07/08/2008

Las Ingrid no pasan desapercidas

Por Pedro Rodiz

Curiosamente, la obra El libro mágico, por poco no va. Recibí la carta de aceptación del ICP bien temprano en el semestre, cosa rara en ellos porque siempre avisan tarde. Le pedí a una colega que se asociara conmigo pero no le interesó el proyecto. Así que hablé con Ingrid Baldera, y si ella me decía que no, pues cancelaba el proyecto. No tenía nada que probar con esa obra que ya la había estrenado en el 1999. Pero me dijo que sí, que se asociaba. Y eso desencadenó una cadena de sucesos que hasta el día de hoy no me lo creo.
Esa obra estuvo bendecida desde el primer día. Hay proyectos que uno los empuja y nada. Son duros, y hasta deberían cancelarse porque el resultado es nefasto. Pero de El libro mágico sólo provenía magia. Ella sometió una propuesta al Departamento de Educación y la compraron porque están en las de fomentar la lectura en los niños y niñas, justamente de lo que trata la obra. Así que mi proyecto les cayó del cielo. No teníamos un teatro que pudiera suplir a esa cantidad de niños. Y surgió la oportunidad de hacerla en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico. Y que conste, que el Teatro de la UPR lo iban a cerrar a mediados de junio para instalar un órgano, pero por razones que sólo ellos conocen, decidieron posponerlos y liberaron las fechas – a río revuelto, ganancia de pescadores- justamente las mismas que necesitábamos. Hicimos siete funciones a sala llena, llena de estudiantes entusiasmados que intervenían eufóricos en cada parte que les tocaba participar. Y pensar que yo me conformaba con que se pudieran hacer dos funciones para campamentos en el Teatro Victoria Espinosa que caben 204 personas cuando se usan las dos gradas.
Luego, tocamos puertas a varias Editoriales para poder regalarles libros a los niños y niñas ya que la propuesta principal de la pieza es que lean –ese deseo es genuino- y nos donaron muchos libros, de buena calidad. Le pedimos a una imprenta que nos patrocinara los programas y lo hicieron. Nos donaron miles de programas “full color” y se les dio uno a cada niño y a cada niña. Pero no era cualquier programa. Se recortaban los personajes y el resto del programa se convertía en un castillo de títeres de papel, bello.
Todo lo que nos propusimos, lo logramos. Y lo mejor de todo fue lo contentos que salieron lo presentes, tanto menores como sus acompañantes. Y eso sí que deja una gran satisfacción. De nada vale que se haga un trabajo que sea visto por mucha gente si no gusta.
Esto se logró gracias a la intervención y trabajo de Ingrid, que fue clave en el éxito de este trabajo y que se supo integrar cómodamente a mi estupendo equipo de trabajo. Sin ella, este proyecto pasaba sin pena ni gloria. Es una trabajadora incansable, entusiasta y extremadamente responsable. Cada vez que hablamos, traía buenas noticias. Da gusto trabajar con ella.
De verdad que este parece ser el año de las Ingrid.


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