sensación de que se está ante muchas mujeres, todas coexistiendo en un solo cuerpo.
Como parte del final del curso de Teatro Puertorriqueño Contemporáneo, nos visitó Tere Marichal y una editora de Italia que recorrió América buscando a Penélope. A manera de presentación, a la profesora se le ocurrió que cada uno de los del curso leyera un fragmento de alguna de las obras de Tere. Al principio, ella no entendía muy bien lo que estaba pasando, pero luego cayó en tiempo. Al concluir la ingeniosa presentación, que más bien parecía un homenaje, ella dijo que para ella es importante escuchar lo que escribe, pero que no tiene quién le lea en voz alta. Así que hizo una advertencia antes de hablar de sus obras: “Esta obra no ha sido leída en voz alta, por eso no está terminada”. Agradeció a todas esas mujeres sabias que habían existido antes que ella y que eran las que le habían transmitido su sabiduría ancestral.
Allí habló de cosas bien interesantes. Mencionó la vez que le censuraron la obra Mermelada para todos, que aún era estudiante del Departamento de Drama. Que eso le había dolido mucho ya que la obra no tenía nada que pudiera ameritar ese rechazo, y que lo peor de todo fue, que nadie la apoyó, nadie se levantó a protestar. Que se tuvo que chupar la censura solita.
Un dato curioso es que se acuerda de las fechas de cuando escribió las obras por los nacimientos de sus hijos. Que tuvo un periodo en el que dejó de escribir y se dedicó a cocinar. Que leyó muchos libros de cocina. Y que quemó muchos bizcochitos ya que cuando le venía una idea, comenzaba a escribir y no podía parar.
También dijo que el poder es algo que uno no se puede quedar sentado esperando que llegue, que hay que buscarlo, reclamarlo. Que así fue que se hizo guionista. Que fue al Canal 6, y pidió, pidió y pidió hasta que le dieron el trabajo.
Explicó que le interesaban muchos los mitos griegos y que nunca vio a Penélope, la de Ulises, como una mujer sumisa. Al contrario, ella tuvo que atender a los que querían convertirse en el rey de Ítaca y por tanto, hacerla su esposa, que conspiró, formuló estrategias como la de tejer un manto durante el día y decirle a todos que cuando lo terminara elegiría a su esposo. Y por la noche destejía para retrasar el proceso. Así que ni idiota ni sumisa era. Que el tejer era como escribir. Que este país estaba construido por mujeres que trabajaron en industria de la aguja.
En otra de sus intervenciones dijo que un día, amamantando a uno de sus hijos, se puso a escribir y no pudo parar hasta que terminó la obra. La obra es Paseo al atardecer y contradictoriamente trata sobre esta mujer que mata a su bebé. Nada que ver con el acto de amor que conlleva lactar a una criatura.
También mencionó la obra Ícaro, que tuve el privilegio de montar hace unos años. Y mencionó la relación entre el laberinto e Ícaro, que es una relación de madre e hijo, y que el laberinto es una especie de matriz caribeña que alimenta al joven y al Minotauro. Ícaro conoce todas las respiraciones del laberinto.
Así es Tere. Es una mujer interesantísima y llena de una energía creativa e inspiradora. Habla con una profundidad que siempre me desarma. Oírla hablar es casi como si oyera a alguna especie de sacerdotisa antigua, casi como si estuviera revelando los designios de los dioses en el Oráculo de Delfos. Como fuera una especie de Prometeo, que le robó el fuego de las ideas a los dioses.


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